Re¨ªrse de nuestro peor enemigo
Sent¨ªa que algunas cosas que la hab¨ªan frenado durante a?os en el camino hacia ser ella misma empezaban a acomodarse en lugares diferentes. Muchas de las ideas que hab¨ªan pasado por su cabeza en otros tiempos y que hab¨ªa descartado deposit¨¢ndolas en el lugar de sus "ideas locas" le volv¨ªan ahora resignificadas desde una p¨¢gina de Internet.
Era bueno descubrir que hab¨ªa una manera distinta y mejor de vivir y de sentirse.
Y sin embargo durante toda la semana no hab¨ªa podido evitar que aparecieran de la mano de aquellas viejas ideas rescatadas algunos de sus temores olvidados.
Marta se dio cuenta de que, una vez m¨¢s, sus aspectos m¨¢s enfermizos la conectaban con el miedo.
Al llegar a su piso se tumb¨® en la cama. Quer¨ªa dormir. Dormir hasta el d¨ªa siguiente o hasta la semana entrante o hasta el a?o pr¨®ximo.
El miedo es causa y consecuencia de la conducta neur¨®tica, y, hasta cierto punto, tambi¨¦n su definici¨®n. El miedo condiciona y limita nuestras vidas
Marta se asust¨® a¨²n m¨¢s, ahora de sus propios pensamientos.
Se oblig¨® a levantarse de la cama y a salir otra vez a la calle. Camin¨® unas ocho calles sin rumbo fijo y sin disfrutarlo. Su mente no paraba. Gir¨® y empez¨® a volver. Al llegar a la esquina de su casa not¨® casi con sorpresa que se sent¨ªa un poco mejor.
Entr¨® en la sala, levant¨® las persianas, abri¨® las cortinas y se sent¨® frente al ordenador. Por primera vez en estos diez d¨ªas revis¨® sus e-mails, quiz¨¢s s¨®lo para confirmar que todav¨ªa segu¨ªa existiendo para sus amigos, aunque, a decir verdad, era ella quien desde hac¨ªa bastante tiempo los ten¨ªa un poco abandonados.
Contest¨® brevemente cada mensaje y despu¨¦s hizo clic en el sector de favoritos sobre palabrasalacarta.com. Al abrirse la p¨¢gina apareci¨® el conocido rect¨¢ngulo y Marta escribi¨®
MIEDO
Sabemos que sin ser aut¨¦nticos nunca podremos ser felices. Nos damos cuenta de que no ser quienes somos nos ocasiona sufrimiento y consume nuestra energ¨ªa creativa tratando de sostener los roles prefijados. Nos quejamos de la falta de contacto afectivo sincero con nuestros seres queridos. Y en gran medida somos nosotros mismos los que no nos animamos a ser quienes verdaderamente somos...
La pregunta obvia persigue a los individuos desde el comienzo de la civilizaci¨®n incluyendo a fil¨®sofos, psic¨®logos y soci¨®logos: ?qu¨¦ nos impide ser aut¨¦nticos?
La respuesta tambi¨¦n es obvia: el miedo.
Y m¨¢s precisamente, todos los h¨¢bitos evitativos y paralizantes que hemos adquirido como consecuencia del anclaje en alg¨²n miedo, propio o ajeno.
El miedo es, entonces, causa y consecuencia de la conducta neur¨®tica y, hasta cierto punto, tambi¨¦n su definici¨®n. El miedo condiciona, limita, restringe, achica y distorsiona nuestras vidas.
?Seremos capaces de re¨ªrnos de nuestro peor enemigo?
Cuentan que un d¨ªa, la madre despert¨® a su hijo alrededor de las siete de la ma?ana y mantuvo con ¨¦l este di¨¢logo:
-No quiero ir a la escuela, mam¨¢, no quiero...
-Pero tienes que ir igual, hijo.
-No quiero, mami, no quiero, d¨¦jame faltar, por favor...
-Pero, ?qu¨¦ es lo que pasa, hijo, que nunca quieres ir al colegio?
-Es que me da miedo el colegio, mami... los chicos me tiran tizas y me roban las cosas de mi escritorio, mami... los maestros me maltratan... y se burlan de m¨ª... d¨¦jame faltar, mami...
-Mira hijo, tienes que ir por cuatro razones: la primera, justamente para enfrentar ese miedo que te acosa; la segunda, porque es tu responsabilidad; la tercera, porque ya tienes cuarenta y dos a?os, y la cuarta... porque eres el director.
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