Tenue memoria del horror en los trenes de Atocha
La mayor¨ªa de los viajeros de la l¨ªnea que sufri¨® los atentados de marzo evita el recuerdo de lo ocurrido aquel aciago d¨ªa
En la estaci¨®n de Alcal¨¢ de Henares (Madrid), dos puestos de helados ocupan el sitio donde ardieron durante semanas decenas de velas en memoria de los muertos del 11-M. Parece que muchos viajeros han agradecido el cambio. Un d¨ªa como aqu¨¦l, seis meses despu¨¦s de la tragedia, el recuerdo del peor atentado sufrido en Espa?a se mantiene vivo, sobre todo, en el entorno de las v¨ªctimas, y en la atenci¨®n de los medios de comunicaci¨®n. Otra cosa son los m¨¢s de 24.000 viajeros que transitan a diario por esta estaci¨®n de Alcal¨¢, de donde partieron los trenes de la muerte. "A todo el mundo le cost¨® superarlo. Los trenes perdieron el 70% de pasajeros despu¨¦s de los atentados", asegura Andr¨¦s, due?o del quiosco de peri¨®dicos, que se alza a un paso de los andenes. Fuentes de Cercan¨ªas de Renfe situaron la p¨¦rdida de viajeros en apenas un 7%. El servicio, despu¨¦s de todo, se reanud¨® el 15 de marzo. Pero Andr¨¦s ha hecho sus propios c¨¢lculos. "No olvidar¨¦ nunca esa ma?ana, porque era, adem¨¢s, mi cumplea?os. Perd¨ª a m¨¢s de un cliente en esos trenes. Luego, la polic¨ªa vino a preguntarme si hab¨ªa visto gente con mochilas. Yo les dije que s¨ª, unos 5.000".
Cada 10 minutos aproximadamente sale un tren de los andenes de esta estaci¨®n de Alcal¨¢, rumbo a Chamart¨ªn, a Pr¨ªncipe P¨ªo, a Alcobendas y San Sebasti¨¢n de los Reyes, barrios y ciudades dormitorio del norte de la capital. En el que parte de la v¨ªa 1 ha tomado asiento Siro Herranz, un educado se?or que no aparenta los 78 a?os que confiesa tener. "Me gusta viajar y como estoy jubilado, me hago todos los d¨ªas un mont¨®n de trayectos", dice mostrando su abono de transporte gratuito. "Hoy iba a irme a Aranjuez, pero siendo la fecha que es, he querido hacer este recorrido como homenaje a las v¨ªctimas, sin olvidarme de las de Nueva York. ?Qu¨¦ fechas tan tr¨¢gicas para la humanidad! Piensas, ?qu¨¦ corta es la vida!, y que se la sieguen a uno de esa manera".
El tren discurre a toda velocidad entre descampados agostados y bloques de pisos relucientes. Es s¨¢bado y en este ¨²ltimo vag¨®n s¨®lo viaja gente sin prisa. Una pareja de Alcal¨¢ que va de excursi¨®n a Segovia, conversa en voz muy baja. Ella, una chica de melena larga y negr¨ªsima, reconoce que se ha subido al tren sin recordar la fecha. "Ayer s¨ª, porque vi un programa de televisi¨®n sobre aquello, pero hoy se me hab¨ªa olvidado". Unos asientos adelante, viaja un grupo de j¨®venes, dos chicas de piel deslumbrante y un hombre moreno. Son rumanos. Ellas no hablan espa?ol. El chico s¨ª, pero no quiere decir nada de los atentados.
Las dos rumanas se bajan en Vic¨¢lvaro. Y muy poco despu¨¦s, la megafon¨ªa anuncia la siguiente parada, Santa Eugenia, un nombre que todav¨ªa estremece. Sobre estas mismas v¨ªas circulaban aquella ma?ana de marzo los convoyes repletos de dinamita. La estaci¨®n est¨¢ vac¨ªa. La taquillera dice que no han dejado de pasar periodistas, "sobre todo, gente con c¨¢maras de televisi¨®n". Lo dice con algo de fastidio.
A mediod¨ªa, en la sede de la Asociaci¨®n 11 de Marzo Afectados del Terrorismo hay un peque?o acto de recuerdo. El l¨ªder del PSOE en la Asamblea de Madrid, Rafael Simancas, y la concejal Trinidad Jim¨¦nez tienen prevista su asistencia. A ¨²ltima hora, falla Simancas, herido leve en un accidente la noche anterior. Tambi¨¦n la presidenta de la Comunidad de Madrid, la popular Esperanza Aguirre, ha celebrado un acto en memoria de los 191 muertos, y los m¨¢s de 1.500 heridos de aquella tr¨¢gica jornada.
En Santa Eugenia no se ha concentrado apenas gente. Hay, sobre todo, pol¨ªticos y periodistas, mano a mano con el recuerdo. Y est¨¢n tambi¨¦n la creadora y la presidenta de la Asociaci¨®n 11 de Marzo, Mar¨ªa Culebras y Clara Escribano, respectivamente. Escribano despliega una energ¨ªa envidiable en defensa de esa memoria, de esa presencia de las v¨ªctimas en la vida espa?ola. La vor¨¢gine de la vida diaria en una ciudad como Madrid es capaz de arrasar todo recuerdo. No hay m¨¢s que ver lo pronto que se recuperaron las cifras de viajeros de cercan¨ªas, incluso en estas mismas l¨ªneas del Corredor del Henares. Claro que no ha sido gracias a Escribano. "No s¨®lo no he vuelto a subirme a ese tren, es que ni siquiera he podido acercarme a la estaci¨®n", dice. Aquella ma?ana de marzo su mano fue la que puls¨® el bot¨®n de apertura del vag¨®n que explot¨® causando m¨¢s de 17 v¨ªctimas en la estaci¨®n de Santa Eugenia.
El tren atraviesa ahora Vallecas. Cruza el mar de asfalto de la M-40, dejando a un lado el barrio de Entrev¨ªas, al otro el de Palomeras y se detiene en la estaci¨®n de El Pozo, limpia y sin huella de los destrozos del 11 de marzo. Los andenes est¨¢n desiertos. Antes de que el tren coja velocidad se llega al apeadero de Entrev¨ªas, ¨²ltima estaci¨®n antes de Atocha. Las v¨ªas est¨¢n libres y el convoy deja r¨¢pidamente atr¨¢s una corrala casi de juguete en la distancia, antes de enfilar la calle de T¨¦llez, de imborrable memoria, y finalmente, Atocha.
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