El islam se hace franc¨¦s
La crisis de los rehenes ha impulsado los deseos de los musulmanes de integrarse en Francia
El viernes pasado, 3 de septiembre, un millar de personas asist¨ªan a la gran plegaria en la mezquita de La Corneuve, un suburbio de fuerte poblaci¨®n musulmana al noreste de Par¨ªs. Medio centenar de mujeres con velo asist¨ªan al acto, separadas f¨ªsicamente de los hombres. El im¨¢n, revestido de blanco, entr¨® en el problema de los rehenes franceses apresados en Irak: "Nosotros no ponemos en el mismo plano la vida de los secuestrados y el derecho a llevar el velo", dijo; "la prioridad n¨²mero uno es el derecho a la vida".
Durante los cinco d¨ªas anteriores, los responsables musulmanes de Francia no hab¨ªan cesado de condenar la toma de rehenes. El martes 31 de agosto, imanes venidos de todo el pa¨ªs rezaron en la Gran Mezquita de Par¨ªs, en un acto al que asistieron las familias de los secuestrados, el ministro del Interior, Dominique de Villepin, y el alcalde de Par¨ªs, el socialista Bertrand Delano?. Ninguna duda de que el estamento oficial del islamismo se alineaba con la Rep¨²blica: faltaba verificar, sobre el terreno, si las pr¨¦dicas respond¨ªan a ese mismo tono. La respuesta fue una amplia condena de los secuestros, en nombre del Cor¨¢n.
La crisis ha permitido a los notables isl¨¢micos desmarcarse de todo lo que huela a terrorismo
Para el presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, y sus principales colaboradores, estaba en juego si hab¨ªa merecido la pena enfrentarse con EE UU y perder dos a?os de trabajo diplom¨¢tico en el mundo ¨¢rabe. El Gobierno siempre habr¨ªa podido movilizar al rector de una mezquita, pero la clave de la r¨¢pida y masiva condena de toda una comunidad fue la existencia previa del Consejo del Culto Musulm¨¢n.
Este organismo se debe al empe?o puesto por Nicolas Sarkozy durante su etapa como ministro del Interior. Muchos de sus colegas anteriores lo hab¨ªan intentado, sin ¨¦xito. No faltan republicanos franceses que se niegan a reconocer la existencia de comunidades en su pa¨ªs, musulmanas o de cualquier otra confesi¨®n. Alguien ten¨ªa que organizar elecciones e instalar un ¨®rgano representativo: esto fue el trabajo de Sarkozy, en interminables reuniones nocturnas con los notables de cada grupo.
El entonces ministro del Interior dej¨® sentadas las bases del Consejo del Culto Musulm¨¢n y las primeras elecciones en las mezquitas se celebraron hace un a?o y medio. El ¨®rgano representativo ha vivido despu¨¦s una existencia p¨²blica difusa, hasta que el miedo provocado por la toma de rehenes ha impulsado los deseos del islam franc¨¦s de considerarse una parte integrante del pa¨ªs. Maquiav¨¦licamente, el Gobierno se ha aprovechado de ello para amortiguar los problemas derivados de la prohibici¨®n legal de los signos religiosos en la escuela y afirmar la primac¨ªa de la ley.
Esto no implica que el debate de fondo se haya terminado: el mismo im¨¢n de La Corneuve, citado al principio, se pregunt¨® en el mismo acto "por qu¨¦ se toleran chicas con los ombligos al aire en las escuelas y se proh¨ªbe a las musulmanas llevar el velo". Se sabe que en Alsacia persiste el problema de decenas de chicas que insisten en llevar la cabeza cubierta en la escuela. El pacto parece fr¨¢gil, pero existe.
El inter¨¦s era mutuo. Desde el 11 de septiembre de 2001 se han sucedido las operaciones policiales contra c¨¦lulas supuestamente terroristas o simpatizantes del terrorismo; decenas de mezquitas, reputadas como radicales, llevan a?os con la polic¨ªa en el cogote; menudean las investigaciones de las que apenas se informa, pero cuyas filtraciones extienden el clima de sospecha sobre la fiabilidad de los barrios con fuerte poblaci¨®n musulmana. Como por casualidad, el principal de los jueces antiterroristas franceses, Jean-Louis Brugi¨¨re, acaba de revelar que en v¨ªsperas de la Navidad de 2002 se abort¨® una intentona de atentado qu¨ªmico en el metro de Par¨ªs.
La crisis de los rehenes ha permitido a los notables musulmanes desmarcarse de todo lo que huela a terrorismo. Cabe preguntarse si la reacci¨®n habr¨ªa sido distinta en caso de que los secuestrados no hubieran sido periodistas -una profesi¨®n m¨¢s respetada en Francia que en otros pa¨ªses-, pero el caso es que podr¨ªa haber azuzado la desconfianza de la sociedad francesa hacia los musulmanes, o exacerbado las tensiones por la prohibici¨®n del velo en la escuela. "La trampa tendida por los secuestradores no ha funcionado", asegura Dalil Boubaker, presidente del Culto Musulm¨¢n, un hombre moderado y pr¨®ximo al Gobierno, pero en minor¨ªa dentro de ese consejo. "Los musulmanes han probado que no necesitaban la tutela extranjera", opina Lhaj Thami Br¨¨ze, presidente de la UOIF, de tendencia radical.
Una mejor integraci¨®n de la comunidad musulmana es indispensable para Francia, si quiere continuar con la pol¨ªtica de "jugar con otras cartas". No es probable una reacci¨®n militarista de las autoridades francesas a las agresiones futuras del terrorismo islamista -a diferencia de George W. Bush o Vlad¨ªmir Putin-, pero tampoco van a quedarse de brazos cruzados permitiendo que se desarrolle en su territorio un enfrentamiento de ra¨ªces religiosas.
Por eso es interesante la reflexi¨®n iniciada por intelectuales como Gilles Kepel cuando afirma que la batalla por la evoluci¨®n del islam se juega entre los millones de musulmanes que viven en Europa. La tesis del autor de Fitna es la necesidad de movilizar a la sociedad civil contra el terrorismo. Para los franceses de origen o de cultura musulmana, la crisis de los rehenes ha representado un electrochoque, cualquiera que sea el desenlace de este secuestro.
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