Cara y cruz de los heridos en el momento m¨¢s cr¨ªtico
Seis meses despu¨¦s del trauma es el momento clave para juzgar si las v¨ªctimas podr¨¢n superarlo psicol¨®gicamente a medio plazo
Ma?ana, lunes, vuelve Silvia Espinosa al m¨¦dico. Tiene la esperanza de que le digan cu¨¢ndo podr¨¢ volver a trabajar. Han pasado seis meses de los atentados del 11-M y nada en su sonrisa hace pensar que estuvo inconsciente sobre el and¨¦n de Atocha mientras un desconocido le sujetaba la cabeza, que pas¨® cuatro d¨ªas en coma, una semana en la UVI y 40 d¨ªas ingresada con una lesi¨®n cerebral provocada por la onda expansiva de la bomba.
Atr¨¢s han quedado meses en los que Silvia Espinosa, de 27 a?os, no pod¨ªa salir a la calle si no era del brazo de alguien. Mucho tiempo en el que "no se la pod¨ªa dejar sola en casa", como apunta su madre. "Las lesiones le afectaron al comportamiento en general. Ella no se daba cuenta, pero no era la misma persona que antes". Silvia asiente y cuenta c¨®mo, de pronto, encend¨ªa todas las luces. O c¨®mo se levantaba por la noche y ve¨ªa gente por la casa. "Por decirlo de una forma horrorosa, estaba loca", concluye su madre para hacerse comprender en una palabra.
La lavadora empez¨® a echar humo, y Rosa Mar¨ªa dijo llorando: "?Huele al tren!"
La ma?ana del 11 de marzo, Silvia cogi¨® el tren de cercan¨ªas en la estaci¨®n de Puente Alcocer, en Villaverde, para cambiar de tren en Atocha y llegar al paseo de Recoletos, donde desde hace tres a?os iba a su trabajo en una firma de seguros en la calle de Montesquinza. Recuerda que se subi¨® al tren. El siguiente recuerdo que tiene es el de despertar en el hospital Cl¨ªnico. Silvia no tiene grabadas en el cerebro im¨¢genes del atentado que le atormenten.
Pero Rosa Mar¨ªa Ventas, adem¨¢s de la metralla en la cabeza, la cadera y los muslos, ve el horror del tren de la calle de T¨¦llez cada vez que cierra los ojos. "No perd¨ª la consciencia en ning¨²n momento", explica, mientras describe la postura en la que se qued¨® tras la conmoci¨®n, como agachada en el asiento, paralizada, dej¨¢ndose caer lateralmente poco a poco hacia el pasillo del vag¨®n mientras abr¨ªa los ojos y recib¨ªa las primeras im¨¢genes, "en blanco y negro, supongo que debido al humo".
"En un segundo, todo el pasillo estaba lleno de cuerpos que ni siquiera eran cuerpos", contin¨²a. "Vi a dos hombres en la puerta del vag¨®n que me dec¨ªan: 'Venga aqu¨ª, se?ora, nosotros la cogemos'. Pero yo no me atrev¨ªa a pasar por encima de los cuerpos. Y ellos me dijeron: 'Pase por encima, se?ora, ya da igual'. Era verdad que daba igual. Sal¨ª arrastr¨¢ndome por encima de aquellos cuerpos".
Lo que Rosa Mar¨ªa Ventas, de 44 a?os, vio en el peque?o recorrido desde su asiento hasta la puerta le atormenta desde entonces. "A veces, los recuerdo e intento ponerles nombres a aquellos cuerpos". No puede ver pel¨ªculas violentas, ni informaciones de ninguna clase sobre el 11-M, ni siquiera las de la comisi¨®n parlamentaria. "No pod¨ªa ver aquel anuncio de agua mineral que dec¨ªa lo de 'la mitad de tu cuerpo es agua' en el que aparec¨ªa la gente por la mitad".
Rosa Mar¨ªa Ventas cogi¨® aquella ma?ana su tren de siempre en Coslada que la llevaba directa a la estaci¨®n de Recoletos, desde donde caminaba hasta la plaza de Cibeles. All¨ª trabajaba en Correos, en la secci¨®n de burofax. Su cabeza iba ocupada en los preparativos de la comuni¨®n de su hijo de nueve a?os, que fue en mayo. Seis meses despu¨¦s revive mentalmente todos los d¨ªas el camino entre el asiento y la puerta del vag¨®n. No puede soportar ver un maniqu¨ª en un escaparate.
Estas dos mujeres heridas en la masacre, en la que murieron 191 personas, pueden ilustrar con sus testimonios el momento cr¨ªtico en el que se encuentran los supervivientes de aquellos trenes.
Fernando Chac¨®n, decano del Colegio de Psic¨®logos de Madrid, resalta la importancia de la fecha de recuerdo que se cumpli¨® ayer. "A todos los afectados por las bombas les va a costar a?os la adaptaci¨®n", afirma, "pero la fecha de los seis meses est¨¢ tomada como un momento cr¨ªtico en la bibliograf¨ªa".
Seg¨²n explica Chac¨®n, "es un momento donde ya se ve si los s¨ªntomas se empiezan a superar o van a quedar a largo plazo". "Si a los seis meses siguen con una afectaci¨®n que no ha descendido, que no hay una evoluci¨®n, se considera que ese estr¨¦s se ha instalado en la personalidad y va a perdurar en el tiempo". En opini¨®n de algunos autores, no se puede hablar de estr¨¦s postraum¨¢tico hasta que no se hace una valoraci¨®n del paciente a los seis meses de la experiencia.
Tras salir del hospital, Silvia Espinosa fue inmediatamente tratada por psiquiatras y psic¨®logos. Aparte de lesiones en las piernas de las que ya no queda rastro, su principal problema estaba en la cabeza. Era incapaz de recordar muchas cosas, aparte de tener una alteraci¨®n del comportamiento visible para su familia. "No recordar nada le puede proteger, porque no puede revivir las im¨¢genes. Pero con el tiempo, esa persona recuperar¨¢ la memoria hasta el momento del atentado", indica Fernando Chac¨®n.
El verano y "una vida ordenada" estos meses han servido de terapia. Se fue a su pueblo, Brihuega (Guadalajara), y particip¨® en las fiestas. Volvi¨® a Madrid y ya el pasado d¨ªa 29 fue de visita al trabajo. A principios de verano le dijeron que no esperara el alta hasta las navidades. Pero hace mes y medio le dijeron que, quiz¨¢, despu¨¦s del chequeo de ma?ana, lunes, pueda recuperar la normalidad por completo.
Cuando Rosa Mar¨ªa Ventas sali¨® del hospital Gregorio Mara?¨®n despu¨¦s de seis d¨ªas, le ard¨ªa la quemadura del lado izquierdo de la cara, pero no crey¨® que necesitara un psic¨®logo. "Un d¨ªa fui a la estaci¨®n a rellenar un formulario de accidentes y me ech¨¦ a llorar. Ah¨ª me di cuenta de que me hac¨ªa falta un psic¨®logo". Desde entonces, "con los d¨ªas se va haciendo m¨¢s duro" seguir adelante. "Un d¨ªa te lo planteas as¨ª: han intentado matarme".
Para Fernando Chac¨®n, Rosa Mar¨ªa "ha cometido el error de no acudir pronto" a tratamiento psicol¨®gico. Su angustia no tiene que ver con los recuerdos, sino con su incapacidad para adaptarse a ellos. "Las im¨¢genes de flash-back son s¨ªntomas de estr¨¦s, no su causa", explica Chac¨®n. "Las im¨¢genes actualizan la angustia y la ansiedad. Es uno de los s¨ªntomas que m¨¢s dificulta la adaptaci¨®n. Cuando lleva tres o cuatro meses instalado es dif¨ªcil quitarlo, ya que es como un h¨¢bito". El h¨¢bito de torturarse con lo vivido en el tren, y no poder evitarlo.
Como cuando la semana pasada, estando sola en casa, empez¨® a salir humo de la lavadora de Rosa Mar¨ªa Ventas. Ser¨ªa un fusible, una resistencia, un circuito. Pero llam¨® a su marido llorando y no pudo evitar decir: "?Huele al tren! ?Huele al tren!".
Estudios epidemiol¨®gicos indican que un 3% de la poblaci¨®n sufre estr¨¦s postraum¨¢tico como el de Rosa Mar¨ªa. El estr¨¦s postraum¨¢tico s¨®lo se puede diagnosticar pasados de tres meses a seis meses de la tragedia. Uno de los principales s¨ªntomas es que "cualquier cosa que se asocie a la experiencia traum¨¢tica inmediatamente hace revivir toda la cadena de im¨¢genes".
Rosa Mar¨ªa Ventas consigui¨® finalmente volver a coger el tren para ir a Madrid. Pero no pod¨ªa soportar la angustia a partir de Atocha, cuando la l¨ªnea entra en la almendra central de la ciudad y contin¨²a bajo tierra. "Me bajaba en Atocha y cog¨ªa un autob¨²s, porque no paraba de pensar que si pasaba algo en el t¨²nel ser¨ªa muy grave". Hoy ya puede hacer el recorrido completo, con t¨²nel incluido.
Pero el pasado d¨ªa 31, nada m¨¢s entrar en el t¨²nel, las luces del tren se apagaron. "Por no gritar, me ech¨¦ a llorar", cuenta. Volvi¨® a casa en autob¨²s.
"Mis hijos no cogen el tren"
Los hijos de Rosa Mar¨ªa Ventas no estuvieron en el tren de la calle de T¨¦llez que revent¨® con su madre dentro, pero no les hizo falta para darse cuenta de que algo muy grave hab¨ªa ocurrido. "No quieren coger el tren para nada", dice Ventas. Viven en Coslada y hacen su vida all¨ª. "Pero llegar¨¢ el d¨ªa en que sean mayores y tengan que empezar a moverse".
Tienen 9 y 11 a?os, y los primeros d¨ªas pensaron que su madre hab¨ªa muerto. Despu¨¦s, en alguna ocasi¨®n se han echado a llorar porque no sab¨ªan d¨®nde estaba. Se dan cuenta de que su madre no hace vida normal. "Mi vida normal era levantarme, llevar a mis hijos al colegio e ir a trabajar. Eso ya no lo hago".
El 11-M dej¨® docenas de hu¨¦rfanos, adem¨¢s de ni?os cuyos padres viven muy afectados por la masacre. El Colegio de Psic¨®logos de Madrid, junto con la oficina del Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, present¨® esta semana una gu¨ªa para explicar situaciones traum¨¢ticas a los ni?os. Las recomendaciones principales son, primero, nunca mentir. La mentira no protege al ni?o, explican, porque cuando se entere de la verdad se sentir¨¢ enga?ado. Tambi¨¦n se debe adaptar la informaci¨®n al nivel de comprensi¨®n de los ni?os: no dar demasiadas explicaciones a un ni?o de tres a?os, pero tampoco evitarlas con un adolescente. El folleto tambi¨¦n explica c¨®mo acertar con el tono emocional adecuado para las explicaciones o de qu¨¦ manera puede dosificarse la informaci¨®n.
Adem¨¢s, otra dificultad que indica Rosa Mar¨ªa Ventas es explicarles el origen del atentado. "Te preguntan: 'Mam¨¢, ?todos los moros son malos?'. Les tienes que explicar que no, que los que ven por la calle no son malos, ni tampoco sus amigos del colegio. Pero ?c¨®mo se lo explicas?".
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