Torres de Babel
Como hace bien poco nos contaba Fern¨¢ndez-Galiano en estas p¨¢ginas, Rem Koolhaas acaba de inaugurar una flamante Biblioteca Central para la ciudad de Seattle que parece destinada a convertirse, a causa de su anfractuosa geometr¨ªa, en el nuevo mito iconogr¨¢fico de la arquitectura internacional. Se dice que el carisma medi¨¢tico de esta mole estilizada se debe a su parecido con el cazabombardero de moda, bautizado como "Secreto" (Stealth) por su invisibilidad al radar, que exhibe las mismas l¨ªneas deformes y desestructuradas. Pero mi propia interpretaci¨®n es bien distinta, pues me cuesta admitir que un templo del culto a la escritura pueda parecerse a un avi¨®n de guerra. Por eso prefiero creer que, inspirado por los hados de una involuntaria justicia po¨¦tica, a Rem Koolhaas le haya salido sin querer una aut¨¦ntica Torre de Babel. Y ¨¦ste podr¨ªa no ser el ¨²nico caso, pues no s¨®lo ya hay propuestas otras bibliotecas a escala de libro gigante, sino que el propio Koolhaas acaba de dise?ar una Casa del Libro para Pek¨ªn que tambi¨¦n exhibe una forma evocadora de la m¨ªtica Torre de Babel. Y tanta coincidencia no parece fruto de la casualidad, por lo que debe de poseer alg¨²n sentido profundo, emergente de nuestra cambiante realidad.
Seg¨²n el ejemplo de aquella pionera Biblioteca de Alejandr¨ªa, que conten¨ªa y expresaba toda la diversidad cultural del universo helen¨ªstico, la tendencia actual de erigir por doquier bibliotecas monumentales no hace sino reflejar el presente pluralismo cultural que se multiplica a escala planetaria. Lo que est¨¢ emergiendo como subproducto no querido de la globalizaci¨®n tecnocr¨¢tica es un nuevo mundo presidido no por el esnobismo cosmopolita, que se recrea en el nuevo paisajismo medi¨¢tico de auditorios y museos dise?ados por las firmas de moda, sino por el execrado multiculturalismo tercermundista. Y en esta sociedad del apartheid ¨¦tnico, fracturada en mil guetos por las barreras de exclusi¨®n cultural que discriminan racialmente a negros e hispanos en Norteam¨¦rica, o a jud¨ªos, gitanos y musulmanes en Europa, se precisan pol¨ªglotas Torres de Babel que puedan salvar el infranqueable abismo que separa y opone a culturas extra?as entre s¨ª.
Es verdad que contamos con otros medios de comunicaci¨®n que, por su car¨¢cter intercultural, son capaces de actuar de puente entre los diversos pueblos, como sucede con el f¨²tbol, el cine o la m¨²sica. Pero si bien tales puentes pueden transitarse en m¨²ltiples direcciones, al ser internacionales por as¨ª decirlo, sin embargo no pueden traducirse de uno a otro sentido, como s¨ª sucede, en cambio, con la escritura. Y esto mismo es lo que debe hacerse para canalizar y encauzar el Babel multicultural: hay que traducir multilateralmente a todas las culturas entre s¨ª. En efecto, seg¨²n proponen autores como el ingl¨¦s John Gray o el franc¨¦s Dominique Wolton, para hacer posible la coexistencia pac¨ªfica entre culturas hostiles, hace falta reinventar instituciones mediadoras capaces de crear un modus vivendi. Y para ello nada como la literatura, es decir, la escritura y la lectura.
Recu¨¦rdese a este respecto el papel de Torre de Babel que desempe?¨® la Escuela de Traductores de Toledo para intermediar el conflicto entre las tres castas de cristianos, jud¨ªos y musulmanes. Pero en la Baja Edad Media s¨®lo los escribas sab¨ªan leer, pues el resto de personas deb¨ªan conformarse con las diversas culturas orales, que s¨®lo se traduc¨ªan entre s¨ª en esas otras torres de Babel que representaban las pol¨ªglotas plazas mayores: los mercados, las ferias y los zocos, donde el com¨²n de los mortales elevaba su voz al cielo para cruzarla con la de su vecino antes de que el viento se la llevara. Y as¨ª seguimos todav¨ªa hoy en esta posmoderna globalizaci¨®n multicultural en la que ya casi todo el mundo sabe leer y escribir, pero, sin embargo, s¨®lo nos enfrentamos a la diversidad ¨¦tnica con el nuevo oralismo ¨¢grafo de los medios de masas. Cada cual ve su televisi¨®n y escucha su radio en el mismo idioma en que charla con sus amigos y con los vecinos de su misma identidad ¨¦tnica. De ah¨ª que el conjunto de los medios de masas conforme una torre de Babel en el peor sentido de esta expresi¨®n b¨ªblica, que alude a la imposibilidad de comunicarse con los dem¨¢s pueblos extra?os que habitan nuestra comunidad.
Pues bien, frente a este problema de incomunicaci¨®n multicultural, que est¨¢ en el origen de todas las amenazas que nos aterran (como la yihad y la cruzada anglo-sionista), las bibliotecas constituyen nuestra mejor esperanza. Pero no la conservacionista biblioteca-almac¨¦n, donde se deposita la memoria escrita para fosilizarla con fetichismo taxon¨®mico, sino la biblioteca torre de Babel, si entendemos ahora esta expresi¨®n ya no en su sentido b¨ªblico de incomunicaci¨®n xen¨®foba, sino en otro sentido mucho m¨¢s abierto, posibilita y casi redentor o neotestamentario: la biblioteca como aquella instituci¨®n p¨²blica donde se puede aprender a comunicarse con las otras identidades culturales que pueblan nuestras comunidades civiles. En efecto, al igual que el pasado fascismo se quitaba leyendo, tambi¨¦n el presente racismo se puede quitar leyendo. Y para ello nada mejor que la lectura de aquellos escritos for¨¢neos afortunadamente traducidos donde se puede adquirir un conocimiento de primera mano sobre c¨®mo se viven desde dentro las dem¨¢s identidades culturales ajenas.
?Y por qu¨¦ la biblioteca en lugar de la escuela, que es donde anta?o se aprend¨ªa a leer y hoy se vive en directo la incomunicaci¨®n con las identidades for¨¢neas? Desgraciadamente, la escuela tambi¨¦n se ha convertido ya en una multicultural torre de babel, pero en el sentido b¨ªblico y xen¨®fobo de la expresi¨®n, pues en ella nuestros chicos s¨®lo aprenden a odiar a los extra?os (sean mujeres, moros o negros) y a despreciar la escritura en beneficio de las nuevas tecnolog¨ªas de la informaci¨®n, que presuntamente son los ¨²nicos instrumentos de ascenso meritocr¨¢tico. Hoy se cree que para trepar socialmente, que es lo ¨²nico que al parecer importa, leer ya no sirve de nada, y s¨®lo funciona el autista ordenador de acceso a Internet y los orales medios de masas. Por lo tanto, una vez bloqueada la escuela por su arribismo competitivo, s¨®lo nos quedan las bibliotecas como ¨²nica esperanza de aprendizaje y desarrollo de la lectura, entendida como medio de comunicaci¨®n no instrumental, sino expresiva. Pues comunicarse con negros, mujeres o moros no sirve para trepar, sino para convivir con ellos, creando as¨ª un orden civil de respeto y justa reciprocidad.
Y esto las nuevas bibliotecas interactivas s¨ª que pueden lograrlo. De hecho, ya se viene haciendo as¨ª con los c¨ªrculos de lectura promovidos por ellas, donde se aprende a compartir y a contarse unos a otros las respectivas experiencias lectoras, como forma de desarrollar la propia identidad. Y de ah¨ª que tales c¨ªrculos de fomento de la lectura los frecuenten personas con identidad fr¨¢gil por su relativa exclusi¨®n social, como sucede con las mujeres o los mayores. Pues bien, bastar¨ªa con abrir estos c¨ªrculos de lectura a los inmigrantes y a sus hijos, que poseen una identidad desarraigada o dividida y cuya exclusi¨®n social es absoluta. Y si hay que integrarles en nuestros c¨ªrculos de lectura es no s¨®lo para que aprendan a desarrollar su propia identidad mediante la pr¨¢ctica de la lectura, sino adem¨¢s para que sean ellos quienes se la ense?en a los dem¨¢s, compartiendo con ¨¦stos sus se?as literarias de identidad cultural. Pues para respetar y reconocer a culturas como la jud¨ªa o musulmana no hay nada mejor que compartir la lectura, aunque sea traducida, de sus fascinantes literaturas. Es la misi¨®n redentora que bien pudieran cumplir las nuevas torres de Babel.
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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