Vuelven los p¨¢jaros
Dice el ayuntamiento que 179 clases de p¨¢jaros viven o atraviesan Valencia en su migraci¨®n, haciendo aqu¨ª parada y fonda durante largos viajes intercontinentales. Este verano he pensado mucho en los p¨¢jaros. Sobre todo en los de Bangkok, en cuyo aeropuerto hizo Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n el ¨²ltimo tr¨¢nsito de su periplo por la vida, poco despu¨¦s de haber revelado a Biscuter el nombre de aquellas bandadas vulgares y cagonas. Tienen, los tailandeses, el porte digno de quien nunca fue colonizado. Y su ¨²nico folklore religioso consiste en rebozar de pan de oro una imaginer¨ªa fallera para rendir comedida pleites¨ªa a Buda, respetar y mantener a los hombres santos, y apaciguar con orqu¨ªdeas y botes de cola a los esp¨ªritus propicios. Pero volviendo a los p¨¢jaros, no fueron las golondrinas que al atardecer planeaban sobre Carvalho, graznando agresivamente, las que m¨¢s me llamaron la atenci¨®n. Sino otros animalillos, ignoro si mirlos, gorriones o vencejos. Oscuros, ni grandes ni peque?os, ofrecidos por una mujeruca a turistas profanadores de templos, ignorantes y estupefactos que consider¨¢bamos aquella una estrafalaria e inimaginable transacci¨®n: ? impensable cargar con los bichos como souvenir, y menos presuntamente engripados!. Pero observando con oriental paciencia se nos descubri¨® el misterio: no pretend¨ªa que te los llevaras puestos, sino que, por unos pocos bahts, compraras su libertad. Y sinceramente, aquella m¨ªnima inversi¨®n que me permiti¨® abrir la puerta de la mazmorra es la turistada de la que m¨¢s orgullosa me siento. Ya supongo que el ave est¨¢ entrenada para volver, esperando ser rescatada una y otra vez por guiris sentimentales, y que con eso proporciona a su carcelera unas raciones de arroz. O quiz¨¢ es que el mismo animal, entreg¨¢ndose por sus propias alas, demuestra preferir la seguridad del alpiste dom¨¦stico al expuesto vuelo exterior. Por eso aquellos p¨¢jaros de Bangkok, rehenes voluntarios, nunca llegar¨¢n a Viveros. ?Pero acaso nosotros no hemos acabado tambi¨¦n por regresar a la jaula y dejarnos anillar a cambio de las lentejas para nuestros hijos y del caviar para nuestros amos?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.