La decapitaci¨®n de un reh¨¦n es superventas en Bagdad
Los DVD que muestran el asesinato de un reh¨¦n egipcio y los combates en Nayaf son los m¨¢s vendidos en un mercado de la capital iraqu¨ª
Los aparatos de televisi¨®n compiten en volumen en una callejuela de apretados puestos de venta. Las aceras parecen mordidas por un abandono de a?os y una peste agria brota del suelo recalentada por los 50 grados de mediod¨ªa. Frente al ruidoso reclamo de los tenderetes de v¨ªdeos y DVD, una multitud hura?a se desplaza entre mercanc¨ªas baratas. El superventas en este mercado bagdad¨ª de la Puerta Oriental, conocido como el de los ladrones, no es una canci¨®n ni una pel¨ªcula de acci¨®n de Hollywood, es la cinta de la decapitaci¨®n del egipcio Mohamed Fwazi Adbaal Mutwalli. En la car¨¢tula est¨¢ escrito un t¨ªtulo: El esp¨ªa.
En la destartalada caseta de Salah, su monitor repite las im¨¢genes de tres enmascarados. Los de los lados sostienen sendos fusiles Kal¨¢shnikov; el del centro, lee un comunicado y blande el dedo ¨ªndice. Viste camiseta roja y lleva una ristra de cartucheras al cinto. Frente a ¨¦l, de rodillas, paralizado por el terror, el conductor Mohamed Fwazi Adbaal, secuestrado hace unas semanas en Irak, escucha su sentencia. El enmascarado del centro afirma en su proclama en ¨¢rabe que esto "es un aviso para cualquiera que colabore con las tropas estadounidenses". Despu¨¦s saca un gran cuchillo y le corta la cabeza al conductor con ayuda de los otros dos. El camar¨®grafo, tapado por el escorzo de la v¨ªctima, se desliza hacia la derecha para filmar mejor la escena del matarife. Un enorme charco de sangre va cubriendo el piso mientras la cabeza se separa lentamente del tronco hasta que el asesino la coloca sobre la espalda inerte del cad¨¢ver. Los ojos desorbitados de Mohamed parecen parpadear durante unas d¨¦cimas. Todo ha durado apenas un minuto.
"Es brutal. Jam¨¢s hab¨ªa visto algo as¨ª. Va contra la religi¨®n", dice un bagdad¨ª
"Es brutal; jam¨¢s hab¨ªa visto una cosas as¨ª", protesta Samir en voz baja. "Va contra la religi¨®n. El islam castiga a quien lo filma, a quien lo vende, a quien lo ve y a quien lo compra. Es terrible". Detr¨¢s, dos j¨®venes parecen no compartir ese horror, pues r¨ªen sin disimulo. Uno de ellos dice que se lo merec¨ªa porque "era un sucio egipcio". Son los vestigios del lavado cultural de 35 a?os de dictadura: durante el r¨¦gimen de Sadam Husein se cultiv¨® el odio a Egipto, rival en el liderazgo en un supuesto mundo ¨¢rabe, y se maltrat¨® a los trabajadores de ese pa¨ªs que acudieron por decenas de miles a labrar las tierras de entre los dos r¨ªos.
El v¨ªdeo de la decapitaci¨®n es el m¨¢s vendido en el mercado de los ladrones, donde se saldaron por unos dinares muchos de los enseres saqueados en ministerios, oficinas y hospitales tras la ca¨ªda de Bagdad. Salah sostiene que vende entre 20 y 30 al d¨ªa a gente de todas las edades. La copia cuesta medio d¨®lar. "Antes me ped¨ªan la cinta de la revuelta de Nayaf de M¨²qtada al S¨¢der, pero como ya se termin¨®, la demanda en menor".
En el puesto vecino se emite un id¨ªlico v¨ªdeo de Sadam junto a su familia. En las im¨¢genes aparece un l¨ªder apacible y rejuvenecido, casi paternal, feliz y rodeado de los suyos. Frente al televisor se concentra un grupo muy numeroso. Nadie dice echarle de menos pero ninguno pierde detalle del teatro de poder del viejo r¨¦gimen. Hace seis meses, en la calle Rachid, el v¨ªdeo de mayor aceptaci¨®n era uno sobre la represi¨®n de las fuerzas de seguridad iraqu¨ªes de la revuelta chi¨ª de 1991. Los curiosos de entonces se indignaban con la visi¨®n de la crueldad. Hoy han perdido la memoria.
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