Un falso debate
En Catalu?a, el debate de la inmigraci¨®n entra en confluencia con la cuesti¨®n de la identidad. Sin mengua de importancia, que sin duda la tiene, la relaci¨®n que se establece entre la llegada de nuevos ciudadanos y el futuro de la cultura e identidad catalanas, no deja de sorprender que ¨¦sta sea la cuesti¨®n que los pol¨ªticos abordan con mayor frecuencia y entusiasmo entre el abanico de urgencias que la inmigraci¨®n plantea. Catalu?a es en la actualidad una sociedad receptora. Volvemos a estar en una ¨¦poca de afluencia migratoria. Un goteo continuo de personas se sucede d¨ªa a d¨ªa. Tan s¨®lo en 2004 han llegado en Catalu?a 22.382 nuevos habitantes, una media de 3.000 personas al mes. Las m¨²ltiples consecuencias de este momento hist¨®rico que vivimos resultan enormes y nuestros ciudadanos demandan respuestas a las muchas situaciones que afectan su cotidianidad. Esto es lo que debemos abordar, aunque venga a contrapelo.
El s¨ªmil del agua y la sal, desafortunada met¨¢fora del ex presidente Pujol se fundamenta en una falsa premisa: el agua ya era salada mucho antes de la llegada de la nueva inmigraci¨®n. El debate del mestizaje es un falso debate situado en el terreno de las ideas que interesa b¨¢sicamente a quien ya tiene solucionadas la mayor parte de necesidades: escuela para los hijos, vivienda digna, posibilidades de entretenimiento, etc¨¦tera. Una realidad alejada para una gran cantidad de catalanas y catalanes.
Mientras la identidad aparece en primer plano, los aspectos de pol¨ªtica social vinculados a la inmigraci¨®n pasan a menudo a segundo t¨¦rmino. La inmigraci¨®n pone en evidencia las carencias de nuestro Estado de bienestar. La debilidad de recursos sociales constituye una insalvable dificultad para la integraci¨®n de los nuevos inmigrantes, habida cuenta de que ¨¦stos aterrizan en un contexto previamente atestado de necesidades. Ahora el pastel de las ayudas sociales tiene que compartirse con personas reci¨¦n llegadas, y si no invertimos m¨¢s recursos en pol¨ªtica social, puede suceder que las ya existentes manifestaciones de descontento y rechazo a la inmigraci¨®n marquen el inicio de una espiral imparable.
Tampoco hay que olvidar nuestra realidad econ¨®mica. Los sectores de la construcci¨®n, turismo, industria alimentaria, sector agropecuario, comercio y servicios domiciliarios, que en Catalu?a concentran la mayor parte de los trabajadores inmigrantes, dependen, hoy por hoy, del factor migratorio. Si en a?os venideros no se produce la diversificaci¨®n de dichos sectores y una incorporaci¨®n en posiciones de mayor calificaci¨®n, ser¨¢ arduo el tr¨¢nsito hacia una nueva estructura econ¨®mica moderna e innovadora no basada tan s¨®lo en bajos costos laborales y bajo valor a?adido. Nuestros esfuerzos tienen que convergir en lograr una mejor inserci¨®n laboral, aprovechar al m¨¢ximo el potencial activo de los nuevos trabajadores con mayor formaci¨®n e invertir en serio en el aprendizaje de las lenguas de la sociedad receptora, sin cuyo dominio la inserci¨®n laboral y social resultar¨¢ ilusoria.
El flujo actual de inmigraci¨®n tiene que hallar mecanismos de acogida y recepci¨®n en consonancia con las necesidades. La persona que llega a Catalu?a pierde demasiado tiempo al no recibir una acogida integral. La acogida en Catalu?a debe tener por objetivo crear individuos aut¨®nomos que conozcan sus derechos y deberes civiles, detectar situaciones de riesgo y disponer de informaci¨®n fidedigna de la realidad. Invertir en acogida es invertir en futuro.
La cuesti¨®n de la irregularidad tiene que tratarse con arrojo. Disponer de competencias limitadas no nos exime de responsabilidades. Debemos ejercer una pol¨ªtica activa en Madrid, colaborar para hallar soluciones a una situaci¨®n creada, cogestionar la pol¨ªtica de inmigraci¨®n y activar mecanismos de informaci¨®n, asesoramiento, gesti¨®n, control y penalizaci¨®n, con el fin de de incrementar la regularidad, esto es, la seguridad y la estabilidad de nuestro sistema. La inmigraci¨®n comporta envites de altura. Tendremos que avanzar mucho m¨¢s y m¨¢s r¨¢pido en permeabilidad y contacto entre las distintas Catalu?as. Con firmeza tenemos que lograr que las diversas realidades entren en contacto sin desconfianza. Una pol¨ªtica de vivienda activa permitir¨¢ forjar una Catalu?a menos segregada.
La igualdad de oportunidades para todas y todos los ciudadanos de Catalu?a, provengan de donde provengan, es a¨²n una asignatura pendiente. Es preciso adecuar la sociedad catalana a la diversidad: de su sistema judicial, de su Administraci¨®n p¨²blica y, sobre todo, del conjunto de su ciudadan¨ªa. La poblaci¨®n mayoritaria ha de desterrar sus perjuicios y miedos y cambiar los valores hacia una percepci¨®n de la inmigraci¨®n m¨¢s positiva. No podemos exigir nada a quien tiene dificultades para ser tratado, simplemente, como uno m¨¢s. Dicho esto, si queremos abordar el debate de la identidad, habr¨¢ que llevarlo a cabo con seriedad, teniendo en cuenta que la sociedad catalana, su lengua y su identidad, al ser realidades vivas que coexisten en un mundo global, se encuentran ante un nuevo reto: hacerse atractivas para un mayor n¨²mero de personas, con un grado mayor de diversidad. Los inmigrantes se encuentran en medio de un conflicto pol¨ªtico entre dos naciones. Pero ellos ni son el problema ni los responsables y, en todo caso, poden ser una soluci¨®n. Catalu?a se enfrenta a un reto, eso es cierto. Pero no porque su esencia roce la extinci¨®n, sino por la ruptura de la coexistencia entre catalanes nuevos y viejos, por una pol¨ªtica social insuficiente, por unos barrios segregados, por un desconocimiento de las aportaciones de la inmigraci¨®n, por un deficiente sistema de gesti¨®n de los flujos migratorios y porque una parte de la poblaci¨®n catalana que proviene de la inmigraci¨®n no se siente parte activa del proyecto social y pol¨ªtico de Catalu?a. Estos son los verdaderos riesgos. En el pasado, nunca se han querido asumir. El nuevo Gobierno lo har¨¢.
Adela Ros, secretaria para la Inmigraci¨®n de la Generalitat
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