Plantas para el futuro
En un gesto de excepci¨®n, el comisario para la Investigaci¨®n Cient¨ªfica de la Uni¨®n Europea, Philippe Busquin, present¨® el mes pasado un documento titulado Plantas para el futuro firmado por 20 personalidades relevantes relacionadas con la investigaci¨®n y la agricultura, entre las cuales figuran dos premios Nobel, presidentes de instituciones de investigaci¨®n y de empresas de la agroindustria. Tambi¨¦n firmaron el documento dos espa?oles, el catedr¨¢tico Federico Mayor Zaragoza y el vicepresidente del sindicato agrario Asaja, Ricardo Serra. Este documento propone una visi¨®n acerca de cu¨¢les pueden ser nuestras relaciones con los vegetales en el horizonte del a?o 2025 y de la investigaci¨®n cient¨ªfica que deber¨¢ hacerse durante este tiempo si queremos cumplir esta visi¨®n.
El documento aparece en un momento en el que se encienden las luces de alarma en el mundo de la investigaci¨®n en Biolog¨ªa Vegetal en Europa. Las empresas de semillas van abandonando una tras otra nuestro continente y los fondos europeos de investigaci¨®n dedicados a esta disciplina que hab¨ªan ayudado a construir una importante red de laboratorios de investigaci¨®n europeos han pr¨¢cticamente desaparecido en el actual Programa Marco de Investigaci¨®n de la Uni¨®n Europea. De esta situaci¨®n no es ajena la reacci¨®n de la sociedad europea ante una de las aplicaciones de la Biotecnolog¨ªa vegetal, las plantas transg¨¦nicas, que han creado un conflicto importante en varios pa¨ªses europeos. Pero tambi¨¦n la crisis de la pol¨ªtica agraria com¨²n y la apertura de los mercados a nivel mundial est¨¢n obligando a replantear de forma aguda cu¨¢l puede ser la funci¨®n de la agricultura europea. Y a ello le podemos a?adir las crisis alimentarias que han creado un clima de preocupaci¨®n sobre la alimentaci¨®n en Europa. Para algunos la conclusi¨®n obligada tras lo que ha ocurrido es que cualquier innovaci¨®n ha demostrado ser in¨²til si no peligrosa, y por tanto hay que detener no solamente la aplicaci¨®n de nuevas tecnolog¨ªas relacionadas con nuestros alimentos, sino incluso la misma investigaci¨®n b¨¢sica en Biolog¨ªa Vegetal. Este punto de vista ha acabado pesando en las decisiones europeas.
Las consecuencias de la situaci¨®n anterior son varias y en cada pa¨ªs ha tenido efectos distintos. En un pa¨ªs como Italia se ha producido una curiosa sucesi¨®n de ministros conservacionistas y conservadores que han estado de acuerdo en detener el desarrollo de la investigaci¨®n agr¨ªcola. La consecuencia de tal pol¨ªtica es que se est¨¢ poniendo en peligro el trabajo de aquellos que tratan de preservar la larga tradici¨®n en mejora de plantas de aquel pa¨ªs y de incorporar a ella nuevas metodolog¨ªas. En la Gran Breta?a la investigaci¨®n b¨¢sica contin¨²a fuerte; sin embargo, la privatizaci¨®n de la investigaci¨®n aplicada por los Gobiernos de Thatcher puso estos laboratorios en manos de multinacionales. En la actualidad los laboratorios de las grandes empresas, tanto en Gran Breta?a como en distintos pa¨ªses europeos, se van cerrando uno tras otro mientras el trabajo se concentra en los centros de Estados Unidos o de Asia. Incluso una empresa genuinamente europea como BASF est¨¢ pensando llevarse su investigaci¨®n a Am¨¦rica. En Estados Unidos, por otra parte, mientras los abundantes fondos p¨²blicos se dedican a la investigaci¨®n m¨¢s b¨¢sica, las grandes empresas est¨¢n concentrando la investigaci¨®n aplicada. Con ello desaparece de las universidades la gran tradici¨®n de investigaci¨®n p¨²blica aplicada a la agricultura y de acceso abierto a los resultados de esta investigaci¨®n. Entre la acci¨®n de algunas empresas que desean controlar la innovaci¨®n en agricultura y de algunas pol¨ªticas que desean detenerla se ha formado una pinza con la que la investigaci¨®n sobre plantas est¨¢ sufriendo en muchos pa¨ªses. Lo peor es que crear equipos de investigaci¨®n es una tarea larga y complicada, pero destruirlos es algo r¨¢pido y muy f¨¢cil.
El documento europeo recuerda las razones por las que la investigaci¨®n en Biolog¨ªa Vegetal es importante y por las que la situaci¨®n tal como est¨¢ en Europa puede volverse preocupante. Algunas son tan obvias como que las plantas son la base de la vida en el planeta y que son un factor decisivo en el equilibrio global del planeta. Especialmente cuando se produce un cambio clim¨¢tico que necesitar¨ªa incrementar el secuestro de gases producidos por nuestra actividad, las plantas pueden ser un factor positivo en esta acci¨®n. Tambi¨¦n se argumenta algo que deber¨ªa ser bien sabido, pero parece que no lo es, como que directa o indirectamente nos alimentamos esencialmente de las plantas que cultivamos. Se recuerda tambi¨¦n que la industria agroalimentaria es el m¨¢s importante sector industrial del continente, mientras que, si la situaci¨®n sigue como est¨¢, puede ocurrir como otras veces en las que el esfuerzo de investigaci¨®n que se comenz¨® en Europa s¨®lo beneficie a otros pa¨ªses. Incluso se habla de la aportaci¨®n de los vegetales en la construcci¨®n de un paisaje verde y agradable.
Por otra parte, existe la conciencia, de la que el documento europeo se hace eco, de que los desarrollos recientes de la Gen¨®mica van a tener un impacto importante en nuestro conocimiento de las especies que cultivamos. Este conocimiento nos deber¨ªa permitir el mantenimiento de la eficiencia de los cultivos en el futuro, lo que es esencial para que la producci¨®n de alimentos se mantenga. Pero tambi¨¦n deber¨ªa permitir limitar los aspectos m¨¢s agresivos de la agricultura intensiva y estudiar y posiblemente utilizar nuevas especies cuyo cultivo ha sido dif¨ªcil hasta el momento. La conclusi¨®n es que el conocimiento que se est¨¢ obteniendo puede ser imprescindible para el desarrollo equilibrado de nuestras sociedades en un aspecto que es decisivo tanto para nuestra alimentaci¨®n como para el mantenimiento de los equilibrios medioambientales. Para terminar el documento se formula una propuesta, t¨ªpicamente europea, que consiste en un complejo sistema de consultas entre todos los sectores interesados que permitan definir las condiciones que permitan el desarrollo futuro de la Biolog¨ªa Vegetal y su aplicaci¨®n sin que se presenten conflictos. El futuro dir¨¢ si esto es una ilusi¨®n o una realidad.
Aparte del inter¨¦s espec¨ªfico de las prioridades que pueden plantearse para la investigaci¨®n en Europa, el caso es en s¨ª grave en diversos sentidos. En primer lugar, todos los indicadores nos muestran que retrasarse en cualquier tipo de tecnolog¨ªas que ayuden a asegurar los aportes de la agricultura, y en particular a la alimentaci¨®n mundial, puede ser un grave error. Desde las enormes proporciones que alcanza todav¨ªa hoy la malnutrici¨®n, a la necesidad de transformar la agricultura en una actividad menos agresiva al medio ambiente sin perder eficiencia o la perspectiva doble del agotamiento de las reservas de gas y petr¨®leo con el cambio clim¨¢tico, nos aseguran que, tal como hicimos en el pasado, deberemos responder a estos retos con nuestra mejor arma, que es la inteligencia. Por otra parte, hay que tener en cuenta que un sector importante de la investigaci¨®n europea est¨¢ sufriendo debido a que, por razones ideol¨®gicas y no de necesidades de conocimiento o de aplicaciones, se ha pretendido incluso detener el avance en el conocimiento b¨¢sico. En la historia encontramos otras ocasiones, en general reg¨ªmenes totalitarios, en las que por razones ideol¨®gicas se ha querido evitar el desarrollo de una disciplina cient¨ªfica. Quiz¨¢ el ejemplo m¨¢s pr¨®ximo ocurri¨® en la Uni¨®n Sovi¨¦tica en tiempos de Stalin, en los que se impidi¨® el desarrollo de la Gen¨¦tica y en cambio se dio cr¨¦dito a pretendidas v¨ªas alternativas de mejora gen¨¦tica. Estas decisiones causaron un retraso irreparable a la ciencia sovi¨¦tica, pero adem¨¢s unos repetidos desastres a su agricultura.
Lo cierto es que si repasamos la historia de la humanidad, desde su mismo nacimiento hace 10.000 a?os, los grandes cambios sociales se han acompa?ado de cambios en nuestras relaciones con las plantas. Esto es cierto, ya sea en los inicios de la agricultura o hasta nuestra moderna industria agroalimentaria. Y en nuestra sociedad europea, en la que nos basta alargar la mano para conseguir cualquier tipo de alimento, nos puede parecer que cualquier avance puede ser superfluo o incluso peligroso. La respuesta en algunos pa¨ªses consiste en volver a una agricultura basada en antiguas tradiciones que, en nuestra sociedad urbanizada y exigente en calidad y seguridad, necesitan de tanta o m¨¢s tecnolog¨ªa para sobrevivir que una agricultura intensiva. Y se trata de una tecnolog¨ªa que se est¨¢ desarrollando con mucho ¨¦xito. En este momento, la uni¨®n de nuestros conocimientos de gen¨®mica humana con los de gen¨®mica de las plantas y animales de los que nos alimentamos va a abrir una perspectiva nueva en unos tiempos en los que necesitamos al mismo tiempo tanto erradicar las grandes bolsas de malnutrici¨®n que existen como detener los problemas de obesidad que amenazan en convertirse en una plaga universal. Por otra parte, los nuevos tiempos necesitan que volvamos a pensar hasta qu¨¦ punto la gran eficiencia con que las plantas utilizan la energ¨ªa solar no es la mejor manera de reemplazar energ¨ªas f¨®siles. Y necesitamos el nuevo conocimiento para entender los efectos del cambio clim¨¢tico y en la medida que podamos comenzar a paliarlo. E incluso comenzamos a recuperar para las plantas su antigua funci¨®n de productoras de medicamentos, pero ahora de forma m¨¢s eficiente, con m¨¢s posibilidades y mejor controlada. Por todo ello, impedir no ya aplicaciones sino incluso el avance en el conocimiento es un error. En nuestro pa¨ªs, con una base cient¨ªfica m¨¢s d¨¦bil pero joven, con una agricultura diversificada y una industria agroalimentaria muy potente, no deber¨ªamos ser ajenos a evitar estos problemas. Quiz¨¢ nuestro problema, como en los dem¨¢s campos de la ciencia, es decidir c¨®mo elegimos lo que hacemos, actuar de forma decidida y constante y poner los medios adecuados. Pero ¨¦ste es otro tema.
Pere Puigdom¨¨nech, laboratorio de Gen¨¦tica Molecular Vegetal. CSIC-IRTA.
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