Nuevo territorio Auster
Sidney Orr, un novelista que acaba de salir de una grave enfermedad que casi acaba con ¨¦l, recibe una idea de su maestro John Trause basada en una escena de una novela de Dashiell Hammett. La idea la aplica a un personaje inventado, Nick Bowen, editor, que tiene en sus manos un manuscrito in¨¦dito de una famosa escritora. Nick Bowen se encuentra en una fase de estancamiento matrimonial con su esposa, Eva, y se siente atra¨ªdo por la nieta de la famosa escritora, que le ha proporcionado el manuscrito. En la novela que escribe, Sidney Orr da a la nieta, Rosa, el cuerpo y tono vital de su esposa Grace. Nick Bowen se encuentra a un paso de la muerte por una casualidad (una g¨¢rgola desprendida no lo mata por un pelo) y decide que, si ha vuelto a nacer, es para cambiar de vida, de modo que va al aeropuerto y coge un billete de ida hacia el destino del primer avi¨®n que despega. Sidney Orr escribe esta novela en un cuaderno azul que ha encontrado en una misteriosa librer¨ªa, un cuaderno similar al que est¨¢ usando Trause para escribir una obra secreta y que parece tener misteriosas influencias.
LA NOCHE DEL OR?CULO
Paul Auster
Traducci¨®n de B. G¨®mez Ib¨¢?ez
Anagrama. Barcelona, 2004
257 p¨¢ginas. 16 euros
Las cosas se complican mu-
cho m¨¢s, pero no es cosa de transcribir el argumento. Como se ver¨¢ estamos en lo que se conoce como una novela dentro de otra novela. Auster utiliza tres caminos de escritura: la realidad de Sidney Orr est¨¢ contada en pret¨¦rito imperfecto; la novela que ¨¦ste escribe est¨¢ contada en presente, pero lo que se cuenta es el argumento, por as¨ª decirlo; Orr la muestra al lector como si estuviera contando su novela a un amigo, no es una muestra de escritura sino un relato al estilo de: y ahora pasa esto, luego el personaje va y...
; por ¨²ltimo, hay una serie de notas a pie de p¨¢gina, bastante extensas, que dan cuenta de asuntos del pasado en la vida de Orr.
Estamos, pues, ante la construcci¨®n de un complejo mecanismo que juega con los planos de realidad y ficci¨®n. La t¨¦cnica, adem¨¢s, es la de la yuxtaposici¨®n de relatos; son muchos los que se entremezclan, afectando a las vidas de los personajes reales (Orr, su esposa Grace, su maestro Trause, el hijo de ¨¦ste, Jacob, etc¨¦tera) y de los ficticios (Bowen, su esposa Eva, Rosa, el manuscrito de su abuela titulado La noche del or¨¢culo que, a su vez, contiene otra historia, el taxista jubilado Ed Victory que almacena gu¨ªas telef¨®nicas del mundo entero a?o tras a?o en un refugio antiat¨®mico, con lo que pretende guardar la memoria de las personas que han constituido el mundo...). Esta t¨¦cnica de relatos sucesivos y yuxtapuestos crea una din¨¢mica de extraordinario efecto y Auster opta por una soluci¨®n cl¨¢sica que es dejarlos inconclusos (por ejemplo, Nick Bowen es colocado por Orr en una situaci¨®n sin salida y entonces se desentiende de la historia, la abandona). Es una t¨¦cnica que utiliz¨® Juan Jos¨¦ Mill¨¢s en El desorden de tu nombre, por citar un ejemplo cercano.
Esto supone, en el caso de Auster, la apertura de numerosos frentes en la misma batalla, frentes a los que, en buena l¨®gica, la novela tiene que dar soluci¨®n o, al menos, justificar. Sorprendentemente, sin embargo, no lo hace. Desde un punto de vista simb¨®lico, las historias cruzadas tienen explicaci¨®n, pero s¨®lo explicaci¨®n porque no se integran finalmente en el cuerpo de la novela, da la sensaci¨®n de que al autor le falta m¨²sculatura para tensar y sostener todo lo que pretende abarcar. Del pretendidamente misterioso cuaderno azul emanan historias y da lugar a alguna situaci¨®n que roza lo fant¨¢stico: hacia ¨¦l se vuelca Orr, pero la imagen misma del cuaderno es d¨¦bil tambi¨¦n, su misterio carece de ra¨ªz. A su vez, la realidad emocional de Orr, reci¨¦n salido de una enfermedad que lo ha tenido a las puertas de la muerte, est¨¢ muy unida a la de su esposa, y se establece as¨ª el que quiz¨¢ es el terreno de relaci¨®n -entre amorosa y obsesiva, entre la necesidad y la inseguridad- m¨¢s interesante, aunque tambi¨¦n se corta arbitrariamente al llegar a la p¨¢gina 256 final. Y tras la enigm¨¢tica Grace hay dos figuras que parecen determinantes en su vida: John Trause, su mentor, y el hijo de ¨¦ste, Jacob, un chico irresponsable y desquiciado que hace acto de presencia en el ¨²ltimo tercio de la novela para mostrar un odio irracional hacia Grace que no acaba de fundamentarse y le hace actuar como un personaje impostado.
El ritmo de la novela de Aus-
ter es muy vivo y no deja de recordar esa capacidad din¨¢mica de hacer correr una historia en secuencias que se van montando sobre s¨ª mismas propia de Dashiell Hammett. Debo decir que el lector, una vez que consigue diferenciar los hilos, lee como si estuviera haciendo encaje de bolillos, a ese ritmo y con esa intensidad. La lectura es, como cabe deducir, subyugante, y Auster se mantiene tras todo el tinglado con una sobriedad de ejecuci¨®n impecable: no cabe dudar de su oficio ni de su capacidad de plantear situaciones. Pero vuelvo a mi comentario anterior: una vez que todo queda admirablemente expuesto, lo deja todo colgado. No cabe entenderlo como un: as¨ª es la vida, nada tiene un final. No, porque una cosa es el sentido impl¨ªcito de la novela y otra su ejecuci¨®n propiamente dicha. Todos los actos, incluidos los literarios, generan consecuencias que se justifican por ellos. Por ejemplo, de un hombre que corre deducimos que tiene prisa, pero un escritor puede conseguir que un hombre corra porque no tiene prisa siempre y cuando el lector tenga oportunidad de atisbar por qu¨¦ su carrera es producto de su pasividad; si no, el lector no aceptar¨¢ el sentido de la escena. Algo as¨ª ocurre en esta novela y el lector se queda con un palmo de narices cuando descubre que la ira de Jacob carece de justificaci¨®n, que la historia de Bowen se la dejan plantada, que el manuscrito de La noche del or¨¢culo no aporta nada o que la oscura actitud de Grace no tiene agarraderas firmes, por poner cuatro casos. El deslumbrante despliegue de historias se corta de pronto y tenemos la sensaci¨®n de que Auster cierra la novela porque se ha cansado de ella. Y es una pena. El hilo conductor de un libro no tiene por qu¨¦ estar a la vista, pero debe estar detr¨¢s en todo momento. La implicitud del sentido que conduce toda novela por debajo de las apariencias, y aun de las contradicciones, no consigue bombear sangre suficientemente. O est¨¢ perdido en el texto o est¨¢ sepultado bajo la brillante escritura de este excelente novelista.
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