Consideraciones electorales
Ronald Reagan en 1980 y Bill Clinton en 1992 desalojaron de la Casa Blanca a sus oponentes Jimmy Carter y George Bush padre con una simple pregunta al electorado: ?est¨¢n ahora mejor o peor que hace cuatro a?os? A la vista de lo presenciado en las convenciones de Boston y Nueva York, la pregunta a los votantes, todav¨ªa no formulada pero omnipresente en el ambiente pol¨ªtico estadounidense, ser¨ªa: ?se siente m¨¢s o menos seguro que en el a?o 2000? Porque, salvo cat¨¢strofes imprevisibles, aunque no improbables de ¨²ltima hora, la seguridad nacional y la lucha contra el terrorismo contin¨²an siendo los factores determinantes en la lucha por la Casa Blanca, que culminar¨¢ el 2 de noviembre con la reelecci¨®n de George Bush o la victoria de John Kerry. As¨ª lo han querido los candidatos, empezando por Kerry que dedic¨® la pr¨¢ctica totalidad de su intervenci¨®n en Boston a postularse como el mejor y m¨¢s experimentado comandante en jefe; as¨ª lo han querido las convenciones con la aprobaci¨®n de unos programas donde seguridad y terrorismo priman sobre cualquier otra consideraci¨®n y as¨ª parece entenderlo el electorado a la vista de las prioridades y preocupaciones ciudadanas que reflejan las encuestas.
En circunstancias normales, y con la que est¨¢ cayendo sobre la Administraci¨®n de Bush, la ventaja del aspirante dem¨®crata a la presidencia deber¨ªa convertir los dos meses escasos que faltan para las elecciones en un paseo triunfal para Kerry. Sin embargo, el despegue dem¨®crata no se produce. A d¨ªa de hoy, persiste el empate t¨¦cnico en los sondeos e, incluso, Bush puede beneficiarse este fin de semana del tradicional rebote en las encuestas que siempre produce la celebraci¨®n de una convenci¨®n. Y ese empate o dead hit viene determinado, precisamente, por la obsesi¨®n por la seguridad, en un pa¨ªs que se considera en guerra contra el terrorismo desde hace tres a?os. En un pa¨ªs de las dimensiones de Estados Unidos donde volar de costa a costa dura una hora m¨¢s que el vuelo Madrid-Mosc¨² y donde los dos Estados m¨¢s extensos de la Uni¨®n, Tejas y Alaska, se encuentran a m¨¢s distancia que Boston de Londres, era dif¨ªcil encontrar en elecciones pasadas, y, sobre todo, en tiempos de bonanza, un tema que aglutinara las preocupaciones de los votantes de los 50 Estados de la Uni¨®n. Cada Estado o grupo de Estados ten¨ªa sus preocupaciones particulares, industriales, unos; agr¨ªcolas otros; energ¨¦ticas, la mayor¨ªa. Pero, faltaba un tema com¨²n que privara sobre los dem¨¢s. Ahora, no. La preocupaci¨®n vital por la seguridad es compartida ahora con igual intensidad por todos los votantes, desde Hawai a Florida y desde Maine a California. Y hay que a?adir que los actos de barbarie registrados en varias zonas del mundo en los ¨²ltimos d¨ªas van a hacer concentrarse a los estadounidenses todav¨ªa m¨¢s en los temas de seguridad y terrorismo. Naturalmente que la creaci¨®n de empleo, la deslocalizaci¨®n, el precio de la energ¨ªa, el d¨¦ficit galopante y los temas sociales, desde el aborto a las uniones de homosexuales pasando por la investigaci¨®n en c¨¦lulas madre, son objeto de preocupaci¨®n y de debate constante. Pero, ninguno con la intensidad de los otros dos.
Por eso ambos partidos coinciden en destacar en sus programas las cualidades de liderazgo de sus respectivos candidatos para garantizar "un pa¨ªs m¨¢s fuerte y m¨¢s seguro". El ejemplo m¨¢s cercano de que las cosas est¨¢n as¨ª planteadas lo encontramos en la reciente convenci¨®n republicana clausurada el pasado jueves en Nueva York, territorio comanche para Bush, como pusieron de manifiesto las manifestaciones de protesta callejeras. Las tres estrellas invitadas a la nominaci¨®n de Bush, el ex alcalde neoyorquino, Rudy Guliani, el senador John McCain y el gobernador-actor Arnold Schwarzenegger, no fueron elegidas s¨®lo por su oposici¨®n a muchas de las pol¨ªticas de Bush en temas como el aborto, el control de armas y las uniones homosexuales. No se trataba ¨²nicamente de presentar la cara amable del republicanismo. Intervinieron porque los tres, que gozan entre los republicanos de mayor popularidad que el propio Bush, estuvieron dispuestos a afirmar que un pa¨ªs no debe cambiar de caballo en tiempos de guerra. De que los votantes compartan o rechacen esta afirmaci¨®n depender¨¢ en gran parte el resultado del 2 de noviembre.
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