Deprisa, deprisa
La velocidad por la velocidad, el esfuerzo por el esfuerzo, la gloria por la gloria: ¨¦sta es la imagen de nuestro tiempo.
Se cuenta que el soldado griego Fil¨ªpides muri¨® tras 42 kil¨®metros de carrera desde Marat¨®n hasta Atenas para anunciar la victoria sobre los persas all¨¢ por el a?o 490 antes de Cristo.
Produce fatiga imaginarlo, hacia la mitad de aquel camino infinito, sediento, sudando, medio mareado por el calor, solo entre olivos y piedras polvorientas, tropezando por el cansancio y desprendi¨¦ndose de su traje de soldado.
Nos lo podemos imaginar porque ya hemos visto c¨®mo acaban algunos atletas la prueba a la que la batalla ha dado nombre y que, sin duda, es la m¨¢s dura y acongojante de todo el circuito.
Muchos siglos despu¨¦s, un ni?o de nombre Haile Gebrselassie, all¨¢ en la lejana Etiop¨ªa, ten¨ªa que recorrer diez kil¨®metros diarios para ir a la escuela, algo habitual en aquellas tierras, escasamente motorizadas, en las que las piernas son un medio de transporte seguro y barato.
Nos lo imaginamos esbelto, altivo, de mirada abierta lanzada campo a trav¨¦s. Los pies descalzos pasando de vez en cuando entre reba?os de vacas flacas. Casi podemos verlo bajo los primeros rayos de sol dando largas y r¨¢pidas zancadas para no llegar tarde a clase. Intentaba volar para llegar a un sitio. Y llegaba para aprender. Para ¨¦l, correr era como tomar el autob¨²s. No hab¨ªa m¨¢s misterio.
Tambi¨¦n Fil¨ªpides ten¨ªa un motivo para llegar moribundo: anunciar una victoria, ser el primero en darla, contar c¨®mo hab¨ªa ocurrido. M¨¢s que un soldado o un atleta, se sent¨ªa un reportero y, para ¨¦l, correr fue como coger un tel¨¦fono y dictar la noticia a su peri¨®dico.
Ahora, cuando vemos a alguien corriendo por la calle, pensamos que se le ha prendido fuego a la casa, salvo que vaya en ch¨¢ndal o en pantal¨®n corto.
Correr se ha convertido en una actividad de recreo y pasamos por la contradicci¨®n de dar 20 vueltas ahog¨¢ndonos a la manzana y luego usar el coche para ir a la oficina.
Y, hablando de trabajos y carreras profesionales, las pruebas de velocidad y resistencia son lo m¨¢s parecido que hay a nuestra ambici¨®n y tensi¨®n por competir con rivales que nunca nos van a regalar una mil¨¦sima de lo que sea.
No s¨¦ si alguna vez Gebrselassie, al llegar a una de sus muchas metas, en las que no hab¨ªa ninguna escuela, se habr¨¢ preguntado para qu¨¦ llegaba. Y cuando recib¨ªa una medalla, para qu¨¦ la recib¨ªa.
Tal vez en la ¨²ltima meta de sus ¨²ltimos Juegos se haya liberado de la presi¨®n de ganar para tener que volver a ganar una y otra vez. Su rostro nos pareci¨® el de un hombre que, por fin, ha llegado a s¨ª mismo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.