El pr¨ªncipe destronado
Al despertar Jes¨²s Caldera una ma?ana, tras un sue?o intranquilo, encontr¨®se en su cama convertido en ministro de Trabajo. Hall¨¢base echado sobre el duro caparaz¨®n de su espalda y, al alzar un poco la cabeza, innumerables patitas, lamentablemente escu¨¢lidas en comparaci¨®n con el grosor ordinario de sus piernas, ofrec¨ªan a sus ojos el espect¨¢culo de una agitaci¨®n sin consistencia.
-?Qu¨¦ me ha sucedido? -se pregunt¨® Jes¨²s Caldera-. ?Acaso no iba a ser vicepresidente del Gobierno?
No quise seguir leyendo el texto manuscrito. ?Pobre Jes¨²s! Con raz¨®n hab¨ªa decidido desaparecer. Desde que le hab¨ªa nombrado ministro de Trabajo se sent¨ªa como un insecto, llevando su dolor en secreto, sin que yo no hubiera sabido darme cuenta. Bueno, naturalmente que me hab¨ªa dado cuenta de que aspiraba a ser vicepresidente. Soy bondadoso, tal vez algo ingenuo, pero no memo. Claro que me hab¨ªa dado cuenta. Me refiero a que no sospechaba la profundidad de la herida infligida a Jes¨²s. Entre sus papeles, junto a los deberes que t¨ªo Pedro le viene poniendo durante el verano, hab¨ªa multitud de textos, algunos de ellos poemas, con los que Jes¨²s combat¨ªa la aridez de las matem¨¢ticas.
"Podr¨ªa escribir los versos m¨¢s tristes esta noche
podr¨ªa escribir, por ejemplo,
soy ministro de Trabajo
y la vicepresidencia titila a lo lejos".
?Pobre Jes¨²s! Pobre, pobre Jes¨²s Caldera. Por suerte, s¨¦ conservar la cabeza fr¨ªa. Si no, ahora mismo le nombraba vicepresidente y hundo Wall Street. La vicepresidencia titila a lo lejos, dice. A lo lejos ladran ahora los perros, en la batida organizada para buscarle en el bosque. En cuanto se conoci¨® su desaparici¨®n, se multiplicaron los voluntarios:
-?Yo lo buscar¨¦, jefe! -dijo Pepe Blanco el primero, y fue v¨ªctima de un corro de miradas suspicaces.
-Le voy a dar una buena tunda en cuanto regrese -dec¨ªa Consuelo Rum¨ª, desminti¨¦ndose con l¨¢grimas-. Ya me voy quitando la zapatilla.
-Que le busque el mayor n¨²mero de personas posible -dije- para que Jes¨²s vea lo importante que es.
-La importancia que le damos -murmur¨® Blanco.
-?Calla, bicho! -le dio Chac¨®n un codazo.
-?Leches! -se dobl¨® Blanco, mientras Chac¨®n recib¨ªa algunas felicitaciones que no quise ver.
-?Basta! No quiero disidencias, que el pueblo las castiga, y luego todo son madres m¨ªas y quejas de que si el Gobierno del PP hace esto o hace lo otro. ?Quer¨¦is estudiar Religi¨®n, Hecho Religioso, Matem¨¢tica Religiosa y Biolog¨ªa Religiosa con Historia Religiosa? ?Eh? ?Eso quer¨¦is para vosotros, para Espa?a y para nuestros hijos?
-?Noooooo!
-Pues todo el mundo a buscar a Jes¨²s, como Dios manda, y ma?ana organizamos un fiestorro.
-?Pero un fiestorro para celebrar que lo encontramos o que no?
-?Que te calles, Pepe!
-Si es por aclarar el conceto, co?o, no me des m¨¢s con el codo.
Ya se han callado los perros, ya se oyen voces y risas. Me asomo a la ventana y veo que Jes¨²s regresa a hombros, aunque Pepe Blanco niega gravemente con la cabeza. Creo que puedo adivinar sus pensamientos: "Si empezamos a crear idolatr¨ªas, mal vamos". Ay, Pepe, Pepe... Es profundamente entra?able. Ma?ana sin falta nos reunimos para votar qui¨¦n abandona la casa.
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