Para loa de taxidermistas
Algunos toros pesaron m¨¢s de 600 kilos y uno lleg¨® a los 716. S¨®lo eso como n¨²mero. En cuanto a comportamiento, su calificaci¨®n es p¨¦sima. La mayor¨ªa fueron mansos del hocico al rabo. Entre ca¨ªdas y genuflexiones contabilizaron 17 veces. Imaginamos grabadas en sus axilas -suponiendo que los toros tengan axilas- las iniciales BEI (borregos e inv¨¢lidos). Produc¨ªan un mayor desencanto, y hasta una miaja de mala disposici¨®n contra ellos, el hecho de que, siendo en apariencia impresionantes, por peso y por enormes pitones, su comportamiento fuera tan desprovisto de bravura, motor y ferocidad. Eran nada de la nada dentro de la gran apariencia. Le pon¨ªan a uno contra el aserto de Ernest Hemingway: "El verdadero toro de lidia no tiene miedo a nada ni a nadie, y, en mi opini¨®n es el animal m¨¢s hermoso que pueda verse, ya sea en movimiento o en reposo". Le falt¨® a?adir al escritor de Illinois que algunos de los toros de ayer s¨®lo sirvieron para que se lucieran los taxidermistas. El resto es literatura taurina...
Samuel / Ponce, D¨¢vila, Jim¨¦nez
Toros de Samuel Flores, grandes y sin clase. Enrique Ponce: aplausos y vuelta al ruedo. D¨¢vila Miura: silencio en los dos. C¨¦sar Jim¨¦nez: aplausos y silencio. Plaza de Vista Alegre, 20 de agosto. 7? de feria. Lleno.
Con ese material de desecho Enrique Ponce traz¨® series cortas con las dos manos en su primero. Aplic¨® suavidades. En su segundo, toro noble, bob¨®n, soso y sin chispa, ofreci¨® el torero el talento de la templanza y la lentitud. Faena de encaje y finura, bien medida, con derechazos cortos y muy empalmados. En su contra, digamos que dej¨® pegar a sus toros en demas¨ªa.
De D¨¢vila Miura, anotar que pech¨® con el peor lote. Con ese material inservible poco pudo hacer.
C¨¦sar Jim¨¦nez, en su primero se apunt¨® a un hermoso ramo de vulgaridad. Faena movida, faena mentirosa. Un maremoto en una piscina. Pases fardales, esto es, amontonados como un fardo. M¨¢s que torero se merece el apelativo de estibador. Eso en su primero, donde su muleta se inscribi¨® en el club del enganch¨®n. O, por decirlo de otro modo, la muleta llevaba el marchamo de ser un revuelto de setas sin ning¨²n huevo a la vista.
De los hombres de plata qued¨® en el espacio de Vista Alegre el segundo par de banderillas que dibuj¨® El Chano en el tercero de la tarde. Tambi¨¦n cabe apuntar la lidia de Mariano de la Vi?a en el segundo toro de su matador, Enrique Ponce.
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