La vitalidad del exilio
Ser¨¢ verdad que el ¨²nico r¨¦gimen del exilio es el plural, aunque hayan tenido que pasar muchos a?os para que sea cada vez m¨¢s claro. Incluso quiz¨¢ hace falta llegar a viejo con la fortaleza f¨ªsica y la entereza moral de Carles Fontser¨¨ para ir desmontando met¨®dicamente, y sin rencor, los equ¨ªvocos que han ido prosperando solos y a veces ayudados por la mera rutina, o por la dificultad de saber cosas de los tiempos oscuros. La acotaci¨®n que el conocido cartelista republicano ha puesto a sus memorias es estricta, y apenas se mueve de ese espacio de tiempo: desde principios de 1939 hasta 1945. La novela de una vida atrapada entre la huida de una derrota y la subsistencia en otra guerra, como refugiado, sin papeles, ganap¨¢n urgido por el hambre: "A la ma?ana siguiente sal¨ª a las nueve como de costumbre, con la cartera bajo el brazo y sin dinero para coger el metro, sin dinero para comer, sin dinero para ir a dormir y sans rancune. Con todo Par¨ªs ante m¨ª". La habilidad narrativa es directa y sin florituras, excelente, pero todav¨ªa vale m¨¢s la lucidez cr¨ªtica y apasionada con la que regresa al pasado propio y al de quienes lo habitaron con ¨¦l: pol¨ªticos de la Catalu?a derrotada ("el esp¨ªritu del tendero nos domina"), escritores, artistas, dibujantes y, sobre todo, hombres y mujeres vencidos y muy pobres, sin el apoyo de las instituciones republicanas del exilio como el SERE o la JARE...
UN EXILIADO DE TERCERA. En Par¨ªs durante la Segunda Guerra Mundial
Carles Fontser¨¨
Acantilado. Barcelona, 2004
615 p¨¢ginas. 30 euros
y con el hambre y el fr¨ªo metido entre la memoria y los huesos.
Pero Fontser¨¨ no se queja: narra estupendamente, documenta con acierto, discute con argumentos contundentes y describe condiciones de vida del refugiado an¨®nimo y maltratado. De lo que s¨ª se queja y a lo que se opone irritado es a las simplificaciones enga?osas, a las trolas directas y a la indocumentaci¨®n en torno al exilio, como si la historia de todos ellos hubiese sido vampirizada por un sector minoritario de ese exilio, el que tiene nombre y apellidos en la historia literaria y cultural o el que repiten (repetimos) los historiadores como si di¨¦semos por buenas versiones s¨®lo provisionales de lo que fue la primera etapa. Fontser¨¨ rompe esquemas desde muchos puntos de vista, incluido por cierto el de tipo formal: el texto incluye fotos hermosas de aquellos a?os, tambi¨¦n extensos y sensat¨ªsimos an¨¢lisis de pol¨ªtica internacional, e incluye documentaci¨®n preciosa de su entorno familiar y amistoso, en particular del pintor Antoni Clav¨¦, ¨ªntimo amigo de Fontser¨¨, de quien transcribe extensas cartas, del mismo modo que a menudo incluye recortes de prensa y editoriales de los peri¨®dicos, tanto de la dr?le de guerre como de antes y de despu¨¦s.
No son rutinarias ni la prosa, ni el talante, ni la valent¨ªa con la que afronta detalles y hechos de cuando entonces, pero adem¨¢s aflora aqu¨ª y all¨¢ una consistencia, una integridad que emociona: quiz¨¢ porque no hay rencor ni resentimiento, aunque haya inculpaci¨®n e imputaciones directas contra la clase pol¨ªtica exiliada y contra el elitismo vertiginoso que cundi¨® entonces, cuando hubo que decidir qui¨¦n pod¨ªa salir hacia Am¨¦rica y qui¨¦n no, cuando hab¨ªa que padecer las condiciones de los campos de concentraci¨®n franceses -la crudeza de las descripciones es estrictamente l¨ªrica en su rotundidad descarada- y cuando hab¨ªa que adaptarse a ser indeseables para pasar a ser despu¨¦s falsos voluntarios del Ej¨¦rcito franc¨¦s en guerra y la Legi¨®n (de lo que por cierto se burla Fontser¨¨ repetidamente, echando mano de historiadores competentes para ratificar unas opiniones que a menudo contradicen las versiones oficiales).
Y aunque el referente inmedia-
to sean los medios exiliados catalanes, y las cosas sucedan entre Perpi?¨¢n y Par¨ªs, presta una formidable lente de aumento para la rutina rasa, cotidiana, de unos muchachos de veintitantos a?os que hacen dibujos e intentan ganarse la vida con ellos, con algunas escenograf¨ªas y algunos carteles publicitarios: "Y a pesar de sus sinsabores -campos de concentraci¨®n, hambre y bombardeos- me satisface haber asistido en primera fila a una gran representaci¨®n hist¨®rica". Por eso no ha de extra?ar en absoluto el aliento vital y vitalista que contiene y que a la vez despierta este libro, como si todo ¨¦l fuese una ratificaci¨®n de la honradez, incluso cuando la honradez pasa por la deserci¨®n del ej¨¦rcito (como hubo de hacer su hermano) o se compromete en corregir el buen nombre, quiz¨¢ mitificado, quiz¨¢ protegido, de los responsables hist¨®ricos de administrar el caos del final. El escepticismo burl¨®n pero nada fr¨ªvolo es una marca de su estilo, como lo es el descreimiento de sermones ideol¨®gicos encubridores de intereses silenciados: "La esencia de nuestro instintivo racionalismo de hombres libres -que es superior a la emoci¨®n perturbadora de los subordinados- es justamente ¨¦sta: la lucha contra los dictados de nuestro destino". Podr¨ªa suscribir semejante frase Rafael S¨¢nchez Ferlosio, y desde luego no ser¨¦ yo quien discuta ni con uno ni con otro.
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