Un actor que inspira
Quiz¨¢ sea lo m¨¢s halagador que pueda decirse de un actor, de un pintor o de un m¨²sico, de un artista de cualquier ¨¢mbito, en realidad, incluidos el del f¨²tbol, la pol¨ªtica, la cocina o el humor, muy especialmente a los artistas del humor: que su trabajo inspira.
Pero es curioso, cuando uno cree estar ante un actor bueno de verdad, o por lo menos que re¨²ne tantas cualidades para ser un gran actor, aparece de repente cierto miedo a mostrar demasiado entusiasmo, a cargar sobre sus hombros -por muy rotundos que ¨¦stos sean- un lastre de expectativas, a clavarle la bandera y a lanzarle al ruedo con la misi¨®n de colocarnos en el mapa industrial cinematogr¨¢fico, a ser posible al oeste de Norteam¨¦rica. Hay distintos modos de conquistar ese terreno ilusorio en las nubes; Javier Bardem ha optado por el trabajo bien hecho.
Mi hija Berta, que formaba parte del equipo t¨¦cnico en el rodaje de Jam¨®n, jam¨®n (dirigida por Bigas Luna en el a?o 1991), dice que las capacidades y el magnetismo de este actor eran algo que sol¨ªa comentarse con sorpresa entre los miembros del equipo, peluqueros, el¨¦ctricos o ayudantes de direcci¨®n, durante las pausas y siempre que Bardem -entonces un chaval de 21 a?os sociable y bromista- no estuviera presente. Les llamaba poderosamente la atenci¨®n mientras trabajaba, y, cada cual a su manera, se daban cuenta de que estaban ante algo diferente, otro rostro, otra apuesta, un actor de otra dimensi¨®n. El agudo olfato de Bigas Luna, infatigable en su b¨²squeda de lo aut¨¦nticamente ib¨¦rico, de las ra¨ªces m¨¢s elementales y primitivas de nuestra cultura mediterr¨¢nea, del sello peninsular, acaso se dar¨ªa cuenta enseguida de lo acertado de su intuici¨®n. Y Bardem, aplicado y apasionado a partes felizmente iguales, cumpli¨® con el papel de macho hisp¨¢nico y adem¨¢s logr¨® captar la atenci¨®n de los que trabajaron con ¨¦l primero y de los espectadores despu¨¦s, de todos aquellos que amamos el cine y que hemos seguido sus pasos con asombro y esperanza.
Y ahora, ahora que uno tiene ocasi¨®n de escribir unas l¨ªneas sobre Javier Bardem, reflexionando sobre el valor, la prudencia y el talento con el que est¨¢ perpetrando su carrera, y sobre todo viendo la consistencia de sus interpretaciones, hay que sobreponerse a la sorpresa y adularle con discreci¨®n; como hac¨ªan sin darse cuenta los miembros del equipo t¨¦cnico en sus primeras pel¨ªculas, protegerle de s¨ª mismo. Es probable que las dudas y las contradicciones formen parte del impulso que lleva a este actor, de nombre completo Javier Encinas Bardem, nacido el a?o 1969 en Las Palmas de Gran Canaria, a hacer lo que tiene que hacer. Que es un actor currante e imaginativo lo acreditan los personajes seleccionados y, en la misma medida, los personajes no seleccionados. Sus primeros pasos fueron m¨¢s o menos como todos, hasta que Bigas Luna le dio su primera oportunidad seria con un personaje hecho de pasi¨®n y ternura en Jam¨®n, jam¨®n, y, sobre todo, con el especulador hortera y avaricioso de Huevos de oro, donde Bardem empez¨® a trabajar los matices de su temperamento interpretativo, as¨ª como los recursos notables de su f¨ªsico: recuerdo, por ejemplo, aquel joven que se com¨ªa el mundo en ?xtasis (dirigida por Mariano Barroso en el a?o 1995), con la ambici¨®n y la rabia en su mirada, y el borrachuzo de mente algo torpe, deteriorada por el alcohol, olisqueando el calcet¨ªn antes de pon¨¦rselo en Los lobos de Washington (tambi¨¦n de Barroso, 1999), y el polic¨ªa parapl¨¦jico y enamorado de Carne tr¨¦mula (de Pedro Almod¨®var, en 1997), y a Reinaldo Arenas viviendo y sufriendo las contradicciones de la revoluci¨®n en Antes que anochezca (de Julian Schnabel, 2000), papel que le vali¨® nada menos que una nominaci¨®n a los oscars de Hollywood, la primera de un actor espa?ol para esa categor¨ªa, otro bander¨ªn de expectativas en su lomo.
La pel¨ªcula me pareci¨® mediocre, con muchas zonas oscuras o discutibles respecto a las vivencias reales de Reynaldo Arenas, pero la composici¨®n de Bardem es impecable. El parecido f¨ªsico es, en algunos momentos, asombroso. Salud¨¦ personalmente a Reynaldo Arenas en La Habana, en el a?o 1968; acababa de publicar Celestino antes del alba, y puedo asegurar que la recreaci¨®n f¨ªsica es magn¨ªfica, sobre todo en la cabeza y la cara, ya que Arenas era un hombre bajito, de constituci¨®n fr¨¢gil. Tambi¨¦n es asombroso el acercamiento del actor al dolor del escritor homosexual, la delicadeza con la que toma su actitud y adopta su estado an¨ªmico.
No s¨¦ si fue casualidad de fechas o compromisos, o fue una decisi¨®n premeditada, que la siguiente apuesta de Bardem tras la nominaci¨®n de los oscars fuese encarnar al ind¨®mito Santa de Los lunes al sol (dirigida por Fernando Le¨®n de Aranoa en el 2001), un parado que sobrevive entre la rebeld¨ªa interna y la desilusi¨®n, como un gorila entre las rejas del deprimente zool¨®gico. Tanto si fue una decisi¨®n premeditada como si no, y responde a la pura intuici¨®n, es una muestra m¨¢s del respeto que el oficio le merece a este actor.
Esperemos que las contradicciones sigan azuzando a Javier Bardem. Mientras su vida se aleja de Santa y sus problemas, dif¨ªcilmente se quedar¨¢ en paro, por el contrario, su nombre es ya una garant¨ªa de cine exigente. De momento todo parece indicar que Bardem se mantiene ajeno a cantos de sirena, pero alerta, que conserva a su misterio y su escepticismo, que su trabajo nos va a sorprender y a convencer. Y sobre todo nos inspira. Qu¨¦ m¨¢s puedo decir: no le molesten mientras est¨¢ trabajando.
Apuntes para un retrato
Lo primero que llama la atenci¨®n, adem¨¢s de la mirada franca y reposada -una mirada que busca la complicidad ir¨®nica-, es la tensi¨®n muscular del rostro, cierta pugna visceral que se establece entre unas facciones con resabios pugil¨ªsticos y unos ojos apaciguados de chico leal y majete, pele¨®n reformado, conformado. Algo intangible pero muy determinante, sutiles armon¨ªas y desacuerdos que conforman la personalidad, opera en la cara del actor y a veces se comporta como una m¨¢scara. Por ejemplo, ese velo de tristeza y de ternura en la mirada, que resbala suavemente sobre los p¨®mulos y la nariz, robusta y pendenciera, y alcanza la barbilla inquisitiva, atenuando la presunta dureza del ment¨®n, una violencia interiorizada que se niega a aflorar.
Desde sus primeras apariciones en la pantalla, la sugesti¨®n de la virilidad se establece entre dos polos de fuerte magnetismo. Rudo y limpio. Impetuoso y fragante. No sabr¨ªa definir de otro modo esa reflexi¨®n puramente f¨ªsica que irradia la encarnadura y anticipa el gesto -antes incluso de moverse-, ofreciendo una impresi¨®n de refrescante aroma corporal, alguien que acaba de ducharse y ha gastado buenas dosis de agua de colonia, digamos. Cierto desali?o indumentario no contradice en absoluto esa impresi¨®n de chico sanote, m¨¢s bien la acent¨²a. La cabeza se asienta sobre un cuello robusto y la nuez sugiere una verbosidad bronca y din¨¢mica, una dicci¨®n golosa de palabras, una voz h¨²meda y reflexiva. Algo as¨ª como si degustara las cosas antes de decirlas, como si paladeara la frase antes de soltarla. Pensamientos, exabruptos, risas, emociones y sentimientos, todo pasa por esa tensi¨®n verbal y muscular que ronda los aleda?os de la boca y la nariz, y que anida en la nuez del cuello.
El rostro trasuda textura y efluvios de hombre guapo que no acaba de creerse guapo ni parece muy interesado en el asunto, as¨ª que los labios estrictos y afables retienen una sonrisa descre¨ªda, y algo m¨¢s: ganas de soltar la sonora carcajada junto con un preventivo, risue?o y sarc¨¢stico: "Me has tomado por otro".
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