Un capitalismo a la mano
Hace 10 a?os, Cuba vivi¨® el tercer ¨¦xodo masivo de su historia revolucionaria: el de decenas de miles de balseros desde las costas occidentales de la isla. La crisis del verano del 94 se inici¨® con varios conatos de protesta social y emigraci¨®n ilegal, que fueron violentamente reprimidos por el Gobierno de Fidel Castro. El hundimiento del remolcador 13 de Marzo, donde perecieron decenas de ni?os, fue s¨®lo una entre las varias acciones represivas de aquel verano. A principios del a?o siguiente, el flujo logr¨® detenerse con un acuerdo migratorio entre Estados Unidos y Cuba, que regular¨ªa la concesi¨®n de 20.000 visas anuales por el Departamento de Estado.
Luego del golden exodus de los sesenta, que represent¨® la salida de unos 200.000 cubanos, pertenecientes a las clases medias y altas de la Rep¨²blica, y de la estampida de otros 125.000 por el puerto de Mariel, en 1980, la oleada migratoria de 35.000 balseros, en 1994, imprimi¨® nuevas caracter¨ªsticas al exilio cubano. Por primera vez llegaba a Miami una generaci¨®n enteramente moldeada por el orden revolucionario: una generaci¨®n nacida en la Cuba de Fidel Castro y educada en la ideolog¨ªa socialista. Se produjo, entonces, el inesperado encuentro de tres sujetos, concebidos para negarse entre s¨ª: los "gusanos", la "escoria" y el "hombre nuevo".
La crisis de los balseros, adem¨¢s de confirmar la disponibilidad de una nueva arma -el ¨¦xodo masivo- por parte del Gobierno de Fidel Castro, en su guerra virtual contra Estados Unidos, evidenci¨® las profundas diferencias entre las tres generaciones de emigrantes cubanos. Al igual que en el 80, la comunidad cubana asentada en Miami recibi¨® a los balseros con ambivalencia: muchos exiliados se movilizaron para rescatar a los n¨¢ufragos y facilitarles la integraci¨®n a la nueva sociedad, pero tampoco faltaron quienes rechazaran la cultura hedonista, instrumental y despolitizada de los reci¨¦n llegados.
Las diferencias generacionales dentro del exilio cubano est¨¢n relacionadas con las diferentes Cubas que se dejaron atr¨¢s. El golden exodus abandon¨® la isla luego de haber sido despojado de todos sus bienes y fortunas, acumulados, en algunos casos, desde los siglos coloniales. Esa emigraci¨®n, mutilada por fusilamientos y presidios, dijo adi¨®s al esplendor republicano y asumi¨® el exilio como la p¨¦rdida del para¨ªso. El regreso se convirti¨®, para los primeros exiliados cubanos, en una posibilidad ¨²nicamente relacionada con la reconquista del pa¨ªs, con el triunfo militar y pol¨ªtico sobre el Gobierno de Fidel Castro.
La emigraci¨®n de Mariel, en cambio, dej¨® atr¨¢s el socialismo cubano, justo en su momento de mayor sovietizaci¨®n. El pasado de los marielitos se quebr¨® en dos versiones: la infancia qued¨® vinculada a un breve lapso de felicidad, bastante remoto, mientras que la adolescencia y la juventud se asociaban a la ¨¦poca m¨¢s autoritaria de la Revoluci¨®n. Los exiliados de Mariel, que sufrieron "actos de repudio" en la isla y desprecio de algunos de sus compatriotas en Miami, han sido enemigos del regreso y s¨®lo en la ¨²ltima d¨¦cada algunos de ellos han comenzado a viajar a una Cuba poscomunista, muy distinta al sat¨¦lite sovi¨¦tico del que huyeron en 1980.
Finalmente, casi todos los balseros y emigrantes legales de los ¨²ltimos diez a?os dicen adi¨®s a un orden social que les resulta inc¨®modo y opresivo, pero que, en propiedad, no los expulsa ni los denigra. A diferencia de los marielitos, que fueron martirizados en los pogromos revolucionarios de 1980, los balseros eran despedidos en largas procesiones de curiosos y amigos que les acompa?aban hasta las costas de la isla. El Gobierno de Fidel Castro y la clase pol¨ªtica cubanoamericana coinciden en un punto: el ¨¦xodo de los balseros no es, propiamente, un exilio, sino una oleada de emigrantes econ¨®micos, como los mexicanos o los centroamericanos, que apenas se establecen en Miami ya est¨¢n dispuestos a regresar sin condiciones a la isla.
Esta coincidencia, sin embargo, se traduce en formas divergentes de relaci¨®n con ese sujeto migratorio. Mientras el liderazgo hist¨®rico del exilio cubano rechaza la despolitizaci¨®n de los ¨²ltimos emigrantes, a quienes considera c¨®mplices del r¨¦gimen castrista por su oposici¨®n a las restricciones de viajes y remesas, el Gobierno de Fidel Castro los aprovecha como soporte econ¨®mico del precario socialismo cubano y como evidencia de que la emigraci¨®n no se produce por malestares o disidencias pol¨ªticas. En pocas palabras: los viajes y las remesas de los ¨²ltimos emigrantes cubanos le sirven a Fidel Castro para dos prop¨®sitos: apuntalar con d¨®lares de la emigraci¨®n la etapa terminal del castrismo y esgrimir las demandas de la reunificaci¨®n familiar y la reconciliaci¨®n nacional -que le resultan tan inc¨®modas- en contra de la oposici¨®n, el exilio y la Casa Blanca.
Las diversas pol¨ªticas del adi¨®s de la emigraci¨®n cubana han entrado en una nueva fase de conflicto en los ¨²ltimos a?os. La intensificaci¨®n del embargo anunciada por la Administraci¨®n de George W. Bush en la primavera de este a?o, aunque responda a un ardid electoral, ha acentuado la brecha generacional dentro de la emigraci¨®n cubana. La pol¨ªtica cubanoamericana se enfrenta, pues, a un nuevo desaf¨ªo: producir una estrategia que favorezca una transici¨®n pac¨ªfica y negociada a la democracia en Cuba, liderada por la oposici¨®n interna y sectores reformistas del Gobierno, sin que las diferencias generacionales entre el exilio hist¨®rico y la nueva di¨¢spora deriven en una polarizaci¨®n, f¨¢cilmente aprovechable por la l¨ªnea dura del castrismo.
Los sobrevivientes del primer exilio, que han visto morir a cientos de miles de compatriotas lejos de Cuba, tienen poderosas razones sentimentales para oponerse a una normalizaci¨®n de los v¨ªnculos entre la emigraci¨®n y la ciudadan¨ªa de la isla.
Pero a la vez, el Gobierno de Fidel Castro sabe que, poco a poco, las remesas y el turismo se convierten en las ¨²nicas compensaciones para el descalabro econ¨®mico del pa¨ªs. A medida que se acerca el fin de su r¨¦gimen, Castro siente que Miami, la ciudad construida por sus v¨ªctimas y sus enemigos, posee lo que ¨¦l desea: una poblaci¨®n de cubanos pr¨®speros y un capitalismo a la mano.
Rafael Rojas es escritor y ensayista cubano, codirector de la revista Encuentro.
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