?Abajo las murallas!
El Gobierno autoriz¨® derribar los muros de Barcelona hace 150 a?os, dando paso al Eixample, 20 veces mayor que la ciudad vieja
Le cost¨®, pero Barcelona logr¨® derribar sus murallas. El d¨ªa D fue el 24 de agosto de 1854, pasado ma?ana har¨¢ 150 a?os. Ese d¨ªa fue m¨¢gico para la ciudad, una de esas fechas que queda grabada en la historia con letras gruesas. El Gobierno autoriz¨® el anhelado derribo de los muros que encorsetaban la ciudad y que hab¨ªan movilizado a los barceloneses al grito de Abajo las murallas. Para rememorar ese momento hist¨®rico, el Ayuntamiento prepara una exposici¨®n que arrancar¨¢ el 19 de noviembre y se llamar¨¢ precisamente Abajo las murallas. La exposici¨®n tendr¨¢ lugar en el Museo de Historia de la Ciudad, en la Plaza del Rei.
La exhibici¨®n pretende reflejar que en 1854 Barcelona era una especie de olla a presi¨®n a punto de explotar. Casi 150.000 personas viv¨ªan encerradas dentro de sus muros medievales con serios problemas de higiene. "?ramos la ciudad m¨¢s congestionada de Europa, con 859 habitantes por hect¨¢rea en 1859 mientras que Madrid ten¨ªa 384; Par¨ªs, 356, y Londres, 86", explica Salvador Tarrag¨®, experto en el Eixample y profesor de la Escuela Superior de Ingenieros de Caminos Canales y Puertos de la UPC.
Estaba prohibido edificar a 1,2 kil¨®metros de los fosos, la distancia a que llegaba un tiro de ca?¨®n
El muro sal¨ªa caro: Los productos que pasaban por sus puertas deb¨ªan pagar impuestos
La situaci¨®n de la ciudad era insostenible. Hab¨ªa doblado su poblaci¨®n en poco m¨¢s de un siglo y no pod¨ªa crecer. Baste decir que si entonces ten¨ªa 150.000 habitantes, hoy en el distrito de Ciutat Vella -equivalente a la ciudad amurallada salvo la Barceloneta- viven apenas 100.000 almas.
Barcelona era una plaza fuerte militar. Mientras la ciudad se ahogaba dentro de sus muros, fuera de las murallas hab¨ªa un inmenso terreno de huertos y zona militar de tiro. "Fuera de las murallas estaba prohibido construir a una distancia de 1,2 kil¨®metros, que era la longitud que alcanzaba un tiro de ca?¨®n de la ¨¦poca", dice Ferran Sagarra, profesor de la Escuela de Arquitectura y autor de la tesis doctoral Barcelona, ciudad en transici¨®n 1848-1868. Las casas m¨¢s cercanas a la ciudad amurallada estaban en los pueblos de Sant Gervasi, Sants, Sarri¨¤ o Sant Andreu.
El Ayuntamiento llevaba a?os pidiendo la ca¨ªda de los muros. Pero estall¨® el bienio progresista capitaneado por Espartero -que 12 a?os antes hab¨ªa bombardeado Barcelona- y O'Donnell, y aquello fue el fogonazo. El 2 de marzo de 1854, el alcalde, Antonio Aheran, reclam¨® el derribo en un contundente informe de 16 p¨¢ginas, y el gobernador civil, el liberal Pascual Madoz, respald¨® al Ayuntamiento ante el Gobierno.
Apoyado por la Junta de F¨¢bricas y la Sociedad de Amigos del Pa¨ªs, el Ayuntamiento exig¨ªa el derribo por motivos higi¨¦nicos y econ¨®micos. Sus argumentos no eran nimios: "En vez de respirarse un puro ambiente y de ser seco el piso de las calles, el sol desciende apenas a enjuagar su humedad y el aire se renueva mal en las habitaciones bajas". Y agregaba el alcalde: (...) Una poblaci¨®n
aprisionada por un cinto de murallas" con (...) "estrechas y tortuosas calles y careciendo de plazas y paseos interiores", Y remachaba el alcalde: "Si para que no deje de ser Barcelona una plaza fortificada, deja de concederse el ensanche total de la misma, se la hiere de muerte en su porvenir fabril y comercial y en pos de ella vendr¨¢ la decadencia fabril y comercial del pa¨ªs".
Raz¨®n no le faltaba al Ayuntamiento. A partir de mediados de la d¨¦cada de 1840 se prohibi¨® construir nuevas f¨¢bricas dentro de la ciudad y faltaba espacio para crecer. El ¨¢rea con mayor densidad de f¨¢bricas era el Raval, entonces la zona m¨¢s nueva de Barcelona, entre las calles de la Reina Amalia, Padr¨® y Sant Pau, seg¨²n relata Paco Villar en su libro Historia y leyenda del barrio chino.
Los muros tambi¨¦n castigaban al comercio, a la industria y a la poblaci¨®n. Si hoy no hay fronteras econ¨®micas en toda la Uni¨®n Europa, hace 150 a?os las mercanc¨ªas que entraban y sal¨ªan por las puertas de la muralla barcelonesa pagaban arbitrios.
El per¨ªmetro amurallado, el tercero y m¨¢s amplio de la historia de la ciudad, ten¨ªa seis puertas o portales en 1854: Nou (cerca del actual Arco de Triunfo); Del ?ngel; Isabell II (junto a la actual plaza de Catalunya); Sant Antoni; Santa Madrona y de Mar (cerca de plaza de Palau), seg¨²n explican los historiadores Josep Benet y Casimir Mart¨ª en su libro Barcelona a mediados del siglo XIX; el movimiento obrero en el bienio progresista. El derribo fue r¨¢pido. Un a?o despu¨¦s s¨®lo quedaban cuatro puertas. Tambi¨¦n hab¨ªa baluartes en los que se situaban los ca?ones para la defensa (v¨¦ase gr¨¢fico).
La mayor parte de este tercer recinto amurallado de tierra fue derribado entre 1854 y 1857. Las murallas de mar a¨²n debieron esperar unos a?os para desaparecer. Y la de la Ciutadella todav¨ªa tardar¨ªa 20 a?os m¨¢s en caer para empezar a construir la Exposici¨®n Universal de 1888. Las murallas circundaban la ciudad por la parte baja de la actual avenida del Paral¡¤lel, sub¨ªan por lo que ahora son las rondas de Sant Pau y de Sant Antoni, segu¨ªan por lo que hoy es la calle de Pelai, la zona de plaza Catalunya, la calle de Fontanella y bajaba hasta el mar por la zona del actual paseo de Picasso.
Vista hoy, la demolici¨®n de la muralla es un imposible. "Hoy no ser¨ªa posible el derribo porque se considerar¨ªa patrimonio hist¨®rico", coinciden Sagarra y Tarrag¨®. El derribo fue contundente. Apenas se conservan restos de este tercer recinto amurallado. S¨®lo el trozo al final de la avenida del Paral¡¤lel permanece casi inc¨®lume.
La exposici¨®n tambi¨¦n quiere reflejar el momento hist¨®rico excepcional que rode¨® la ca¨ªda de las murallas: Primeros a?os de la revoluci¨®n industrial, auge de los movimientos obreros, semana de huelga general en Barcelona en julio de 1855, ataque de los obreros contra las modernas m¨¢quinas textiles porque cre¨ªan que les quitaba su trabajo y epidemia de c¨®lera en el interior de la ciudad amurallada.
Derribadas las murallas, Barcelona despeg¨® y se pudo construir el inmenso Eixample, casi 20 veces mayor que la vieja ciudad. En el medio siglo que medi¨® entre 1854 y 1900 la ciudad gan¨® 350.000 habitantes y super¨® las 500.000 almas.
A la construcci¨®n del Eixample optaron, entre otros, el ingeniero Ildefonso Cerd¨¤, respaldado por el Gobierno, y el arquitecto Miquel Garriga, apoyado por el Ayuntamiento, cuyo proyecto trazaba un anillo viario alrededor de las antiguas murallas. El municipio quiso adelantarse convocando un concurso que gan¨® Garriga. Envi¨® su plan al Gobierno, que lo rechaz¨® y acab¨® imponiendo en 1860 el de Cerd¨¤, que abarcaba varios pueblos, como Sants, Gr¨¤cia y Sant Gervasi, entre otros, adem¨¢s del de Barcelona.
Tarrag¨® destaca la "superioridad del plan Cerd¨¤ por los chaflanes octogonales del Eixample y las calles de 20 metros que han permitido a Barcelona "sobrevivir en la era del coche". Su plan hizo atravesar por la ciudad avenidas como la Diagonal, la Gran Via, el Paral¡¤lel y la Meridiana por lo que antes eran huertos. Barcelona ya hab¨ªa ganado el espacio que necesitaba para crecer.
Monlau, el agitador
En los proleg¨®menos de la ca¨ªda de las murallas hay un nombre clave: Pere Felip Monlau, m¨¦dico, periodista y miembro del Partido Progresista. Monlau fund¨® el diario El Popular, fue redactor de El Constitucional y dirigi¨® El Vapor, seg¨²n narra el catedr¨¢tico de Periodismo de la UPF Jaume Guillamet en un trabajo sobre el periodista y los or¨ªgines de la prensa republicana. En 1841, Monlau gan¨® el concurso del Ayuntamiento a la mejor memoria que expusiera los beneficios de demoler las murallas. Su trabajo, basado en parte en la urgencia por mejorar las condiciones higi¨¦nicas, agit¨® el tema y provoc¨® nuevas proclamas. "Ce?ir una poblaci¨®n con fuertes murallas es querer oponerse a su desarrollo f¨ªsico y a su progreso en todos los ramos; es aprisionar a todos sus moradores; es querer parodiar miserablemente la fijaci¨®n del non plus ultra", proclam¨®.
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