'Yo, robot' y los cerebros positr¨®nicos
Chicago, a?o 2035. Una megaurbe poblada por millones de humanos... y robots. La humanidad vive en plena vor¨¢gine tecnol¨®gica, su en¨¦sima revoluci¨®n industrial. En ese cl¨ªmax, la US Robots acomete el mayor reto de la historia: un robot por hogar, parece ser su lema.
El ayudante perfecto, el que nunca dice no: obediente, educado, eficaz... Dotado de los m¨¢s altos principios ¨¦ticos, un palad¨ªn de los valores humanos. Insobornable... Todos los robots de la USR responden a tan preciado perfil. La clave, tres leyes b¨¢sicas, insertadas invariablemente en sus cerebros positr¨®nicos:
1. Un robot no debe da?ar a un ser humano, o por inacci¨®n, permitir que un ser humano sufra da?o.
2. Un robot debe obedecer las ¨®rdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas ¨®rdenes entren en conflicto con la Primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida que esta protecci¨®n no sea incompatible con la Primera o Segunda Ley.
Pero, ni todo el mundo disfruta de ese renacimiento tecnol¨®gico... ni todos los robots resultan tan inofensivos. Este es, a grandes rasgos, el argumento del reciente filme Yo, robot (2004), dirigido por Alex Proyas, que se inspira vagamente en la mir¨ªada de relatos cortos sobre robots que publicara el gran maestro Isaac Asimov, c¨¦lebre divulgador y escritor de ciencia ficci¨®n, y autor de las llamadas tres leyes de la rob¨®tica (que aparecieron por primera vez, de forma expl¨ªcita, en su relato Sentido giratorio, en 1942).
A?os despu¨¦s de su publicaci¨®n, las tres leyes, todo un hito en la historia de la ciencia ficci¨®n, se ver¨ªan ampliadas con la llamada Ley 0: Un robot no debe da?ar a la humanidad, o por inacci¨®n, dejar que la humanidad sufra da?o (v¨¦ase, Robots e Imperio, 1984).
Con excepci¨®n de la USR y uno de sus investigadores m¨¢s carism¨¢sticos, la robopsic¨®loga Susan Calvin, poco queda de la obra original de Asimov en ¨¦sta, por otro lado interesante, adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica. Acaso la curiosa naturaleza del verdadero centro de mando de esa legi¨®n de robots: sus cerebros positr¨®nicos.
El positr¨®n es una part¨ªcula subat¨®mica, de masa id¨¦ntica a la del electr¨®n, pero dotada de carga positiva. Constituye, por as¨ª decirlo, la antipart¨ªcula del electr¨®n, y es la primera muestra de antimateria descubierta en el universo. Su existencia te¨®rica se remonta a 1928, cuando el c¨¦lebre f¨ªsico Paul A.M. Dirac (1902-1984) propuso su teor¨ªa mecanico-cu¨¢ntica del electr¨®n, que admit¨ªa tambi¨¦n soluciones para part¨ªculas dotadas de signo opuesto.
Tales hip¨®tesis fueron confirmadas en 1932 por Carl D. Anderson (1905-1991), quien logr¨® identificar al positr¨®n en experimentos con rayos c¨®smicos, siendo galardonado con el Premio Nobel de F¨ªsica en 1936 por su descubrimiento.
Los positrones se producen como consecuencia de diversos fen¨®menos: por ejemplo, en la desintegraci¨®n beta+ de algunos n¨²cleos radiactivos, o en la creaci¨®n de pares electr¨®n-positr¨®n a partir de fotones gamma de muy alta energ¨ªa.
El problema con los positrones, y con toda forma de antimateria en general, es que reaccionan de forma violenta en contacto con la materia ordinaria: as¨ª, la colisi¨®n entre un electr¨®n y un positr¨®n produce su mutua aniquilaci¨®n, dando lugar a la emisi¨®n de dos fotones gamma. Existen t¨¦cnicas de medicina nuclear basadas en este efecto, como la llamada tomograf¨ªa de emisi¨®n de positrones (o PET).
En ella, se usan radiois¨®topos de vida media corta (como el 18F) que emiten positrones al desintegrarse. El radiois¨®topo se administra al paciente generalmente mezclado con glucosa. ?sta, utilizada como fuente de energ¨ªa, tiende a acumularse en los tejidos cancer¨ªgenos, que utilizan m¨¢s glucosa que los tejidos normales. Cuando los positrones emitidos por el 18F colisionan con los electrones de la materia circundante, se producen dos fotones gamma que son registrados por un esc¨¢ner, aportando informaci¨®n valiosa sobre el estado del paciente.
Pero, claro est¨¢, construir un cerebro con un n¨²mero ingente de positrones tendr¨ªa el riesgo de, pese a su innata bondad, erigir a los robots en verdaderos bombas ambulantes, con su intensa emisi¨®n de rayos gamma, en cantidades presumiblemente letales para la humanidad. O c¨®mo convertir Chicago en un (¨²ltimo) espect¨¢culo pirot¨¦cnico. De ah¨ª, quiz¨¢s, el t¨ªtulo Yo, Robot, como carta de presentaci¨®n de la ¨²nica especie viva en todo el planeta Tierra...
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.