Bueyes de arar
Cuando sali¨® el sobrero, D¨¢vila Miura debi¨® besar la tierra: cornal¨®n, se arranc¨® con alegr¨ªa y prontitud; fue una m¨¢quina de embestir con genio y bravura, propicia para el toreo del sevillano, que obliga mucho bajando la mano, alargando el pase y ligando los muletazos. El bolapi¨¦ fue perfecto. La pelea hab¨ªa sido recia y a cara de perro.
Este fue el ¨²nico acto potable del cierre de feria, que se celebr¨® con la lidia de la tradicional bueyada de Partido de Resina, que parec¨ªan haber estado ungidos al yugo hasta antes de ayer mismo. Los toros salen bien presentados, algunos acochinados, corretean con cierto gas y, sin soluci¨®n de continuidad, se paran; despu¨¦s, van al caballo con desgana, salen sueltos y emigran a tierra de nadie.
Resina / Rivera, D¨¢vila, Abell¨¢n
Cinco toros de Partido de Resina, mansos. El quinto, sobrero de Toros de Jarrama, bravo. Rivera Ord¨®?ez: pinchazo, estocada honda ladeada, descabello (ovaci¨®n); dos pinchazos, tres descabellos (ovaci¨®n). D¨¢vila Miura: media desprendida (ovaci¨®n); gran estocada (oreja). Miguel Abell¨¢n: pinchazo, estocada (ovaci¨®n); pinchazo, media estocada, descabello (silencio). Plaza de La Malagueta, 22 de agosto. 11? de Feria. M¨¢s de media entrada.
En banderillas, errabundos, suelen dolerse y, si no se han ca¨ªdo antes, lo hacen apenas toman la muleta. Luego no embisten: simplemente pasan por all¨ª sin variar la expresi¨®n y, a veces, se cruzan con el torero.
A media corrida la situaci¨®n se hace complicada. Menos mal que no hay ventanas, porque se podr¨ªa repetir la escena del crack del 29 con los espectadores saltando por ella. Si los toros est¨¢n bien comidos y bien presentados, ?qu¨¦ han hecho de sus fuerzas? Caso de que no est¨¦n enfermos, no saben utilizarla, no tienen car¨¢cter para embestir, en suma, son mansos.
As¨ª las cosas, me parece que s¨®lo cabe adornarlos con guirnaldas de flores como agradecimiento por los servicios prestados y enviar la ganader¨ªa al matadero. La otra alternativa es tratar de recuperar la bravura mediante pruebas en el campo pero, desde luego, no en la plaza previo pago. Rivera Ord¨®?ez estuvo centrado y quiso templar a sus dos enemigos. El primero era el carro de la carne, disfrute del carnicero que lo cogi¨® y, tras caerse varias veces, no hubo m¨¢s. El cuarto, ni eso, al segundo viaje no hab¨ªa toro.
Parecida suerte corri¨® Miguel Abell¨¢n, que se encontr¨® con un sexto que se mov¨ªa pero, para como lo hac¨ªa, hubiera sido mejor que se quedara tan quieto como sus hermanos. Embest¨ªa, si as¨ª puede llam¨¢rsele, de una manera imprevisible y desordenada, con el mismo celo que una chota de leche.
D¨¢vila Miura tambi¨¦n trag¨® quina con el imposible segundo, antes de tener la suerte de librarse de un toro o as¨ª de tan ilustre procedencia.
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