Un h¨¦roe a la antigua
Excepto Jos¨¦ de Nazaret y Geppetto, no muchos carpinteros han pasado a la historia. Ahora habr¨¢ que incluir en la lista a Harrison Ford, un escolar callado y solitario que lleg¨® a convertirse en legatario de la tradici¨®n del h¨¦roe de aventuras. Cuatro d¨¦cadas despu¨¦s de los tiempos del cine matinal de domingo -"para ni?os de 8 a 80 a?os"-, Hollywood cre¨® dos personajes dignos de exigir la vez en la l¨ªnea sucesorial.
No pod¨ªan imaginar Sandok¨¢n -el navegante vengador-, Tarz¨¢n -el rey de la jungla-, Roy Rogers -el vaquero amable- o Superman -el hombre de acero- que el heredero de su patrimonio m¨ªtico iba a ser un pirata interplanetario susceptible de desdoblarse en profesor de arqueolog¨ªa.
En la vida real, Harrison Ford no es muy distinto de su fantasma del celuloide: t¨ªmido, solitario, arisco, de pocas palabras
Han Solo, piloto mercenario del cosmos, e Indiana Jones, el cient¨ªfico que a pesar suyo vive un torbellino de azarosas vicisitudes, fueron esos h¨¦roes capaces resucitar un p¨²blico adicto a las series de aventuras. Ambos tienen un solo nombre: Harrison Ford. Han Solo naci¨® en La guerra de las galaxias (1977) y naveg¨® en dos cap¨ªtulos m¨¢s de aquella hist¨®rica pel¨ªcula. Indiana Jones ni siquiera figuraba en el t¨ªtulo original, que se llam¨® simplemente Los cazadores del arca perdida (1981). Fue el espectador quien incorpor¨® su nombre.
Luego vinieron dos secuelas cuya primera referencia era el personaje: Indiana Jones y el templo maldito (1984) e Indiana Jones y la ¨²ltima cruzada (1989). El sello de I. J. qued¨® grabado hasta tal punto en Harrison Ford que muchas de las pel¨ªculas que rod¨® despu¨¦s parecen llevarlo. Air Force One (1993) podr¨ªa haberse titulado Indiana Jones y el avi¨®n presidencial, y Caprichos del destino (1999) podr¨ªa ser tambi¨¦n Indiana Jones y la ad¨²ltera difunta. Cuando Harrison Ford haga Hamlet, la tentaci¨®n ser¨¢ llamarla Indiana Jones y la calavera del rey.
?sa es la gloria y ¨¦sa la miseria del actor que se transustancia con un h¨¦roe de aventuras. Tanto se confundi¨® Johnny Weissmuller con Tarz¨¢n que no dej¨® de serlo ni siquiera cuando, extraviada la raz¨®n, agonizaba en medio de berridos lastimeros que quer¨ªan parecerse a los gritos del Hombre Mono.
En unas cuantas pel¨ªculas cabe olvidar, mediante esforzada abstracci¨®n, que ¨¦se es el cuerpo de Indiana Jones. Pero es imposible no pensar que se trata de Harrison Ford, as¨ª encarne al capit¨¢n de submarinos Alexei Vostrikov (K 19) o al inventor Allie Fox (La costa de los mosquitos). Ford no se adapta f¨¢cilmente a la forma del recipiente; es m¨¢s aconsejable acomodar el envase al contenido. Por eso sus papeles coinciden con sus medidas de actor. Cuando fue Richard Kimble, el m¨¦dico de la deliciosa aventura de El fugitivo (1993), sonri¨® pocas veces. A?os despu¨¦s, Vostrikov era el mismo Kimble, pero con apenas una sonrisa en 123 minutos. En la escala Ford de personajes, la distancia entre el m¨¦dico gringo y el militar ruso se mide por el n¨²mero de sonrisas emitidas.
Nada de esto significa que carezca de personalidad dram¨¢tica. Por supuesto que la tiene. Ha logrado crear un h¨¦roe estupendo y cl¨¢sico, un h¨¦roe que refuta al antih¨¦roe de los a?os sesenta. El anti-007, digamos. Si James Bond es de Armani, Harrison Ford es de mercadillo. La ropa nunca le queda realmente bien; el pelo se rebela a toda forma de gomina; la chupa de Indiana Jones parece un n¨²mero m¨¢s peque?a; el esmoquin de Kimble sufre de mangas cortas. Estamos ante un h¨¦roe a quien no persiguen enemigos sino fuerzas, destinos. Bond, James Bond, luchaba contra Goldfinger y Mand¨ªbulas. Harrison Ford y sus personajes combaten contra azares, infortunios, malaventuras.
Pero lo hacen en forma concreta y constante, y de all¨ª la capacidad seductora de I. J. Siempre est¨¢ a punto de morir, y siempre se salva. Eso es sabido, y la intriga consiste en saber c¨®mo le sacar¨¢ del apuro George Lucas, creador del personaje con Steven Spielberg. En el ¨²ltimo cap¨ªtulo de la trilog¨ªa, Harrison lucha contra unos bandidos, un tren en movimiento, un le¨®n, un nido de serpientes, un rinoceronte, un naufragio, dos incendios, una legi¨®n de ratas, varias ametralladoras, la h¨¦lice de un barco, una pandilla nazi, proyectiles diversos, un avi¨®n destrozado, tanques, un precipicio, una espada colosal, un puente invisible y grietas en el piso. As¨ª era en el cine de domingo, y el p¨²blico agradeci¨® la inyecci¨®n de nostalgia convirtiendo a las dos trilog¨ªas en pel¨ªculas multimillonarias.
En la vida real, Harrison Ford no es muy distinto a su fantasma del celuloide: t¨ªmido, solitario, arisco, de pocas palabras. "Imposible saber qu¨¦ esconde tras esa frialdad", comenta un periodista. M¨¢s que frialdad, tiene perfil de insipidez: no le gusta la m¨²sica, casi nunca va al cine, lee poco, se considera aburrido. Es cort¨¦s con la prensa, pero no acepta preguntas sobre su vida personal, donde lo m¨¢s destacable es otra trilog¨ªa, esta vez de ¨ªndole matrimonial.
Hijo de madre rusa jud¨ªa y padre irland¨¦s cat¨®lico, naci¨® en Chicago en 1942. Quiso ser profesor de ingl¨¦s, pero result¨® mal estudiante; despu¨¦s, guardabosques, pero s¨®lo lo fue cuando, ya adinerado, compr¨® un rancho en Wyoming. Con su novia universitaria se march¨® a Hollywood y estudi¨® arte dram¨¢tico. Las cosas no iban bien. Los papeles que pillaba eran pocos, malos y pobres. Medios minutos en teleseries como Dinast¨ªa, Ironside y Kung Fu. Para peor, le obligaron a intercalar una J en su nombre -Harrison J. Ford- porque en tiempos del cine mudo hubo un tocayo m¨¢s famoso que ¨¦l.
Como la actuaci¨®n no daba para sostener una familia, volvi¨® su profesi¨®n un viejo pasatiempo y se hizo carpintero. Siete a?os vivi¨® del serrucho y el martillo. "Estaba frustrado pero no derrotado -confiesa-, y manten¨ªa mi ambici¨®n de actuar". Uno de sus clientes fue el m¨²sico brasile?o Sergio Mendes. Otro, Fred Roos, director de elencos de estudios Universal, que lo cit¨® para una pel¨ªcula poco promisoria que dirig¨ªa un tal George Lucas. Ford rechaz¨® el papel porque s¨®lo le pagaban 485 d¨®lares semanales, pero con 15 m¨¢s lo convencieron. American graffiti (1973) tuvo ¨¦xito arrollador y le abri¨® las puertas de las galaxias y de Indiana Jones.
Desde entonces ha filmado m¨¢s de 20 pel¨ªculas y construido una fiel cauda de admiradores alrededor del mundo. Aunque no ha ganado un Oscar y el Paseo de la Fama tard¨® 30 a?os en reconocerle una estrella, ya no firma con la J y las mujeres le consideran un s¨ªmbolo sexual.
Indiana Jones es un icono, como los de los viejos cines de domingo. "Est¨¢ tan incrustado en nuestra conciencia nacional", comenta el cr¨ªtico Randy Sluganski, "que resulta dif¨ªcil creer que existe como s¨ªmbolo desde hace apenas 20 a?os".
Los fan¨¢ticos del arque¨®logo aventurero se preguntan por la anunciada cuarta parte de la serie. Indiana ya no ser¨¢ un profesor joven sino un sesent¨®n, como Ford. Hay versiones contradictorias. Una noticia reciente dice que se aplaz¨® el proyecto. Otra afirma que se estrenar¨¢ en julio del 2006.
En I. J. III (La ¨²ltima cruzada), una atractiva nazi dice a Indy que ha sobrevivido a una trampa mortal:
-No esperaba volver a verlo.
Y el arque¨®logo contesta:
-Soy como un billete falso: siempre reaparezco.
Confiemos en que Harrison Ford reaparecer¨¢ y disfrutaremos de I. J. IV.
Desde Chicago
"Me dijeron que iba a ser Indiana Jones un mes antes de empezar el rodaje. Spielberg hab¨ªa pensado en otro; yo era la segunda opci¨®n. Pero ser la segunda opci¨®n no est¨¢ tan mal...". En aquel entonces, Harrison Ford (Chicago, 1942) ya hab¨ªa actuado en American graffiti (1973), en La guerra de las galaxias (1977) de George Lucas y en Apocalypse now (1979) de Francis Ford Coppola: ya era una estrella. Y su ex esposa, Melissa, ya trabajaba en el gui¨®n de E.T., la historia que el mismo Spielberg iba a llevar a las pantallas de todo el mundo. Pero Harrison Ford no era -no es- el tipo de estrella que lo tiene todo f¨¢cil desde el principio. Hasta 1973, cuando obtuvo el papel en American graffiti, su ¨²nica pel¨ªcula importante fue Zabriskie Point (1970), de Michelangelo Antonioni: pero Ford particip¨® como simple extra... El encuentro con Lucas es decisivo. El actor de Chicago empieza a colaborar con los mejores directores de Hollywood, actuando en pel¨ªculas que son parte de la historia reciente del cine. Las series La guerra de las galaxias (George Lucas) e Indiana Jones (Steven Spielberg) le regalan sus papeles m¨¢s conocidos. Pero Ford tambi¨¦n ser¨¢ dirigido por otros grandes: adem¨¢s de Francis Ford Coppola, Ridley Scott (en Blade runner, 1982), Peter Weir (?nico testigo, 1985 y La costa de los Mosquitos "mi pel¨ªcula favorita", 1986), Roman Polansky (Fren¨¦tico, 1988) y Mike Nichols (Armas de mujer, 1988).
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