Valeri Gergiev se merece una 'txapela'
En v¨ªsperas de sus tres conciertos en el Festival de Lucerna con la Filarm¨®nica de Viena, Valeri Gergiev ha debutado en San Sebasti¨¢n con la Orquesta de Rotterdam, de la que es titular desde 1995. Sus dos experiencias anteriores en la vecina Bilbao con ¨®peras de Mussorgski fueron muy gratificantes y, tal vez por ello, el carism¨¢tico director ruso ha elegido para la Quincena otra obra de Mussorgski -los populares Cuadros de una exposici¨®n- como cierre del primero de sus conciertos en la capital donostiarra. Eso s¨ª, matizada por la orquestaci¨®n de Ravel, un vasco entre Espa?a y Francia, como escribe el music¨®logo Jorge de Persia en el programa general de la Quincena, no sin precisar adem¨¢s que su concierto para piano en sol mayor suena, seg¨²n sus allegados, a costa vasca. El caso es que fue un detalle amable de Gergiev esta presentaci¨®n con Ravel aqu¨ª en Guip¨²zcoa, aunque los resultados art¨ªsticos se elevaron considerablemente cuando Mussorgski hizo su aparici¨®n en escena.
Valeri Gergiev es un director extremadamente pasional e imprime una fuerza al repertorio eslavo realmente inaudita. Anteayer en San Sebasti¨¢n revalid¨® los m¨¦ritos que le han dado su prestigio. Su lectura de los Cuadros fue vibrante y contrastada, con impulsos emocionales muy acusados y manteniendo en todo momento un gran control estructural para que ning¨²n detalle se le fuese de las manos. La Filarm¨®nica de Rotterdam se luci¨®, especialmente en las secciones de viento. Es una buena orquesta, aunque no excepcional, que sigui¨® con esmero las indicaciones del maestro y no se ech¨® atr¨¢s en ning¨²n momento en las convulsiones din¨¢micas. Fue una gran versi¨®n de los Cuadros de una exposici¨®n: brillante, matizada, incluso idiom¨¢tica.
En Ravel las impresiones no fueron tan satisfactorias, a pesar de las buenas intenciones. Todav¨ªa no se ha disipado el recuerdo de la visita a San Sebasti¨¢n de otra orquesta holandesa, la del Concertgebouw de Amsterdam con Riccardo Chailly, con una versi¨®n de La valse sensiblemente m¨¢s sugerente. Gergiev dio la permanente impresi¨®n de encontrarse cansado o, lo que es m¨¢s preocupante, poco imaginativo en el desvelamiento de colores, ritmos, timbres y matices. El pianista del concierto en sol mayor, Alexandr Melnikov, no sobrepas¨® los l¨ªmites de una correcci¨®n bien entendida, y en cuanto a la Alborada del gracioso no pas¨® de ser una pieza de calentamiento, muy bien realizada desde luego, pero sin la chispa que se supone en un maestro como Gergiev.
El aficionado donostiarra tiene hoy la ocasi¨®n de escuchar la versi¨®n pian¨ªstica original de Cuadros de una exposici¨®n en Chillida-leku con Miguel Ituarte, en la sesi¨®n dedicada a la pintura dentro del ciclo Cuatro impulsos creadores, cuyos martes anteriores versaron alrededor de la palabra, el concepto y la improvisaci¨®n. Tiene el aficionado en la memoria inmediata la excelente versi¨®n orquestal de Gergiev. El juego de comparaciones no puede ser m¨¢s estimulante.
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