Rarezas y escaramuzas
Pocos han debido reparar en un hecho en torno a las recientes Juegos Ol¨ªmpicos. El palista gallego que consigui¨® medalla fue recibido en su poblaci¨®n rural con muestras de entusiasmo.No hubo banderas de ning¨²n tipo, pero su parentela y amigos le felicitaron empleando en exclusiva la lengua de su comunidad. En Puigcerd¨¢ (Girona), un ciclista, tambi¨¦n merecedor de galard¨®n, recibi¨® parecidas muestras de entusiasmo de amigos y parientes. Se expresaban en castellano, pero en la sala en la que los interesados de la ciudad hab¨ªan visto la carrera hab¨ªa s¨®lo banderas catalanas.
Maragall viene repitiendo que los espa?oles somos m¨¢s bien raros, y esta an¨¦cdota nos prueba que su descripci¨®n es justa. Pero lo malo de esta rareza es que puede conducir a la exasperaci¨®n en tan s¨®lo unos minutos, y sobre todo no hace avanzar en absoluto en la soluci¨®n de los problemas. Es de sobra sabido que hay comunidades aut¨®nomas que tienen tras de s¨ª una trayectoria cultural, grupos pol¨ªticos nacionalistas y reivindicaciones seculares. Otras, en cambio, han adquirido su conciencia de identidad a base de clamar por infraestructuras p¨²blicas o rechazar centrales nucleares. Pero esas realidades de puro sabidas no deber¨ªan ser objeto de controversia pol¨ªtica, sino de reflexi¨®n distanciada con pretensi¨®n de recomposici¨®n del puzzle. Una taxonom¨ªa de los componentes siempre resulta contraproducente y a veces incluso ofensiva. La pretensi¨®n catalana de ofrecer una soluci¨®n global para el problema de Espa?a lejos de ser vista como algo positivo y generoso es percibida como una intromisi¨®n con ventajas matuteras ocultas. La negativa a la concesi¨®n de la etiqueta "nacionalidad hist¨®rica" constituye, para muchos, una afrenta sumada a un atraco.
Claro est¨¢ que todo este tipo de actitudes ni son nuevas ni son positivas. En sus recientes memorias, Alfonso Guerra ha recordado no s¨®lo su escas¨ªsimo andalucismo sino que en la recta final de la redacci¨®n de la Constituci¨®n ¨¦l y Abril hac¨ªan "escenificaciones dram¨¢ticas" para concluir "con criterio pol¨ªtico". Esto de las "escenificaciones dram¨¢ticas" recuerda al kabuki, el cl¨¢sico teatro japon¨¦s en que los actores pintorescamente trajeados y dotados de espectaculares m¨¢scaras se gritan de modo ostentoso sin que nadie acabe de percibir los resultados de tanto tremendismo. Ahora bien, llevamos meses en una situaci¨®n muy parecida y cabe pedir que concluya ya.
Hay por lo menos cuatro a?os para intentar avanzar algo en lo que respecta a la organizaci¨®n territorial del Estado. Nada se lograr¨¢ por el procedimiento de la escaramuza perpetua, mezclada con una iron¨ªa tan chapucera que pretendiendo ser impl¨ªcita resulta por completo expl¨ªcita. Podemos, claro est¨¢, recalcar las diferencias. Pero el hecho es que nunca un Gobierno de Catalu?a ha estado m¨¢s cercano al talante del espa?ol en esta materia y me parece que, en efecto, como ha indicado el presidente, con el PNV es posible una fluidez de comunicaciones en un plazo medio de tiempo. Todo esto es in¨¦dito y no debi¨¦ramos desaprovecharlo.
Al final, oculto entre las escaramuzas nominalistas y las mucho m¨¢s prosaicas reclamaciones acerca de la financiaci¨®n, el adversario a este esfuerzo de comprensi¨®n no es m¨¢s que "un matonismo parlamentario o de tertulia que habla rotundamente de Espa?a y que da y quita patentes de patriotismo". La frase es de Maragall, el poeta de anta?o, no el pol¨ªtico de ahora, pero es adecuada al momento presente, en especial si a esa conciencia nacional se suma la de algunas de nuestras nacionalidades. Se debiera proceder paso a paso, con humildad y voz queda. Ha pasado la etapa de las "escenificaciones dram¨¢ticas" y ahora podemos embebernos en los "criterios pol¨ªticos".
En definitiva, no tiene raz¨®n ni Rodr¨ªguez Ibarra ni Montilla, ni el PP con sus preocupaciones qui¨¦n sabe si crecientes o menguantes. En esta cuesti¨®n hay que defender la impopular y poco sofisticada tesis de que a quien le acompa?a la raz¨®n es al Gobierno. No acaba de sorprendernos con sus muestras de biso?ez -la ¨²ltima sobre la retirada de Irak-, pero en esta decisiva cuesti¨®n parece el m¨¢s sensato de sus partidarios. No est¨¢ mal, pero ya basta de alboroto previo.
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