Veinte a?os sin Capote, un cotilla temible y genial
Talento y excesos marcaron la vida del autor de 'A sangre fr¨ªa'. Una nueva edici¨®n de sus cuentos completos incluye un in¨¦dito
A Truman Capote (1924- 1984) le encantaba escandalizar. "Soy alto como una escopeta e igual de ruidoso", se jactaba desde su metro cincuenta y cinco el padre de la novela de no ficci¨®n, g¨¦nero que inaugur¨® en 1966 con la sobrecogedora A sangre fr¨ªa. Y cumpli¨®, desde su primer libro, Otras voces, otros ¨¢mbitos (1948), en el que planteaba abiertamente el tema de la homosexualidad, hasta su ¨²ltimo proyecto inconcluso, Plegarias atendidas, una novela imaginada en los sesenta y publicada parcialmente en la revista Esquire en 1976, en la que desenterr¨® un crimen arduamente silenciado y confidencias sexuales de ricachones que hasta entonces lo hab¨ªan considerado uno m¨¢s del club. Los da?os colaterales de esa indiscreci¨®n
incluyeron un suicidio (el de Anne Woodward) y la expulsi¨®n de Capote de los c¨ªrculos que sol¨ªa frecuentar. De genio precoz a paria, sin escalas.
Veinte a?os despu¨¦s de su muerte, ocurrida el 25 de agosto de 1984, y a pocas semanas del que hubiera sido, el 30 de septiembre, su cumplea?os n¨²mero 80, Capote vuelve a ser noticia: Random House ha anunciado para septiembre la publicaci¨®n de The complete stories of Truman Capote, una edici¨®n de sus cuentos completos que incluye un texto in¨¦dito de 1950, The Bargain, "la melanc¨®lica historia de un ama de casa suburbana de fortuna cambiante". El libro aparecer¨¢ en castellano, editado por Anagrama, en noviembre o diciembre, confirm¨® ayer el editor Jorge Herralde y se sumar¨¢ a la Biblioteca TC, que desde 1987 ha publicado 10 t¨ªtulos.
Su historia roza la leyenda. Quiso ser el Proust americano, bail¨® con Marilyn Monroe hasta que le dolieron los pies, jug¨® al ajedrez con Marcel Duchamp, comparti¨® limusina con Liz Taylor ("el sue?o de cualquier presidiario") y Richard Burton ("una sonrisa repleta de costosos dientes"), sacudi¨® el profundo sur estadounidense que le hab¨ªa visto nacer y retrat¨® (desoll¨®, dir¨ªan algunos) a la jet set neoyorquina con mordacidad y ternura parejas, mientras la seduc¨ªa siendo el alma de todas las fiestas. Durante ese viaje vital, que incluy¨® largas estancias europeas, litros de alcohol y p¨ªldoras como para montar una farmacia, Truman Capote escribi¨®. Adictivamente. Con esmero, con desesperaci¨®n, con arte. Novelas, cuentos (el memorable Un recuerdo navide?o, entre ellos), guiones cinematogr¨¢ficos, retratos, reportajes period¨ªsticos...
La fiebre de escribir -el don y el l¨¢tigo, a la vez, como la defini¨®- le lleg¨® a los ocho a?os y el joven Capote comenz¨® a llenar cuadernos como un pose¨ªdo. "Los escritos m¨¢s interesantes que realic¨¦ en aquella ¨¦poca consistieron en sencillas observaciones cotidianas que anotaba en mi diario", confesar¨ªa luego. "Descripciones de alg¨²n vecino. Habladur¨ªas de barrio. Una suerte de reportaje, un estilo de ver y o¨ªr". Muy temprano, el aspirante a escritor hab¨ªa descubierto algo que el periodista convertir¨ªa en arte: el relato de andar por casa, lo cotidiano como noticiable. De esa intuici¨®n ser¨¢ hijo, muchos a?os despu¨¦s, un reportaje antol¨®gico -Un d¨ªa de trabajo (1979)- en el cual el escritor acompa?a a su asistenta, Mary S¨¢nchez, y mientras ambos recorren los apartamentos que ella limpia (una excursi¨®n antropol¨®gica por el Nueva York de entonces), desnudan la vida de sus due?os y fuman canutos como chimeneas.
Famoso desde los 23 a?os gracias a Otras voces, otros ¨¢mbitos, un relato con elementos autobiogr¨¢ficos sobre la b¨²squeda de identidad de un joven sure?o, Capote trabajaba para The New Yorker y la cr¨ªtica y el p¨²blico le sonre¨ªan. Desayuno en Tiffany's (1958), una deliciosa novela llevada luego al cine con el rostro de Audrey Hepburn, probar¨ªa su habilidad para componer personajes inolvidables. Dos a?os antes, hab¨ªa publicado El duque en sus dominios, un retrato de Marlon Brando, que tuvo tanto ¨¦xito como cola: le vali¨® una demanda por calumnias. "El secreto del arte de entrevistar es dejar que el otro crea que te est¨¢ entrevistando a ti. Empiezas hablando de ti y lentamente vas tendiendo la tela de ara?a y acaba cont¨¢ndotelo todo. As¨ª cac¨¦ a Marlon", confes¨®. Seg¨²n Gerald Clarke, bi¨®grafo del escritor, Brando confirm¨® luego el m¨¦todo Capote: "El peque?o hijoputa se pas¨® toda la noche habl¨¢ndome de sus problemas", explic¨® a un amigo. "Supuse que lo menos que pod¨ªa hacer era contarle alguno de los m¨ªos". Entre ellos, el alcoholismo de su madre y sus presuntos encuentros homosexuales.
El periodismo segu¨ªa ganando terreno en la obra de Capote. "Quer¨ªa realizar una novela period¨ªstica, algo a gran escala que tuviera la credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la hondura y libertad de la prosa y la precisi¨®n de la poes¨ªa". En 1959 la noticia del asesinato de la familia Clutter en su granja de Arkansas le dio la oportunidad que buscaba. Durante seis a?os investig¨® el caso, habl¨® con los vecinos y entrevist¨® cientos de veces a los homicidas, Perry Smith y Dick Hickock. Cuando A sangre fr¨ªa sali¨®, la fama de Capote roz¨® el Olimpo (s¨®lo en Espa?a el libro ha agotado 16 ediciones).
"Todos los que han hecho el relato de su vida en tono de confesi¨®n parten de un momento en que viv¨ªan de espaldas a la realidad, en que viv¨ªan olvidados", escribi¨® la fil¨®sofa Mar¨ªa Zambrano. Una fauna, la de los olvidados, a la que el propio Capote pertenec¨ªa como hijo de padres divorciados, criado por parientes, y en la cual abrev¨® tanto a la hora de la ficci¨®n como del periodismo. Un arte, el de la confesi¨®n, que tampoco le fue extra?o: "Soy alcoh¨®lico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio", se defini¨® en M¨²sica para camaleones, su ¨²ltimo libro. Un striptease no menor que aquel que ofici¨® al decir: "Las palabras me han salvado siempre de la tristeza".
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