"Un hospital de desolados"
Juan Aliaga, el m¨¦dico de al federaci¨®n, se lo hab¨ªa advertido de buena ma?ana. "Bebed, bebed", les dijo a los ciclistas. "Bebed agua y bebed sales. No os qued¨¦is secos, deshidratados, pero tampoco os pas¨¦is, hiponatr¨¦micos. Bebed, bebed". Y all¨ª estaba Aliaga, saliendo de boxes, de las jaimas en la que estaban los corredores. "Aquello parece un hospital", advirti¨®. "Un hospital de desolados". Y all¨ª, acompa?ados de sus novias, de sus chicas, Guti¨¦rrez y Freire lam¨ªan sus heridas. El primero temiendo que los problemas en el antebrazo derecho le impidan el mi¨¦rcoles tomar la salida en la contrarreloj. El segundo haciendo c¨¢lculos sobre lo que le queda de temporada. Valverde, piernas en alto, recuperando el soplo. Los tres, admirados de Bettini. Contentos porque el oro ol¨ªmpico lo hubiera conseguido el m¨¢s fuerte. De fondo -hasta all¨ª llegaban los altavoces del podio-el fratelli de Italia, el himno hermoso y alegre como una marcha. El himno que m¨¢s le pega a Bettini, al grillo cantar¨ªn.
"Pese a todo, pese a que el recorrido era indigno de unos Juegos, muy estrecho, muy peligroso, ha ganado el m¨¢s fuerte", admit¨ªa Freire. "S¨ª, el m¨¢s fuerte", dijo Igor Galdeano, "aunque la selecci¨®n la ha hecho el calor, no el circuito".
Bettini, 30 a?os, de Cecina (Livorno), clasic¨®mano de genio y de gran palmar¨¦s -dos Liejas, una San Remo, tres o cuatro m¨¢s de agosto, podios mundiales- llevaba meses pensando en los Juegos, dise?ando el equipo que le deb¨ªa acompa?ar, convenci¨¦ndose de que iba a ganar en Atenas. "Me acost¨¦ so?ando con la medalla de oro", dijo el italiano, "y en el desayuno me dije: "hoy toca, vamos a por el oro".
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