Buenas intenciones
Antes de que Marc Aug¨¦ acu?ara el feliz t¨¦rmino de "no lugares" para designar esos espacios en los que (estaciones de tren, cajeros autom¨¢ticos, aeropuertos) pasamos parte de nuestro tiempo, pero sin tener una clara idea de a qui¨¦n pertenece el territorio, ya el gran Jacques Tati hab¨ªa imaginado, en Play Time (1967), un lugar-no-lugar, una suerte de espacio que parece a la vez geri¨¢trico, oficina de lujo, ministerio sovi¨¦tico, cl¨ªnica de neonatos... o un aeropuerto, que es lo que al fin era. All¨ª, pod¨ªa ocurrir cualquier cosa, como tambi¨¦n pasa en la realidad. Y en La terminal, claro, la segunda pel¨ªcula (la primera, mucho menos publicitada, era una modesta producci¨®n francesa que respond¨ªa por En tr¨¢nsito) basada en la incre¨ªble peripecia real de Sir Alfred, un pr¨®fugo iran¨ª que lleva un cuarto de siglo viviendo en un aeropuerto de Par¨ªs.
LA TERMINAL
Direcci¨®n: Steven Spielberg. Int¨¦rpretes: Tom Hanks, Catherine Zeta Jones, Stanley Tucci, Diego Luna, Chi McBride, Kumar Pallana. G¨¦nero: comedia dram¨¢tica, EE UU, 2004. Duraci¨®n: 128 minutos.
Tiene el filme de Spielberg, m¨¢s en consonancia con Tati que con el aire dram¨¢tico y surreal de En tr¨¢nsito, una vocaci¨®n de comedia que, por lo menos durante la primera mitad del metraje -que es cuando se aguanta firme sobre sus premisas de partida-, se agradece mucho. All¨ª, en ese segmento en el que se explicitan los problemas de comunicaci¨®n de un ciudadano ex sovi¨¦tico (Hanks) con las autoridades americanas, es donde reside lo mejor de la propuesta de Spielberg: esa idea, tan de nuestro tiempo, de que todo ciudadano puede ser v¨ªctima de un destino imprevisto (otra vez Tati, pues); esos di¨¢logos de chispeante amenidad, esa capacidad camale¨®nica de Hanks para aparecer como un despistado turista.
En esos primeros tiempos de la permanencia del h¨¦roe en el JFK de Nueva York, pero sin salir de sus l¨ªmites estrictos, la pel¨ªcula entretiene y regocija. Otra cosa es cuando comienza a pasar el tiempo y se va haciendo tambi¨¦n m¨¢s densa la trama, aparecen otros intereses y se recurre, necesariamente, a nuevos personajes para airear un poco la claustrofobia de la propuesta: por ah¨ª las cosas empiezan a hacer aguas. Es culpa del gui¨®n, que firman Andrew Niccol y Sacha Gervasi, pero tambi¨¦n de un inclemente estiramiento del tiempo narrativo, de un progresivo deslizamiento de la historia hacia una inverosimilitud rampante, que termina literalmente en la incredulidad del respetable (?esa incre¨ªble historia de amor entre Hanks y Zeta Jones!), enfermedad mortal de la comedia contempor¨¢nea que, por lo que parece, ni siquiera es capaz de sortear uno de los m¨¢s dotados narradores cl¨¢sicos con que cuenta el cine americano.
Tono edulcorado
Otra cosa es, por lo dem¨¢s, el mensaje directo que la pel¨ªcula transmite. No estamos aqu¨ª ante un azar peligroso, al estilo de un Hitchcock, sino ante una peripecia perfectamente ideologizada, la en¨¦sima revisitaci¨®n del esp¨ªritu de las pel¨ªculas de Frank Capra adaptado a nuestro tiempo: no se puede interpretar de otra manera el edulcorado tono de historia de buenas gentes y solidaridad primaria que se establece entre los americanos y el compungido turista accidental, ni dejar de lado el motivo (?ese motivo!) que llev¨® a Hanks a EE.UU, ni, en fin, ese malvado (Stanley Tucci) que es, en el fondo, m¨¢s bueno que el pan. Se dir¨ªa que, en estos tiempos de agobiantes controles policiales en cualquier aeropuerto, una pel¨ªcula como La terminal parece nacida para transmitir la especie de que todo se puede superar con buena voluntad y solidaridad en la vieja tierra de promisi¨®n americana. Y para eso, emplea nada menos que 2 horas y 10 minutos...
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