Ex¨¢menes patri¨®ticos
Durante los a?os en que fui profesor en la UNED, tuve ocasi¨®n de ir a examinar varias veces a alumnos reclusos en diversas c¨¢rceles espa?olas. De hecho, cuando pude, me ofrec¨ª voluntario para ese encargo: despu¨¦s de todo, es l¨®gico que quienes hemos estado en prisi¨®n guardemos de por vida un especial compromiso con las personas temporalmente privadas de libertad. Entre los presos que examin¨¦ en ese periodo hab¨ªa tambi¨¦n, claro, condenados por terrorismo y pertenencia a ETA. De modo que jam¨¢s se me ha ocurrido dudar del derecho de cualquier penado a cursar estudios universitarios. Tampoco dud¨¦ de ese derecho despu¨¦s, durante la d¨¦cada larga en que fui profesor de la UPV. Me extra?aba, sin embargo, el procedimiento docente y el control de estudios que se segu¨ªa con los presos que cursaban nuestras asignaturas. A comienzo de curso, un alumno "encargado de los presos" me preguntaba el temario que iba a desarrollar; despu¨¦s, a fin de curso, me tra¨ªa un trabajo realizado ignoro en qu¨¦ condiciones y m¨¢s o menos relacionado con mi materia, que yo deb¨ªa calificar. Y aqu¨ª paz y despu¨¦s gloria.
Admito que me plegu¨¦ a tal sistema acad¨¦mico sin especiales protestas. Todo el mundo hac¨ªa lo mismo, por lo que yo ve¨ªa, y bastantes problemas ten¨ªamos con los etarras sueltos como para buscarnos m¨¢s con los encarcelados... y sobre todo con quienes hablaban en su nombre. En contra de lo que dicen ingenuos bienintencionados, jam¨¢s he tenido vocaci¨®n de h¨¦roe, ni much¨ªsimo menos de m¨¢rtir. Adem¨¢s, nada de malo hay en estudiar y quiz¨¢ esos afanes universitarios indicasen finalmente un deseo de normalizar vidas deformadas por la violencia. Siempre he sentido y siento como un fracaso personal en tanto educador que j¨®venes perfectamente dotados para desempe?ar tareas ¨²tiles en la sociedad democr¨¢tica, por cr¨ªticos que fuesen con ella, languidezcan embrutecidos o emponzo?ados por cr¨ªmenes cuyo horror y superfluidad quiz¨¢ descubran demasiado tarde. De modo que ced¨ª y entr¨¦ en el juego, a la espera de que fuese finalmente para bien. Por ello no puedo por menos ahora de sentir cierto indignado sobresalto al o¨ªr a algunos cl¨¦rigos sermonearnos que todos debemos ceder "un poco" para que el enfrentamiento vasco finalmente se resuelva. Como si, por lo menos desde una de las partes, esa v¨ªa no hubiera sido nunca intentada...
Recientemente el Parlamento vasco ha aprobado una proposici¨®n no de ley declarando "el derecho de los alumnos y alumnas presos a cursar estudios" universitarios, a la cual han venido a sumarse declaraciones de la directora de Instituciones Penitenciarias indicando que se firmar¨¢n acuerdos con todas las universidades espa?olas para que los presos que lo deseen puedan estudiar cualquier carrera universitaria y no s¨®lo las ofertadas hoy por la UNED. Pues bien, ?claro que los presos tienen derecho a cursar carreras universitarias! Pero, como es l¨®gico, dentro de las limitaciones que impone su reclusi¨®n. Las clases universitarias son mayoritariamente presenciales: para ayudar a quienes por cualquier causa laboral, dom¨¦stica, de salud, penal o lo que fuere no pueden asistir a ellas de ning¨²n modo se invent¨® la UNED y su m¨¦todo espec¨ªfico de ense?anza. Es cierto que no todas las carreras pueden hacerse por este medio y que es tan imposible convertirse en un buen cirujano sin hacer pr¨¢cticas como llegar a dominar los secretos del vuelo sin motor por correspondencia. Provenga de la causa que fuere, ¨¦ste es un problema que afecta a muchos ciudadanos que desean estudiar, no s¨®lo a los presos, ni mucho menos s¨®lo a los presos etarras. En cierta medida, puede en algunos casos paliarse reforzando los medios e instrumentos docentes de la UNED, por ejemplo, en lo tocante a estudiar cada carrera en las diversas lenguas oficiales del Estado. Pero no creo que la soluci¨®n sea pasar por encima de tales dificultades como si se debieran s¨®lo a la mala voluntad de algunos y crear en cada centro universitario una especie de peque?a UNED de urgencia, improvisada para satisfacer a quienes no desean acudir a la entidad acad¨¦mica com¨²n precisamente dise?ada a tal efecto... y en la cual hasta lo imposible ser¨¢ posible voluntariosamente.
Creo que no es exceso de suspicacia suponer que las modificaciones que se proponen ahora con alcance general tienen como principal objetivo permitir a los etarras que cumplen condena volver a matricularse en la UPV. Es de esperar que no se recaiga en el sistema del pasado que algunos conocimos, cuando se hac¨ªan "ex¨¢menes patri¨®ticos" que se aprobaban m¨¢s por m¨¦ritos de guerra que por demostrar suficientes conocimientos, lo mismo que en aquellas infaustas "oposiciones patri¨®ticas" de los primeros a?os del r¨¦gimen franquista en las que la c¨¢tedra era siempre para quien se presentaba al concurso luciendo correajes y camisa azul. En cualquier caso, se va a crear una situaci¨®n dif¨ªcil a muchos profesores que han sufrido directamente amenazas de ETA o de sus servicios auxiliares universitarios y que quiz¨¢ tengan que elegir entre su exigencia acad¨¦mica y su integridad f¨ªsica. No conviene olvidar que en la UPV hay profesores que conservan su plaza, pero no pueden dar normalmente sus clases por falta de seguridad, por no hablar de los que ya han buscado puestos docentes en lugares menos conflictivos. Aunque hayan sido sustituidos por otros profesoresmenos conflictivos de cuya competencia no dudo, esta situaci¨®n lesiona evidentemente sus derechos y los de los alumnos que se pierden su ense?anza. ?O es que no tienen derecho los alumnos de la UPV a estudiar m¨¢s que con los profesores que no se han creado problemas con la banda terrorista... salvo que se atrevan cada ma?ana a jugarse la vida y a soportar amenazas para asistir a clase? Los derechos a la normalidad acad¨¦mica y a la libertad de c¨¢tedra conculcados en el Pa¨ªs Vasco no son los de los presos etarras, sino los de alumnos y profesores que padecen el clima de intimidaci¨®n creado por las fechor¨ªas de ¨¦sos que est¨¢n en la c¨¢rcel, de los que a¨²n andan sueltos y de quienes en el ¨¢mbito universitario siguen empecinados en legitimarles y enaltecerles con su trato de favor.
Para colmo, se da p¨¢bulo frecuentemente entre quienes pretenden a toda costa caer simp¨¢ticos al infundio de que los que llaman a las cosas por su nombre y plantean las cuestiones de principio sin rodeos son poco menos que culpables de los males que denuncian. O por lo menos que se benefician inconfesablemente con la podrida situaci¨®n actual y quieren perpetuarla. As¨ª les ha ocurrido a los profesores que han dado la alerta sobre este asunto de los presos y la UPV, todos los cuales se juegan bastante m¨¢s haciendo p¨²blica su discrepancia que quienes les contradicen. Y no s¨®lo ellos. Hace poco, en un debate en el F¨®rum de Barcelona entre periodistas vascos, Josemari Calleja le record¨® al ex director de Egunkaria Martxelo Otamendi que quienes como ¨¦l pertenec¨ªan a ETA pod¨ªan hablar en Euskadi con un desparpajo del que carec¨ªan los amenazados por la banda criminal, como ¨¦l mismo. Otamendi no le puso una querella por tal afirmaci¨®n (d¨ªas m¨¢s tarde otro procesado por el asunto de Egunkaria, al ser puesto en libertad bajo fianza, coment¨® en una de las numerosas entrevistas en prime time que le dedic¨® ETB que uno de los consuelos de su cautiverio hab¨ªa sido la excelencia moral de los presos vascos que encontr¨® en las c¨¢rceles, de modo que ustedes me dir¨¢n), pero la televisi¨®n auton¨®mica convirti¨® el asunto en cuesti¨®n de relevancia trascendental. Incluso organiz¨® un debate entre sus adictos habituales para condenar la tropel¨ªa de Calleja. En este tribunal popular, una se?ora que ha sustituido el manipulador sectarismo de sus tiempos al frente de los informativos de TVE por un "?viva mi due?o!" como opinadora del PNV, proclam¨® que Josemari y otros como ¨¦l se lucran econ¨®mica y pol¨ªticamente con el mantenimiento del tenebroso enfrentamiento vasco. O sea, que nos quejamos de vicio o por inter¨¦s y que callados estaremos m¨¢s guapos. Buena ocasi¨®n para volver a recordar al cl¨¢sico castellano y su "arrojar la cara importa / que el espejo no hay por qu¨¦".
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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