Rasput¨ªn, el amante que no fue
Un libro publicado en Rusia reproduce el diario in¨¦dito del favorito del zar Nicol¨¢s II y sostiene que el pope aliment¨® su leyenda sexual para disimular su impotencia.
Grigori Rasput¨ªn, el pope supermacho que organizaba org¨ªas en la corte del zar Nicol¨¢s II y ten¨ªa una gran influencia sobre la pareja imperial gracias a su capacidad para detener las hemorragias del hemof¨ªlico zar¨¦vich, era, en realidad, semi impotente e incluso ten¨ªa inclinaciones homosexuales. Esto es lo que se afirma en el libro Grigori Rasput¨ªn: escondido y patente, escrito por el psic¨®logo Alexandr Kotsiubinski y su hijo Danil, historiador. Los autores han estudiado las publicaciones sobre el favorito del ¨²ltimo zar y han utilizado su diario in¨¦dito, que reproducen en su mayor parte.
"Las fant¨¢sticas facultades sexuales del pope semianalfabeto de mirada demente y potente fuerza masculina" es el mito m¨¢s extendido sobre Rasput¨ªn, pero el desali?ado monje ortodoxo no era la "m¨¢s grande m¨¢quina de amor" que cantaron al mundo las mulatas de Boney M. El an¨¢lisis de los testimonios de sus presuntas amantes y de sus allegados muestra "sin lugar a dudas que el aut¨¦ntico Rasput¨ªn sufr¨ªa de una potencia claramente disminuida y su conducta estaba dirigida a camuflarlo al m¨¢ximo". Rasput¨ªn opt¨® por hacer de su defecto una virtud, y "se lanz¨® a tratar de conquistarlas, llevando esta aspiraci¨®n a niveles industriales y convirtiendo su deficiencia psicof¨ªsica en una poderosa arma de expansi¨®n sexual".
Opt¨® por hacer de su defecto una virtud y, en lugar de dosificar sus relaciones ¨ªntimas con las mujeres, se lanz¨® a tratar de conquistarlas
La tecnolog¨ªa de sus conquistas sexuales era singular. Lo que hac¨ªa Rasput¨ªn era calentar al m¨¢ximo a su pareja, sin llegar -salvo en contadas ocasiones- a la penetraci¨®n, cesando en el momento culminante sus caricias para darle un ¨²ltimo beso -esta vez no apasionado, sino casto- y caer de rodillas con el fin de rezar con su dama de turno para lavar juntos el pecado de la lascivia. Probablemente, us¨® ese m¨¦todo con sus principales protectoras, la zarina Alejandra Fi¨®dorovna y Anna B¨ªrubova.
El primero que se fij¨® en que "la erecci¨®n y posterior penetraci¨®n" no constitu¨ªan la base de las relaciones de Rasput¨ªn con la inmensa mayor¨ªa de sus admiradores, fue el pope Iliodor, quien dividi¨® a las mujeres de Rasput¨ªn -cientos y cientos- en cuatro categor¨ªas. Las tres primeras est¨¢n compuestas por aquellas a las que Rasput¨ªn s¨®lo besaba, llevaba a ba?arse y a quienes les ahuyentaba el demonio (para lo cual usaba su probado m¨¦todo de caricias, incluidas las "m¨¢s incre¨ªbles", seg¨²n Iliodor, que tuvo oportunidad de espiar los masajes er¨®ticos que hac¨ªa Rasput¨ªn a una rica comerciante de formas rubensianas), y s¨®lo en la cuarta figuran las contadas mujeres con las que pec¨® llegando a la copulaci¨®n, que son contadas. La frialdad de Rasput¨ªn con respecto al sexo opuesto la confesaba ¨¦l mismo: "Me da igual tocar mujer que madera". Esos masajes er¨®ticos eran una especie de medicina que aplicaba Rasput¨ªn para tratar a sus "pacientes".
Adem¨¢s de las mujeres, "Rasput¨ªn con gusto hac¨ªa su tratamiento a los hombres, hacia los cuales sent¨ªa un claro inter¨¦s sexual". Lo reconoc¨ªa sin problemas: "No s¨®lo curo a las hembras, tambi¨¦n a los hombres", se?al¨® en cierta ocasi¨®n el favorito de los zares, relatando c¨®mo se hab¨ªa acostado con el ep¨ªscopo Inocencio. Parad¨®jicamente, la ¨²nica persona que verdaderamente "rob¨® el coraz¨®n" de Rasput¨ªn no s¨®lo fue un hombre, sino su asesino, el pr¨ªncipe F¨¦lix Yus¨²pov. Por cierto, no fue asesinado por sus excesos sexuales, sino por la influencia que ejerc¨ªa sobre la pareja imperial y porque ten¨ªa las ideas claras: estaba en contra de la guerra y consideraba que los derechos de los jud¨ªos hab¨ªa que ponerlos al mismo nivel que los del resto de la poblaci¨®n rusa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.