Contra el sistema
De pronto me suena el m¨®vil y no s¨¦ qu¨¦ hacer, la verdad, porque estoy con la boca completamente abierta mientras una mujer me zarandea de un lado a otro del sill¨®n agarr¨¢ndome con unas tenazas la muela del juicio. Dice un proverbio chino que hay que ser muy s¨¢dico para dedicarse a la odontolog¨ªa. La odont¨®loga y yo nos quedamos mir¨¢ndonos mientras de mi bolso sale un pasodoble: "Americanos, vienen a Espa?a gordos y sanos...". En esos momentos cruciales, pienso: "Qu¨¦ har¨ªa Juan Cruz si se encontrara en esta tesitura". Babeando, con la lengua bailando entre las tenazas, pregunto: "?Lo cojo o no lo cojo?; aunque lo que sale de mi boca es: "?Yoyoyo o yoyoyoyo?". La t¨ªa se levanta la mascarilla y dice: "En el dentista se apaga el m¨®vil, es lo m¨ªnimo". Dicho esto, le suena el suyo: Marinero de Luces, de Isabel Pantoja, y, de pronto, en esa as¨¦ptica sala, nuestras m¨²sicas se funden en un improvisado homenaje a Andaluc¨ªa, esa comunidad hist¨®rica. La dentista, s¨²bitamente comprensiva, dice: "Lo cogemos, pero s¨®lo cinco minutitos, que se pasa la anestesia". Me llama pap¨¢. Ese padre que, mientras el cardi¨®logo Fuster hace apostolado en la Men¨¦ndez Pelayo contra el tabaco, ¨¦l lo hace a favor, en La Manga, fum¨¢ndose tres paquetes diarios en ba?ador mirando al mar, intrigado por toda esa gente rid¨ªcula que se da barros, cuida su alimentaci¨®n y hace ejercicio. ?l piensa envuelto en humo: "?Pero es que nos hemos vuelto todos locos?". Antes, mi padre le echaba la culpa al PP de esta obsesi¨®n insana por la salud pero, ahora, con el PSOE en el Gobierno, es que no lo entiende. Eso de que Zapatero tenga que estar a buenas con todo quisqui, piensa, tiene un l¨ªmite, "?que acabe de una vez con esas medidas reaccionarias que nos proh¨ªben a los ciudadanos de bien fumar en los ascensores, en los nidos de los hospitales, en los colegios!". Lo que yo digo: un hombre contra el sistema. Se lo curra como los testigos de Jehov¨¢, ciudadano a ciudadano. Es posible que usted mismo, que pasea inocente por la Manga, sea su pr¨®xima v¨ªctima. Se aproxima con una sonrisa taimada: ?cuidado!, es posible que usted, que dej¨® de fumar con acupuntura hace dos a?os, acabe fumando con ¨¦l. No tiene piedad: ahora quiere ense?ar a fumar a sus nietos. Eso pensaba yo, mientras o¨ªa su voz cavernosa (similar a la de Mila Xim¨¦nez) por el m¨®vil: "?Escuchas lo que te digo, hija m¨ªa? (s¨ª, pap¨¢), que es una gilipollez gastar un duro en dentistas (s¨ª, pap¨¢), de aqu¨ª a cuatro a?os podr¨¢s quitarte en Houston la dentadura entera (s¨ª, pap¨¢), te implantar¨¢n c¨¦lulas madre y te saldr¨¢n tus dientes clonados (s¨ª, pap¨¢) y se ir¨¢n los dentistas a tomar el culo". Le oigo re¨ªr. A pap¨¢ le fascina la idea de ver a un dentista abocado a la mendicidad. "Demasiado tarde, pap¨¢", digo. ?l cuelga diciendo: "Hala, venga, g¨¢state el dinero si tanto te gusta". Es lo ¨²ltimo que oigo antes de que la dentista extraiga de mi boca una muela sangrante de un tir¨®n que casi me arroja al suelo. Me incorporo como puedo y digo con la boca torcida: "Dacias". Lo bueno de pap¨¢, pienso, es que siempre te hace sentirte un poquito gilipollas.
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