"Celestina es una mujer renacentista, m¨¢s sabia que astuta"
El pr¨®ximo mi¨¦rcoles se presenta en el Lliure barcelon¨¦s uno de los grandes proyectos teatrales del F¨®rum, La Celestina, que tambi¨¦n supone el esperad¨ªsimo encuentro de dos superestrellas: Nuria Espert y Robert Lepage. Para la Espert, el texto de Rojas ha sido "una especie de eterno Guadiana, un rendez-vous manqu¨¦ a lo largo de los a?os. Deben de hab¨¦rmelo propuesto, como actriz o como directora, una media docena de veces. Estuve a punto de hacerlo en Estados Unidos, tras el ¨¦xito de Yerma, y en el National Theater de Londres en 1990, despu¨¦s de mi primera puesta en escena, Bernarda Alba, en el Lyric. Richard Eyre y David Aukin, que entonces comandaban el NT, me ofrecieron un equipo superlativo, encabezado por Joan Plowright y con producci¨®n de Peter Hall, pero el proyecto me ven¨ªa grande. Para salir del aprieto les dije que La Celestina ped¨ªa cine, o un director con una gran imaginaci¨®n visual", afirma.
"El contraste entre las palabras y los hechos es de una brutalidad enorme. Hay una iron¨ªa salvaje" (Espert)
"La forma de esta obra es ca¨®tica y nada inocente. Est¨¢ muy cerca de un gui¨®n cinematogr¨¢fico" (Lepage)
"Al mismo tiempo que condena a Celestina, Rojas siente por ella una evidente fascinaci¨®n" (Espert)
"Me tomaron la palabra, porque cuando David Aukin pas¨® a la BBC volvieron a ofrec¨¦rmela, con el mismo equipo, para Channel Four. Segu¨ªa siendo un empe?o excesivo, y opt¨¦ por rodar la funci¨®n de Lorca. Creo que hice bien, porque La Celestina ha acabado encontrando al director con el talento y la gran imaginaci¨®n visual que la pieza requiere: Robert Lepage".
M¨¢s o menos por las mismas fechas -en Ottawa, al otro lado de la luna- el creador canadiense se acercaba por primera vez al cl¨¢sico castellano: "Cuando era director art¨ªstico del Centre National des Arts", cuenta Lepage, " me enamor¨¦ del texto y le ped¨ª al poeta Michel Garneau una adaptaci¨®n de la tragicomedia para la compa?¨ªa de Jean Esselin. En 1998 dirig¨ª por primera vez La Celestina en el Dramaten de Estocolmo, con Anita Bjork, Erland Josephson y Elin Klinga. Y seis a?os despu¨¦s he vuelto a la versi¨®n de Garneau, que ?lvaro Garc¨ªa Meseguer ha retraducido al espa?ol".
Espert y Lepage se encontraron en 2001, tras una representaci¨®n de The Other Side of the Moon en Canarias. Lepage lo cuenta en el texto que ha escrito para el dossier del espect¨¢culo: "La revelaci¨®n lleg¨® un d¨ªa como suele llegar: por casualidad. En el marco de otro proyecto de trabajo con do?a Nuria Espert, de repente me sent¨ª fulminado. ?Ten¨ªa frente a m¨ª, de pie, a La Celestina!".
"Hab¨ªa seguido de cerca la carrera de Robert", a?ade Espert, "y quer¨ªa pedirle que dirigiera un montaje con mi compa?¨ªa. Cenamos juntos en Las Palmas y volvimos a encontrarnos esa misma semana en Madrid. Al terminar la cena se me qued¨® mirando y me propuso, para mi sorpresa, protagonizar La Celestina a sus ¨®rdenes. El proyecto tard¨® tres a?os en levantarse: por la magnitud del empe?o, por la dif¨ªcil conjunci¨®n de nuestras agendas y porque quer¨ªamos madurarlo, hablar y leer y estudiarlo juntos antes de comenzar los ensayos".
PREGUNTA. ?Qu¨¦ fue lo primero que le atrajo, como director, del texto de Fernando de Rojas?
ROBERT LEPAGE. Lo que m¨¢s me sorprendi¨® fue su condici¨®n de alma m¨¢ter del teatro europeo. Quiz¨¢ sea la primera encarnaci¨®n de una dramaturgia moderna. Es una gran funci¨®n pero te¨®ricamente irrepresentable, es decir, llena de problemas esc¨¦nicos, que se convierten en un reto apasionante. Su forma es ca¨®tica y nada inocente. Est¨¢ muy cerca de un gui¨®n cinematogr¨¢fico: escenas muy cortas, muchas localizaciones. Y rompe muchas reglas. El personaje central muere a mitad de funci¨®n, la misma muerte de Calisto est¨¢ al borde de la comedia, de lo grotesco...
P. Entre otras muchas cosas, anticipa el teatro de Valle...
NURIA ESPERT. Totalmente de acuerdo. Valle Incl¨¢n dec¨ªa que era su mayor influencia, y lo entiendo muy bien, porque se trata del mismo magma: no sabes si es teatro, novela... o cine, cuatro siglos antes de su invenci¨®n. Cuando V¨ªctor Garc¨ªa y yo prepar¨¢bamos Divinas palabras viajamos a Galicia para intentar atrapar sensaciones e im¨¢genes posibles, y con Robert hemos hecho algo parecido: fuimos a Salamanca en busca de algunas esencias, colores y paisajes evocados en el texto de Rojas.
P. ?C¨®mo se ha resuelto esc¨¦nicamente esa fluidez narrativa casi cinematogr¨¢fica, esos continuos cambios de espacio?
N. E. Es una escenograf¨ªa aparentemente muy simple, pero muy, muy compleja, llena de sorpresas y absolutamente ligada al devenir del texto. "Vemos" iglesias, huertos, casas, muros, torres, pozos... todo ello de una forma no realista.
R. L. Un poco, aunque en la Trilogie era un espacio imaginario, m¨¢gico, con una clara intencionalidad po¨¦tica. Aqu¨ª, cierto, no es un espacio realista pero tampoco es abstracto. Es un espacio ¨²nico que se va transformando en todos los espacios que pide Rojas. Es dif¨ªcil de explicar; hay que verlo. Hemos jugado con colores, con texturas, para resaltar la enorme sensualidad que impregna la obra. Las paredes son de madera muy c¨¢lida, los cambios de escena van unidos a los movimientos de los actores... y de golpe pasamos de la sensualidad a la crudeza m¨¢s absoluta.
P. Me ha llamado la atenci¨®n el subt¨ªtulo que le ha puesto al espect¨¢culo: "Cerca de las tener¨ªas, a la orilla del r¨ªo". Es el lugar donde vive Celestina ?no? ?Es ¨¦se el centro de la funci¨®n, un poco "la casa del deseo"?
R. L. S¨ª, un lugar donde las cosas pasan. Una zona, la zona prohibida, donde los ricos no se aventuran si no es a trav¨¦s de criados, de intermediarios. La zona del deseo, s¨ª. Junto a un r¨ªo que fluye, en contraposici¨®n a los pozos quietos de las familias ricas, de la familia de Melibea.
R. L. Es una obra bisagra, a caballo entre dos mundos. Retrata un mundo que est¨¢ saltando en pedazos, dominado como nunca por la presencia de la muerte. Un mundo en el que la moral que est¨¢ tras las grandes palabras ha dejado de tener sentido y s¨®lo prima la pura supervivencia. O sea, muy cercano a nuestro momento actual.
P. Refleja muy bien la ca¨ªda del "amor cort¨¦s", de las moralidades... Calisto habla como un trovador pero lo ¨²nico que quiere es acostarse con Melibea, y viceversa. Aqu¨ª no hay grandes ideales: s¨®lo sexo, codicia, enga?o y muerte.
N. E. Es cierto: Calisto lanza sus parlamentos ret¨®ricos, se la tira y se va. Y Melibea no tiene la menor intenci¨®n de casarse, formar una familia, etc¨¦tera. No es un texto "caballeresco", para nada. El contraste entre las palabras y los hechos es de una brutalidad enorme. Hay una iron¨ªa salvaje, muy moderna; una visi¨®n absolutamente descre¨ªda.
R. L. No es Romeo y Julieta, desde luego. Est¨¢ mucho m¨¢s cerca del Shakespeare de Troilo y Cr¨¦sida. Por eso digo que en Rojas est¨¢n las ra¨ªces, tanto formales como de tono, de mucho de lo que se har¨ªa luego, uno o varios siglos m¨¢s tarde. A mucha gente le sorprende que la Inquisici¨®n no prohibiera la obra, que Rojas no acabara en la pira.
N. E. No la prohibieron en su d¨ªa porque fue recibida como un exemplum ex contrariis, una obra edificante. Rojas se cubri¨® muy bien las espaldas: los amantes son castigados, la bruja mala muere... "Ved lo que puede pasar si los j¨®venes se entregan al desenfreno".
R. L. ...y hay una delectaci¨®n absoluta en la descripci¨®n de ese desenfreno, claro. Rojas era muy joven, un estudiante de leyes, cuando la escribi¨®. Todas sus pasiones est¨¢n ah¨ª.
N. E. Y al mismo tiempo que condena a Celestina siente por ella una evidente fascinaci¨®n. En ese constante juego de tensiones radica la grandeza de la obra.
N. E. Hay muchas, muchas capas. De entrada, no es una alcahueta a secas. Es comadrona y es abortista, repara virgos, conoce remedios, hierbas medicinales, hace encantamientos... "Con seis oficios", dice Rojas: "labrandera, perfumera, maestra de hazer afeytes y de fazer virgos, alcahueta y un poco hechicera". Es inteligente, muy buena psic¨®loga. Capta enseguida las necesidades y las debilidades de la gente. Comprende la vida. Es la gran Madre Tierra...
R. L. Es una mujer renacentista, a su manera. Como dice Nuria, es m¨¢s sabia que astuta. Domina muchos saberes: m¨¦dicos, farmacol¨®gicos. Y es completamente pagana.
P. Eso forma parte de una tradici¨®n m¨¢s o menos reciente, casi desde que la mont¨® Vitez con Jeanne Moreau en los a?os ochenta. Antes, la figura de Celestina sol¨ªa presentarse como una bruja seca, malvada. Como si no hubiera amado nunca.
R. L. Yo nunca pierdo de vista que soy un director americano montando un cl¨¢sico espa?ol. El desconocimiento de esa tradici¨®n juega a mi favor, porque puedo tomarme libertades que quiz¨¢ un director espa?ol no se permitir¨ªa. Nunca he visto a Celestina como una bruja, por ejemplo, sino como una hechicera. Para m¨ª hay una gran diferencia conceptual, incluso sem¨¢ntica. Una hechicera es una mujer que hechiza, que encanta. Y que mueve los hilos. No es la sirvienta del diablo: el diablo est¨¢ a su servicio.
N. E. En escena, cuando invoco a Plut¨®n, no lo hago como una s¨²plica. Es m¨¢s una amenaza que un ruego. Es una orden urgente, una conminaci¨®n. Como si Celestina le dijera al diablo: "Ven inmediatamente y cons¨ªgueme esto".
R. L. Una de mis mayores preocupaciones a la hora de montar la funci¨®n era mostrar el "presente activo", muy activo, de Celestina: ver al agente organizador del deseo en acci¨®n. Ver c¨®mo trabaja, c¨®mo mueve sus hilos, c¨®mo sube y baja por la escala social corriendo grandes riesgos: la familia de Melibea es rica e intocable, y los ojos de la Inquisici¨®n est¨¢n muy cerca. El peligro es constante y absoluto: cuando Sempronio y P¨¢rmeno la matan, les ejecutan casi al instante. No hay formalidades legales. Un tropiezo en esa maroma significa la muerte.
P. ?C¨®mo ha imaginado Nuria Espert el pasado del personaje para poder encarnar su presente?
N. E. Siempre partimos del texto, por descontado. Hay algo esencial: la adaptaci¨®n de Garneau hace hincapi¨¦ en pasajes y aspectos que suelen zanjarse en otras versiones. Momentos de ternura, de sexo. Como el hecho, por ejemplo, de que Celestina sigue haciendo el amor. Aspectos que me han ayudado a construir una Celestina de carne y sangre. Una mujer, ante todo. Una mujer desesperada, ca¨ªda, pero muy fuerte, que sigue conservando una gran vitalidad. Tuvo un momento de peque?o esplendor cuando levant¨® su casa de putas "junto a las tener¨ªas, cerca del r¨ªo". En esa ¨¦poca tuvo a las mejores pupilas de la ciudad, pero eso pas¨® y ahora vive muy pobremente en esa casa "apartada, medio ca¨ªda, poco compuesta y abastada". Vive de recuerdos que desmesura, que engrandece. Hasta que de repente se le presenta el mirlo blanco, el negocio de su vida, y pierde los papeles. Por primera vez tiene un cliente "de lujo". Y mentir¨¢, manipular¨¢, har¨¢ lo que sea para conservar ese negocio.
P. Contado as¨ª parece un personaje de Onetti que se convierte en uno de Mamet... ?C¨®mo ha sido el proceso de ensayos con Lepage?
N. E. Hemos hablado mucho, hemos le¨ªdo e investigado mucho juntos... y hemos trabajado todav¨ªa m¨¢s en los ensayos, por supuesto. El equipo se dividi¨® en dos partes. El grueso de la compa?¨ªa empez¨® a trabajar en Montreal, el invierno pasado...
R. L. En febrero, a treinta bajo cero, pobres. Vinieron Carmen del Valle (Melibea), Pep Molina (Sempronio), Roberto Mori (P¨¢rmeno), Nuria Moreno (Elicia), Carmen Ar¨¦valo (Arisa), Manuel Puchades (Centurio), Nuria Garc¨ªa (Areusa)... todos los que ten¨ªan escenas digamos "acrob¨¢ticas".
N. E. Estuvieron all¨ª tres semanas y volvieron con varias escenas hechas, lo que permiti¨® que yo pudiera incorporarme m¨¢s tarde, el 2 de agosto, para trabajar, durante cinco semanas, con el resto de la compa?¨ªa: Marta Fern¨¢ndez Muro (Lucrecia), Miguel Palenzuela (Pleberio), y David Selvas (Calisto), que ya hab¨ªa trabajado con Robert en Le Polygraphe. Decir que ha sido un trabajo "duro pero apasionante" ya parece un clich¨¦, pero es cierto. En Barcelona se nos han pasado las horas casi sin darnos cuenta: entr¨¢bamos en el Lliure a las nueve de la noche y a veces sal¨ªamos a las cinco de la ma?ana. Al d¨ªa siguiente me daba cuenta de lo que hab¨ªamos hecho, porque ten¨ªa moratones en todo el cuerpo. Le dec¨ªa a Robert: "Cuando acabe esta funci¨®n s¨®lo me contratar¨¢n para papeles de mujer maltratada".
P. ?Ha sido muy distinto el trabajo con esta compa?¨ªa respecto al que hizo con los actores del Dramaten?
R. L. S¨ª, la verdad. Los actores suecos y los espa?oles tienen una energ¨ªa totalmente diferente. Los suecos, seg¨²n el t¨®pico, son rubios, de ojos azules, pero con un interior negro, torturado. Bien, pues es verdad. Extraordinarios int¨¦rpretes, aunque quiz¨¢ muy marcados por la impronta de Bergman. All¨ª, La Celestina ten¨ªa otro peso: era mucho m¨¢s grave, m¨¢s tr¨¢gica. La energ¨ªa espa?ola, l¨®gicamente, est¨¢ mucho m¨¢s cerca del original. Actores y personajes tienen aqu¨ª la misma madre, nunca mejor dicho. Yo soy un entrenador "extranjero", pero jugamos con el "equipo local". Jugamos en casa.
P. ?C¨®mo est¨¢ el calendario de la funci¨®n tras el estreno en el Lliure?
R. L. Estamos en el Lliure hasta el 3 de octubre ?no?
N. E. ...y luego vamos a Valencia, a la Nave de la Ciudad de las Artes Esc¨¦nicas de Sagunto. Y despu¨¦s, al Espa?ol de Madrid, del 4 al 14 de noviembre, dentro de la programaci¨®n del Festival de Oto?o, y luego seguimos all¨ª, creo, hasta el 5 de diciembre. Hay m¨¢s funciones en el teatro Cuy¨¢s de Las Palmas de Gran Canaria...
R. L. Y gira por Espa?a, de enero a mayo.
La Celestina es una coproducci¨®n de Ex Machina, de Canad¨¢; la Generalitat Valenciana, el F¨®rum, el teatro Lliure, Salamanca 2005 y el teatro Cuy¨¢s de Canarias.
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