Ricardo Ortega y la dignidad de la informaci¨®n
Las im¨¢genes de horror del secuestro y "liberaci¨®n" de un millar y pico de rehenes, en su mayor¨ªa ni?os venidos con sus padres a la inauguraci¨®n del curso escolar en la peque?a ciudad de Besl¨¢n en Osetia del Norte, muestran la cara feroz, absolutamente despiadada, del terrorismo en su busca de una ilimitada rentabilidad medi¨¢tica, destinada justamente a suscitar tal revulsi¨®n. La utilizaci¨®n c¨ªnica de las personas m¨¢s vulnerables -criaturas indefensas, madres lactantes-, enteramente ajenas a las causas objetivas que alimentan la desesperaci¨®n de los secuestradores, son una prueba m¨¢s de los desatinos a los que conduce una causa leg¨ªtima cuando un af¨¢n de venganza ciego prevalece sobre la raz¨®n.
A la barbarie del secuestro, la intervenci¨®n de las fuerzas especiales, cuya incompetencia y falta de escr¨²pulos no necesitan demostraci¨®n alguna para quienes conocen la situaci¨®n reinante no s¨®lo en Chechenia sino en toda la Federaci¨®n Rusa, ejemplariza a su vez el perfecto desd¨¦n del r¨¦gimen aut¨®crata de Putin por la vida humana, como se manifest¨® ya con contundencia con el empleo del gas sar¨ªn para "salvar" al p¨²blico secuestrado hace dos a?os en un teatro de Mosc¨². A fin de probar su decisi¨®n de preservar a toda costa la seguridad de su pueblo, Putin est¨¢ dispuesto a todo: a sacrificar incluso a este mismo pueblo. La opacidad informativa que envolvi¨® la supuesta operaci¨®n de rescate, las distintas y contradictorias versiones de la misma, la manipulaci¨®n descarada de los hechos, empeque?ecen las de nuestro anterior Gobierno respecto a la matanza del 11-M en Madrid y revelan el desprecio absoluto del nuevo zar por una opini¨®n p¨²blica aletargada por decenios de dictadura y arbitrariedad. La l¨¢bil recuperaci¨®n de aqu¨¦lla en la pasada d¨¦cada se trunc¨®, como sabemos, tras la purga y exilio de los oligarcas rapaces pr¨®ximos a Yelstin, gracias al monopolio casi total de la prensa y la televisi¨®n por parte de Putin. Si la informaci¨®n es un poder, la ausencia de ella -el silencio que rodea a cuanto acaece en Chechenia- confirma la existencia de un poder mucho mayor. Aunque las detenciones, torturas, violaciones y asesinatos sean una rutina de todos los d¨ªas, la ya escasa prensa independiente y los corresponsales occidentales no tienen acceso al lugar de los hechos o si lo consiguen es en visitas guiadas bajo la estrecha vigilancia del Ej¨¦rcito de ocupaci¨®n. A diferencia de la ¨¦poca de Catalina la Grande, no hay aldeas (a lo Potemkin) que disfracen la cruel devastaci¨®n del paisaje. Nadie ha penetrado desde luego en los siniestros puntos de filtraci¨®n.
Con el oportunismo que le caracteriza, Putin se ha apropiado con ¨¦xito del lenguaje de Bush: cuanto ocurre en el C¨¢ucaso es obra de esa nebulosa mutante, esa Hidra de 7.000 cabezas denominada "terrorismo internacional". Al asociar el terrorismo de los independentistas con el sangriento internacionalismo de Bin Laden, el nuevo zar diluye el drama checheno en una entidad gen¨¦rica que oculta las ra¨ªces del conflicto y obtiene con ello la aprobaci¨®n, incluso el aplauso, de sus socios occidentales: todos combatimos al mismo enemigo, en las filas del Bien contra el Mal.
Produce sonrojo o¨ªr tal lenguaje en boca de quien emplea por sistema el terrorismo de Estado no ya contra la guerrilla independentista sino contra la inerme y aterrorizada poblaci¨®n civil. Los informes de los raros testigos y de las organizaciones no gubernamentales sobre la pol¨ªtica de tierra quemada iniciada por Yeltsin y perfeccionada por su sucesor, no dejan lugar a dudas. La brutalidad de la historia se reitera y repite sus ciclos desde la invasi¨®n rusa del C¨¢ucaso a finales del siglo XVIII: siete guerras del zarismo, de sus sucesores bolcheviques y del nuevo-viejo Estado ruso de Yeltsin y Putin, am¨¦n de la deportaci¨®n masiva del pueblo checheno a Siberia durante la II Guerra Mundial. ?Qu¨¦ relaci¨®n guarda todo ello con el actual terrorismo internacional en guerra contra Am¨¦rica y sus "cruzados"?
Pese a las anchas tragaderas de algunos gobiernos de Occidente -justamente conmocionados por las im¨¢genes del secuestro y de su "glorioso" ep¨ªlogo-, la versi¨®n que se nos vende no se ajusta en modo alguno a la realidad. El poder ruso miente a sabiendas y sacrifica sus propios ciudadanos a una raz¨®n de Estado que se reduce a fin de cuentas a una imagen de Estado, de un Estado firme, conducido sin que le tiemble el pulso por quien hizo precisamente su brillante carrera a la sombra de los servicios de seguridad: los mismos servicios que hoy controlan los puntos de filtraci¨®n, ese eufemismo que disimula la tortura generalizada, el secuestro de adultos y j¨®venes con miras al precio del rescate y el asesinato de civiles por el simple delito de parentesco con miembros de la guerrilla. La lista de cr¨ªmenes es larga y la detengo aqu¨ª.
No hablo de o¨ªdas. El ¨²nico corresponsal occidental con quien me tropec¨¦ durante la estancia en Chechenia en julio de 1996 me gui¨® hasta las cercan¨ªas de un cuartel, protegido como una fortaleza con alambradas y sacos terreros, en donde se tortura y ejecuta a¨²n a los chechenos detenidos en las redadas nocturnas de las fuerzas de seguridad. Se trataba de Ricardo Ortega, el entonces corresponsal en Mosc¨² de Antena 3, asesinado el pasado mes de abril en Puerto Pr¨ªncipe, Hait¨ª, por el disparo de un francotirador. Con mayor experiencia que yo de cuanto suced¨ªa, me sugiri¨® la idea de acercarme a solas, con aire despistado, a la entrada de dicho cuartel y de preguntar inocentemente a la guardia si pod¨ªa entrevistarme con alg¨²n oficial y formularle unas cuantas preguntas respecto a los m¨¦todos del Ej¨¦rcito en su lucha contra la guerrilla. Los ademanes furiosos y gritos de los centinelas me obligaron a volver sobre mis pasos. El cuartel es el principal y m¨¢s temido punto de filtraci¨®n.
Ricardo Ortega me acompa?¨® igualmente a la peque?a oficina de Grozni, atestada de gente, en donde el responsable checheno de la Asociaci¨®n de Derechos Humanos -un ex piloto de las l¨ªneas a¨¦reas sovi¨¦ticas cuyos dos hijos fueron detenidos en una redada y aparecieron asesinados dos d¨ªas despu¨¦s- mostraba un ¨¢lbum con las fotograf¨ªas de m¨¢s de medio millar de cad¨¢veres desenterrados de las fosas comunes a las personas que buscaban a sus deudos y trataban de identificarlos. Ricardo Ortega film¨® la escena y en
un extracto del reportaje emitido por Antena 3 habl¨® asimismo de ese cuartel "cuyo solo nombre", dijo, "hace estremecer", de la limpieza ¨¦tnica de las zonas rebeldes, de las matanzas llevadas a cabo en defensa del supuesto orden constitucional. Insisti¨® sobre todo en los hallazgos de fosas comunes en las que se apilaban centenares de v¨ªctimas.
Unas semanas despu¨¦s, a mi regreso a Par¨ªs, me remiti¨® una cinta del reportaje acompa?ada de unas im¨¢genes mudas que, en raz¨®n de su impacto visual, la direcci¨®n de Antena 3 prefiri¨® no difundir. La visi¨®n de las mismas es en efecto dif¨ªcilmente soportable. Decenas y decenas de cad¨¢veres desenterrados, la mayor¨ªa de ellos con el impacto de una bala en la nuca; otros, ennegrecidos, con el aspecto de haber sido rociados con gasolina y convertidos en antorchas humanas (un procedimiento bastante usual, me dijo, en la "lucha contra el terrorismo"). Todos los cuerpos llevan un n¨²mero como ¨²nico signo identificatorio. Algunos sobresalen apenas de la fosa. Otros aparecen maniatados y embadurnados con alguna sustancia de brillo met¨¢lico, probablemente de resultas de su ignici¨®n. Recuerdo las palabras de Ricardo Ortega al anunciarme el env¨ªo del filme: "Cons¨¦rvalo como recuerdo. T¨² sabes de lo que hablo".
Lo s¨¦, por desgracia, y en homenaje al periodista asesinado reproduzco sus palabras aqu¨ª. Los horrores de la tragedia chechena se prolongan y veros¨ªmilmente se prolongar¨¢n a¨²n, con su encadenamiento de exacciones, actos terroristas y represalias brutales. Pero hay que entender, ya que no excusar, la desesperaci¨®n de las madres, viudas, hermanas e hijas que se inmolan porque no tienen nada que perder. Nadie puede cerrar los ojos y mirar al otro lado ante las atrocidades de la soldadesca rusa y de las milicias locales. En medio de semejante tenebrario, las palabras e im¨¢genes filmadas por Ricardo Ortega son un recordatorio de que la honestidad y valent¨ªa de un hombre redimen a quienes las escuchamos y vemos de tal acumulaci¨®n de barbarie, mentiras y manipulaci¨®n.
Juan Goytisolo es escritor.
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