Goethe y las flores
En 1787, durante un viaje por Italia, Johann Wolfgang Goethe descubri¨® una de las claves de la biolog¨ªa. Esc¨²chenlo de su propia voz: "Paseando por los jardines p¨²blicos de Palermo, se me ocurri¨® de pronto que en el ¨®rgano de la planta que solemos llamar la hoja se ubica el verdadero Proteus, que puede esconderse o revelarse en todas las formas vegetales. De principio a fin, la planta no es m¨¢s que hoja". Goethe expresaba as¨ª su convicci¨®n de que la flor, con todas sus espectaculares especializaciones -s¨¦palos, p¨¦talos, estambres y carpelos-, es en realidad un manojo de hojas disfrazadas de otra cosa.
La idea de Goethe era sobre todo eso, una idea, pero el gran poeta alem¨¢n utiliz¨® en su apoyo un argumento que todav¨ªa tardar¨ªa m¨¢s de un siglo en inventarse oficialmente. Razon¨® que las flores cultivadas por los jardineros -variedades aberrantes seleccionadas por su vistosidad- ofrec¨ªan una pista esencial para entender el desarrollo normal de las plantas. Como la parte de la flor m¨¢s vistosa son los p¨¦talos, los jardineros suelen seleccionar variedades que tienen m¨¢s p¨¦talos de lo normal. Y Goethe repar¨® en que esos p¨¦talos extra se formaban a costa de las dem¨¢s partes de la flor. Una rosa comercial, por ejemplo, puede tener los ¨®rganos sexuales (estambres y carpelos) transformados en p¨¦talos, y a veces en un ramillete mixto de p¨¦talos y hojas.
Para Goethe, esto demostraba que en el fondo toda la flor era un manojo de hojas, aunque transformadas en uno u otro ¨®rgano floral. Las manipulaciones de los jardineros alteraban esa transformaci¨®n y revelaban as¨ª la profunda unidad que subyac¨ªa a la diversidad superficial. Este concepto -estropear una maquinaria biol¨®gica para deducir cu¨¢l era su papel cuando funcionaba- es el fundamento de la gen¨¦tica cl¨¢sica, que todav¨ªa tardar¨ªa 78 a?os en inventarse, y 35 m¨¢s en integrarse en la pr¨¢ctica cient¨ªfica.
Enrico Coen, del Centro John Innes de Norwich (Reino Unido), un brillante bi¨®logo molecular especializado en el desarrollo de las plantas, cree en la trascendencia de esa contribuci¨®n de Goethe. "Desde la perspectiva actual", escribe Coen, "muchas de las ideas de Goethe han resultado clarividentes. La idea de que los diferentes ¨®rganos de una planta son variaciones sobre un mismo tema tiene un aire muy moderno, pero su aportaci¨®n m¨¢s perspicaz fue proponer que el estudio de las anormalidades puede servir para entender el desarrollo normal" (C. R. Acad. Sci. Par¨ªs, 324:1).
La reacci¨®n de los cient¨ªficos de la ¨¦poca fue por lo general bastante miope. Fruncieron los labios, acusaron a Goethe de estar desfigurando la realidad para adaptarla a sus prejuicios po¨¦ticos y siguieron concentrados en su ciencia dieciochesca. Torpes.
Coen y otros investigadores han aclarado en los ¨²ltimos a?os la estrategia de dise?o de las flores. Lo llaman el modelo abc, y lo han deducido bas¨¢ndose en estas observaciones: las mutaciones en los genes a convierten la flor normal (s¨¦palos, p¨¦talos, estambres y carpelo, de fuera adentro) en una aberraci¨®n del tipo carpelo, estambre, estambre y carpelo. Las mutaciones en los genes b producen s¨¦palo, s¨¦palo, carpelo y carpelo. Las de los genes c generan s¨¦palo, p¨¦talo, p¨¦talo y s¨¦palo. Algunas variedades de jard¨ªn son mutantes c, como es l¨®gico, con tanto p¨¦talo. Si se mutan a la vez los genes b y c, todo son s¨¦palos, que son casi como hojas.
De esos datos, y aplicando el m¨¦todo de Goethe, los cient¨ªficos han inferido el mecanismo normal de desarrollo: los genes a se activan en la parte de fuera de la futura flor y definen los s¨¦palos. Los genes c se activan en el centro y definen el carpelo. Los genes b ocupan una posici¨®n intermedia, de modo que la suma de a y b define los p¨¦talos, y la suma de b y c define los estambres. ?Rigidez alemana? No: verdad po¨¦tica.
LUIS F. SANZ
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