Las 'verg¨¹enzas' de una pareja de escritores
Elvira Lindo y Mu?oz Molina se entrevistan mutuamente en El Escorial
A trav¨¦s de las preguntas que se hicieron el uno al otro, Elvira Lindo y Antonio Mu?oz Molina dibujaron ayer el autor que llevan dentro y los personajes que nos regalan; el que lleg¨® del campo y la que se cri¨® en la capital. La literatura de ella nace de la periferia de una ciudad cualquiera, pongamos Madrid, con su eterno desarraigo, y sus personajes van respirando la modernidad que va llegando, la calle en estado puro, los escaparates, los sem¨¢foros, el hormig¨®n, la gente. Cuando ¨¦l responde a Elvira, le cuenta, sin embargo, las profundas ra¨ªces de las que germina su universo literario, pero le advierte del enga?o de la melancol¨ªa. S¨ª, ¨¦l ten¨ªa un pueblo, con unas calles y muchos olivares, una fuente y mil cotilleos de vecindonas. En todo ello tuvo alg¨²n tiempo echado el ancla pero, al paso de los a?os, como una foto que va perdiendo detalles, ¨¦l se encuentra desarraigado. Y as¨ª se descubrir¨¢ en sus personajes. "Todo eso va desapareciendo, pierdes los v¨ªnculos, cuando vuelves al pueblo te das cuenta de que ellos son extra?os para ti y t¨² para ellos. Cuando vamos a ?beda ella ve las calles y las casas, las presencias, yo veo las ausencias y eso produce un gran desgarro; el efecto nostalgia del para¨ªso desaparece".
Mil mudanzas
Elvira Lindo, baqueteada en mil mudanzas, pinta un mundo que no le pertenece m¨¢s que a todos. No tiene poes¨ªas que guardar porque hubo demasiados ba¨²les para que se perdieran. As¨ª que ella, de peque?a, a lo pr¨¢ctico. Que hab¨ªa que escribir poes¨ªas, sacaba su m¨¢quina de escribir, se organizaba unos cuantos temas, "el amor, la muerte", y lo dejaba impreso para publicar cuantos ejemplares pudiera so?ar. Y no se r¨ªan, que ahora Antonio va a contar lo que ella encontr¨® en los cajones de su suegra. "Que lo cuente, que lo cuente", le reta a la cara colorada de su marido. "Porque tienen ustedes que saber que ¨¦l no s¨®lo escrib¨ªa las poes¨ªas de chico, sino que se ordenaba su propia obra ?y hasta se hac¨ªa las cr¨ªticas!". El p¨²blico que llena la sala escucha como el ni?o Antonio descubre la biblioteca de su pueblo y empieza a emular de la ¨¦pica a la l¨ªrica. "Cuando ya vi que ten¨ªa una obra extensa y desorganizada, pens¨¦ que hab¨ªa que recapitular, pas¨¦ a limpio los poemas, les puse su introducci¨®n, sus cap¨ªtulos, y escrib¨ª los posibles caminos de futuro, mi evoluci¨®n; y las cr¨ªticas". Se parte de risa. Despu¨¦s se dio cuenta de que la poes¨ªa no era lo suyo.
Ahora que ya son "vasos comunicantes", adem¨¢s de estas verg¨¹enzas, ambos hablaron ayer de la que siente un escritor cuando empieza a serlo, cuando ve su primer libro en el escaparate, cuando descubre a su familia ense?ando, sin el pudor que a ellos les sobra, la obra de su hijo, de su hija. Por eso ella, cuando lo conoci¨®, escritor ya consagrado, no le dijo que escrib¨ªa, m¨¢s que guiones para la tele.
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