Diosas y felpudos
Posiblemente Picasso haya sido el inventor de esa especie de apartheid cultural que consideraba a las mujeres "diosas o felpudos", jam¨¢s artistas. Pues bien, Ana Mendieta (La Habana, 1948-Nueva York, 1985) escogi¨® y revis¨® esos dos t¨¦rminos para bosquejar su insatisfacci¨®n personal que nac¨ªa desde la experiencia de dominio por parte del alma y una mirada ¨¢vida sobre el paisaje, unidos por la necesidad imperiosa de la representaci¨®n. Su obra significa el transporte hacia la naturaleza -la tierra- pero capaz de colocar al espectador en el reino de lo impalpable; tambi¨¦n es la mujer como diosa humilde que retrata su negatividad en un t¨²mulo de piedras, en una silueta de barro o en las huellas ancestrales que celebran el triunfo de las formas femeninas, tal era su obsesi¨®n por lo corporal y esa querencia m¨¢gica y espiritual, que ella misma pondr¨ªa en relaci¨®n con sus ra¨ªces cubanas: "Fue durante mi infancia en Cuba", escribi¨® "cuando por primera vez me fascinaron las culturas y el arte primitivos, como si esas culturas estuviesen dotadas de un conocimiento interno, una cercan¨ªa a las fuentes naturales. Este sentido de lo m¨¢gico ha influenciado mi actitud personal hacia la creaci¨®n art¨ªstica". Mendieta vivi¨® doble y dolorosamente ese apartheid que la conden¨® como mujer en una sociedad pornogr¨¢ficamente machista y como cubana en el exilio, tras ser enviada s¨²bitamente a Estados Unidos, con 12 a?os, separ¨¢ndose de su madre y de su poderosa y amada abuela.
La obra de Mendieta es tambi¨¦n el intento de ver el cuerpo de la mujer desde las caras opuestas de la ecuaci¨®n sexual, desde el hombre que usa y abusa de ella, y desde la mujer que sufre de forma ambivalente esa apropiaci¨®n, experimentada como una violaci¨®n brutal, como sugiere la performance Rape Scene (1973) realizada un mes despu¨¦s de un incidente en el campus de la Universidad de Iowa, en el que una estudiante hab¨ªa sido violada y asesinada. La artista invit¨® a sus amigos a que la visitaran en su apartamento de Moffitt Street, donde los esperaba sobre una mesa, medio a oscuras, atada, desnuda de cintura para abajo manchada de sangre. En el suelo, a su alrededor, hab¨ªa platos rotos y sangre. A?os m¨¢s tarde, en una entrevista, explic¨® hasta qu¨¦ punto el incidente la hab¨ªa "conmovido y aterrorizado": "Creo que toda mi obra ha sido as¨ª, una respuesta personal a una situaci¨®n... No veo c¨®mo puedo ser te¨®rica sobre un tema como ¨¦se". Mendieta quer¨ªa "nombrar" la violaci¨®n, romper el c¨®digo de silencio y anonimato que la rodeaba, escenificar el incidente como un tableau impresionante, violento, y construir un testimonio, el acto de presenciarlo, el "suceso teniendo lugar". Un a?o antes, hab¨ªa producido su serie de tres performances (Bird Transformations), en las que el cuerpo femenino intenta liberarse del deseo masculino: en Venus generosa, Feathers on a Woman y Death of a Chicken cubre el cuerpo de una mujer con plumas de pollo, dejando a la vista tan s¨®lo las manos y los pies. La artista sacrifica ritualmente el pollo blanco, que es embadurnado con su propia sangre, una met¨¢fora de la iniciaci¨®n sexual.
En sus tempranas obras de
1972, Ana Mendieta sostiene una l¨¢mina de cristal que estaba pegada a su cuerpo, apretando la carne contra ella y distorsionando as¨ª su imagen. En la pel¨ªcula Stomach Mirage (1974) se aprieta con las manos el vientre redondo, que tiene el mismo aspecto como si estuviera embarazada. Lentamente levanta un cuchillo y con ¨¦l abre el abdomen. Del primer corte comienzan a salir plumas, entonces se levanta y las deja flotar libremente en el aire. En la serie Siluetas, de entre finales de los setenta y los ochenta, se clava en la tierra o deja en ella la huella del contorno de su cuerpo: utiliza la p¨®lvora o velas sagradas para prender fuego a la forma de su cuerpo, dejando los residuos chamuscados en una cavidad de sombra protegida por tierra levantada, esculpe su perfil en una pared de roca y lo rellena de barro, se entierra, se absorbe a s¨ª misma en la tierra, y ella la absorbe. La madre naturaleza la acoge en un abrazo m¨ªstico. Son representaciones del cuerpo como recuerdo viviente y silueta superviviente.
Estas acciones e intervenciones intencionadamente ef¨ªmeras, con algunas de las performances de principios de los setenta o la actividad escult¨®rica que la artista cubana llev¨® a cabo en los ochenta con materiales fr¨¢giles y perecederos como el barro, la hierba o el agua, se muestran ahora en el Museo Whitney, en una exposici¨®n comisariada por Olga Viso, que re¨²ne m¨¢s de cien trabajos, entre fotograf¨ªas, dibujos, pel¨ªculas s¨²per 8 y secuencias de diapositivas, lo que supone un paso m¨¢s en la valorizaci¨®n del trabajo de una autora que hasta 1997 no hab¨ªa sido entendida en toda su fuerza cr¨ªtica, gracias a la exposici¨®n comisariada por Gl¨°ria Moure para el Centro Galego de Arte Contempor¨¢neo y la Fundaci¨® T¨¤pies, y que posteriormente pudo verse en D¨¹sseldorf, Miami y Los ?ngeles. En 1986, poco despu¨¦s de su muerte, el New Museum of Contemporary Art de Nueva York celebraba una retrospectiva de su obra centrada en su periodo de 1975-1985, con su obra de 1972-1975 en los campos del cine experimental, el v¨ªdeo y la performance representada como actividad perif¨¦rica, lo que hizo que la cr¨ªtica subsumiera la dimensi¨®n activista y reflexiva de aquellos trabajos a la luz de la fascinaci¨®n por el mito de la diosa y de la relaci¨®n de la artista con Cuba.
La obra de Ana Mendieta no es tan perif¨¦rica como se ha pretendido por su relaci¨®n con los rituales y costumbres afrocubanas y su condici¨®n feminista, una marginaci¨®n que formaba parte de la econom¨ªa de sacrificio en el seno de la modernidad. La muestra del Whitney supera estas limitaciones al situar su trabajo a medio camino entre el body art, el land art y el arte conceptual. Una alternativa, a escala m¨¢s ¨ªntima, de la obra m¨¢s tit¨¢nica de Robert Smithson, a quien admiraba y para quien el paisaje, adem¨¢s de ser un lugar de posible renovaci¨®n, era tambi¨¦n un lugar de abandono, en el que todo lo que subsist¨ªa era el detritus de la ruinosa historia de la civilizaci¨®n: "Mis obras son inmersiones en la naturaleza, en los elementos mismos que me produjeron, utilizo la tierra como lienzo y mi alma como instrumento", escribe Mendieta. Explor¨® para ello la riqu¨ªsima tradici¨®n de la santer¨ªa, sincretismo cubano que mezcla la simbolog¨ªa animista de los cultos yorubas con la iconograf¨ªa del catolicismo contrarreformista espa?ol; y la llev¨® a donde mejor sab¨ªa, primero al cuerpo, su propio cuerpo de mujer, sujeto paciente de la violencia, el erotismo y la muerte; y en sus ¨²ltimos a?os a la naturaleza, lugar de deseo y disoluci¨®n, donde situaba el "duplicado" que conten¨ªa el contorno y las proporciones de su cuerpo, pudiendo prescindir de s¨ª misma como objeto de la obra y trabajar directamente con la forma, el residuo y la huella. Una huella que ha quedado como modelo e identidad ideal de un arte que convirti¨® la desesperaci¨®n y el exilio en ¨¦xtasis y transporte.
Ana Mendieta: Earth Body, Sculpture and Performance. Whitney Museum. 945 Madison Ave. Nueva York. Hasta el 19 de septiembre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.