Amenazas e implicaciones de la relocalizaci¨®n empresarial
El autor advierte de que el traslado de compa?¨ªas a otros pa¨ªses se utiliza como pretexto para justificar recortes en las l¨ªneas b¨¢sicas del modelo social europeo.
El cierre de plantas empresariales localizadas en los pa¨ªses de altos salarios relativos y su traslado a otros que ofrecen condiciones laborales m¨¢s ventajosas se ha convertido en el pan nuestro de cada d¨ªa en los medios de comunicaci¨®n social. Las deslocalizaciones de los ¨²ltimos meses -sobre todo en las industrias de la electr¨®nica y la automoci¨®n- han disparado todas las alarmas en las organizaciones sindicales, los partidos pol¨ªticos y el conjunto de la sociedad, ante la p¨¦rdida de capacidad productiva y puestos de trabajo que pudiera generar este proceso.
La preocupaci¨®n est¨¢ justificada. Las econom¨ªas del centro y este de Europa -algunas de las cuales se acaban de integrar en la Uni¨®n Europea (UE)- se han convertido en uno de los destinos preferidos por las empresas multinacionales (EMN) europeas, norteamericanas y asi¨¢ticas. Amplios segmentos de su econom¨ªa se encuentran controlados por capitales for¨¢neos, cuya actuaci¨®n se dirige a conquistar el mercado dom¨¦stico y a consolidar plataformas de exportaci¨®n desde las que desplegar sus estrategias de abastecimiento de los mercados comunitarios. Precisamente, los capitales multinacionales han contribuido a modernizar la estructura exportadora de estos pa¨ªses, muy distinta ahora de la que ten¨ªan al comienzo de las transiciones. Adem¨¢s de los productos de corte tradicional, han ganado protagonismo otros de mayor complejidad t¨¦cnica y valor a?adido. Un ejemplo de este viraje se encuentra en la industria de automoci¨®n; hace pocos a?os era una partida residual y ahora est¨¢ entre los primeros rubros de exportaci¨®n.
Se precisan actuaciones de mayor calado estrat¨¦gico que modernicen la econom¨ªa
No son pocas las multinacionales que utilizan esa amenaza como baza negociadora
Inicialmente, el inter¨¦s de las EMN estuvo determinado por la privatizaci¨®n masiva de empresas estatales. Ahora, aunque todav¨ªa quedan parcelas de la econom¨ªa por privatizar -sobre todo en el sector servicios-, los grupos for¨¢neos encuentran nuevos argumentos para reforzar su presencia en estos mercados. El crecimiento del producto interior bruto es muy superior al obtenido en la UE y los salarios, a pesar de la tendencia alcista observada en los ¨²ltimos a?os, se mantienen muy lejos de los est¨¢ndares comunitarios, al tiempo que la productividad del trabajo ha experimentado aumentos significativos. A todo ello hay que a?adir que el emplazamiento geogr¨¢fico de algunos de estos pa¨ªses, pr¨®ximos a los grandes mercados comunitarios, les otorga una indudable ventaja de localizaci¨®n. As¨ª pues, los nuevos socios -y los que ingresen en la UE a partir de 2007- disputan ahora y disputar¨¢n en el futuro a la econom¨ªa espa?ola y a las otras econom¨ªas comunitarias los activos empresariales y los mercados. ?Qu¨¦ respuesta dar a este desaf¨ªo? Como siempre, los defensores de la globalizaci¨®n sin restricciones ofrecen una respuesta contundente e inequ¨ªvoca. Si los salarios de nuestros rivales son bajos, entonces habr¨¢ que insistir en la moderaci¨®n salarial; si las cotizaciones sociales elevan los costes laborales totales, habr¨¢ que aliviar la carga imputable a las empresas; si en los pa¨ªses localizados en el centro y este de Europa se trabaja m¨¢s horas, se impone revisar la duraci¨®n de la jornada de trabajo; en fin, si las leyes que protegen los derechos de los trabajadores dificultan el ajuste a la baja de las plantillas o lo encarecen, no hay otra alternativa que dise?ar un entorno legal e institucional m¨¢s flexible.
No son pocas las EMN que est¨¢n utilizando la amenaza de la relocalizaci¨®n como una eficaz baza negociadora. Exigen y casi siempre consiguen, a cambio de mantener abiertas sus instalaciones, modificaciones sustanciales en las condiciones de trabajo -aumento de la jornada laboral y/o reducci¨®n de los salarios- encaminadas a mejorar la productividad de los operarios y la competitividad global de la firma. Probablemente, el gran impacto medi¨¢tico de algunas operaciones de desinversi¨®n y la debilidad de las organizaciones sindicales -situadas en la dif¨ªcil encrucijada de aceptar las imposiciones de la patronal o aparecer como responsables de la p¨¦rdida de puestos de trabajo- han dado alas a esta estrategia.
Sin embargo, avanzar en esta direcci¨®n no libra a nuestro pa¨ªs del peligro de las deslocalizaciones empresariales. Al contrario, nos sit¨²a en una din¨¢mica competitiva donde inevitablemente encontraremos a pa¨ªses que han decidido subordinar las pol¨ªticas sociales y los derechos ciudadanos a las exigencias del mercado internacional. Parad¨®jicamente, los nuevos socios que cuentan con econom¨ªas m¨¢s atractivas y competitivas han desplegado un conjunto de pol¨ªticas destinadas a modernizar sus capacidades productivas y a fortalecer sus instituciones, alej¨¢ndose de este modo de los preceptos neoliberales tan apreciados en influyentes c¨ªrculos acad¨¦micos, empresariales y pol¨ªticos europeos.
Parece probable que, como en las d¨¦cadas precedentes, las inversiones extranjeras directas continuar¨¢n desempe?ando un lugar destacado en el proceso de cambio estructural de nuestra econom¨ªa; de hecho, la integraci¨®n del mundo poscomunista no ha provocado una masiva huida de inversiones; las salidas han sido selectivas, afectando a algunos sectores y regiones. Conviene reparar, sin embargo, en que son muchos los pa¨ªses -no s¨®lo europeos, por supuesto- que se disputan el privilegio de recibir a los grupos inversores for¨¢neos.
En este contexto, las pol¨ªticas econ¨®micas y sociales cuyo cometido es ofrecer una cesta de beneficios fiscales, crediticios, laborales y medioambientales para atraer a las EMN ofrecen, en el mejor de los casos, beneficios inmediatos, probablemente insostenibles en el tiempo. Se precisan actuaciones de mayor calado estrat¨¦gico, que contribuyan a la modernizaci¨®n de nuestra econom¨ªa y a su desarrollo social, al reforzamiento de las capacidades empresariales, a la renovaci¨®n de las infraestructuras, a la mejora del sistema educativo y al impulso de las redes de investigaci¨®n y desarrollo. En este nuevo escenario, la tendencia a la movilidad geogr¨¢fica de los capitales for¨¢neos se reducir¨¢, en la medida en que sus din¨¢micas empresariales se articulen m¨¢s s¨®lidamente con los activos del pa¨ªs, alrededor de segmentos de la econom¨ªa de mayor valor a?adido, al tiempo que los efectos difusores de las inversiones extranjeras directas tambi¨¦n ser¨¢n m¨¢s amplios y profundos.
Naturalmente, recorrer este camino requiere de una decidida voluntad pol¨ªtica que debe sustentarse en un amplio consenso social, pues ni los beneficios ser¨¢n inmediatos ni los costes insignificantes; tampoco ser¨¢ f¨¢cil vencer las resistencias de aquellos grupos cuyos beneficios se nutren de un proceso de globalizaci¨®n de baja densidad institucional.
Los m¨²ltiples recovecos de este debate desbordan con mucho el problema de la deslocalizaci¨®n empresarial, que en parte no es sino un pretexto -¨²til, pues parece dar la raz¨®n a los mercados frente a los que desde posiciones intervencionistas los deforman, contribuyendo as¨ª a un funcionamiento ineficiente de los mismos- puesto al servicio de un cuestionamiento del denominado modelo social europeo. La deslocalizaci¨®n es una nueva plataforma desde la que promover la desregulaci¨®n del mercado de trabajo, el recorte en las prestaciones sociales y la reversibilidad de derechos que parec¨ªan consolidados. El sometimiento de la esfera social a los dictados del mercado, perfectamente visible por los intereses que lo gobiernan, refuerza un viraje en el proyecto europeo que ya ha comenzado y que cobrar¨¢ un ¨ªmpetu a¨²n mayor con la entrada en vigor de la Constituci¨®n europea.
Fernando Luengo es profesor de Econom¨ªa Aplicada I en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Instituto Complutense de Estudios Internacionales.
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