"La emoci¨®n me super¨®"
Manolo Mart¨ªnez admite haberse sentido desbordado por el peso simb¨®lico del escenario
"Competir aqu¨ª no tiene nada que ver con hacerlo en un estadio normal", dijo Manolo Mart¨ªnez. Competir en el primer gran estadio del mundo es hacerlo a la sombra del monte Cronos, rodeado de pinos, olivos y cipreses centenarios. El ruido de las cigarras enciende el aire con un sonido prehist¨®rico y entre los atletas vuelan las lib¨¦lulas. Los aficionados se sientan en la hierba y comen baklava y otros pastelitos con miel y frutos secos. El sol calienta la pista de arena y la brisa hace remolinos con el polvo. El contacto con la naturaleza es poderoso. Olimpia, como Delfos, es el cl¨¢sico santuario griego. Un lugar de culto pagano en el que los hombres, aunque pesen m¨¢s de 150 kilos, se sienten peque?os. Algo as¨ª dijo Manolo: "Este sitio es impresionante".
"Me ha superado", admiti¨® el lanzador leon¨¦s, sudoroso y feliz despu¨¦s de pasar por momentos de intensa angustia en los tres tiros de clasificaci¨®n; "me he emocionado much¨ªsimo. Entras al t¨²nel y, al salir, te encuentras con este estadio donde los atletas compet¨ªan hace 2.700 a?os. Creo que el m¨¢s emocionado de todos era yo. Hab¨ªa espa?oles anim¨¢ndome y mucha gente de otros pa¨ªses, griegos, alemanes... Me gritaban '?Manolo!'. Despu¨¦s, mientras me calentaba, he hecho un lanzamiento que creo que ha pasado de los 21 metros. Fue dif¨ªcil de llevar porque he visto que estaba muy bien y la gente ha respondido con mucha expectativa. He tenido que bajar el ritmo y, cuando me ha tocado lanzar por la clasificaci¨®n, no he sido capaz de meterme en la competici¨®n hasta el tercer intento. Despu¨¦s de tantas emociones, ha sido dif¨ªcil".
El lanzador espa?ol estuvo a punto de quedarse fuera de la final con dos tiros que no llegaron a los 20 metros. En el ¨²ltimo, cuando m¨¢s le atormentaba la idea de desmoronarse, clav¨® la bola de acero a 20,37 metros y fue suficiente: "La clasificaci¨®n siempre es dif¨ªcil porque empezamos a horas intempestivas [las 10.00 de la ma?ana], hay muchos lanzadores y tienes que esperar mucho tiempo entre un tiro y el siguiente. Piensas que no es una clasificaci¨®n cualquiera, que est¨¢s en unos Juegos y que te va en ello el trabajo de cuatro a?os, que lo puedes echar por la borda".
Para Manolo Mart¨ªnez competir en Olimpia fue "un regalo". Pero le lleg¨® envenenado. Las emociones no le dejaron concentrarse en la prueba y es en ese instante cuando algunos atletas se sumergen en pesadillas. "Cuando est¨¢s esperando a tirar, intentas evadirte", dijo; "haces ejercicios de introspecci¨®n, te metes dentro de ti mismo". As¨ª anduvo antes del primero y el segundo lanzamiento, pase¨¢ndose por la arena con la mirada puesta en el suelo, tal vez pensando en los h¨¦roes que la hab¨ªan pisado, en Leonidas de Rodas, en Astylos de Crot¨®n... Carlos Bur¨®n, su entrenador, lo vio un poco perdido, en una din¨¢mica que lo llev¨® a la frustraci¨®n en los ¨²ltimos Mundiales. "He visto que en los dos primeros lanzamientos ejecutaba los movimientos con algo de lentitud", coment¨®; "le faltaba darle m¨¢s velocidad. En el primero no le dije nada. En el segundo, tampoco, esperando que ¨¦l reaccionara solo. Pero despu¨¦s le he dicho que fuera m¨¢s r¨¢pido".
Porque se lo dijeron o porque se dio cuenta, Manolo acert¨® en su ¨²ltima bola. Fue el desenlace de dos d¨ªas que el leon¨¦s nunca olvidar¨¢. Dos d¨ªas que comenz¨® visitando las ruinas del templo de Zeus, entre los ¨¢rboles sagrados, en una suerte de preparaci¨®n espiritual que le emocion¨® demasiado.
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