La venganza de Sainte-Beuve
Supongo que Harold Bloom, el gran pope de la cr¨ªtica norteamericana de nuestros d¨ªas, se lo estar¨¢ pasando la mar de bien estos ¨²ltimos tiempos, viendo c¨®mo en su misma Francia se est¨¢ reivindicando la figura de su mayor cr¨ªtico literario, Charles-Augustin Sainte-Beuve (1804-1869), "el cr¨ªtico franc¨¦s que m¨¢s me interesa", como afirm¨® el americano en su celeb¨¦rrimo El canon occidental que tantas pol¨¦micas levant¨® hace poco m¨¢s de un lustro. Pues su celebridad, incontestable durante el siglo XIX, flaque¨® en los cincuenta del XX, con la ofensiva de los formalistas, estructuralistas y otras derivaciones que siguen todav¨ªa triunfando hoy en los campus norteamericanos. Bien es verdad que la frase de Bloom en el fondo estaba dedicada menos a la gloria del mismo Sainte-Beuve que a arremeter contra Barthes, Foucault, Lacan, Derrida, descontruccionistas, multiculturalistas y tantos otros posestructuralistas de toda laya y condici¨®n, con los que el autor de El canon occidental tiene entablada una dura y f¨¦rtil batalla, en compa?¨ªa por lo dem¨¢s del gran George Steiner, con la ayuda por su parte del propio Jehov¨¢, que nos coja confesados.
Y tambi¨¦n, todo hay que decirlo, porque el pr¨®ximo mes de diciembre se cumplir¨¢ el segundo centenario del nacimiento de Sainte-Beuve y ya se sabe que este tipo de efem¨¦rides suele aprovecharse para remover y sacudir todas las modas, c¨¢nones y posibles situaciones establecidas de que se trate, pues la gran literatura suele siempre ser escenario de este tipo de incruentas cat¨¢strofes que la retroalimentan sin parar. Y una fiesta similar no ha conseguido adem¨¢s canonizar del todo a Alejandro Dumas padre (cuyos restos entraban en el Pante¨®n hace un a?o), aunque algo m¨¢s a George Sand, siempre a beneficio de inventario y en funci¨®n de los muchos lectores de los que sigue gozando.
Pues bien, hay que volver a Sainte-Beuve, autor de una obra inmensa e inagotable de casi cien vol¨²menes en apenas medio siglo de vida profesional, en su mayor parte recogiendo sus grandes trabajos cr¨ªticos y correspondencias diversas -aunque tambi¨¦n de una buena novela, Voluptuosidad, cinco buenos libros de poemas y otros interesantes textos breves- que fue profesor en Lausana y Lieja, en la Escuela Normal y el Colegio de Francia (no quiso serlo en la Sorbona cuando se lo ofrecieron) y lleg¨® a ser miembro de la Academia Francesa y senador del Imperio bajo Napole¨®n III, con quien tampoco se llev¨® del todo bien sobre todo al final, pese a los esfuerzos de la princesa Matilde, pues siempre defendi¨® su independencia cr¨ªtica.
?Cu¨¢les fueron las razones de su descr¨¦dito? En primer lugar, la tradicional separaci¨®n entre la cr¨ªtica y la creaci¨®n que en su caso intent¨® presentarlo como un creador frustrado que se dedic¨® a la cr¨ªtica ro¨ªdo por la envidia al no haber triunfado como tal; pena perdida pues sus libros de creaci¨®n fueron posteriores a su triunfo previo como cr¨ªtico, y ya su enemigo final Victor Hugo, que antes hab¨ªa sido un buen amigo, lo recibi¨® en la Academia calificando su monumental Port-Royal como la obra de un poeta. Despu¨¦s se critic¨® su propio m¨¦todo cr¨ªtico, calific¨¢ndolo de excesivamente biogr¨¢fico, pues insist¨ªa hablando de los autores m¨¢s que de sus obras. Fue la gran lanzada que intent¨® perpetrarle Marcel Proust en su Contra Sainte-Beuve, en la que aleg¨® que la obra de arte es producto de un "otro yo" distinto al de su propio autor. Aqu¨ª tambi¨¦n hay que distinguir, pues Proust nunca public¨® este texto, p¨®stumamente recuperado, y cuya escritura se fue convirtiendo en sus manos nada menos que en En busca del tiempo perdido, como han mostrado sus verdaderos manuscritos, tan manipulados despu¨¦s por los formalistas posteriores, que lo convirtieron en su bandera.
En mi opini¨®n, ni el m¨¦todo de Sainte-Beuve era tan exclusivamente biogr¨¢fico, pues si lo hizo fue para destacar singularidades y separar a los artistas de sus condicionamientos generacionales y no por ello dej¨® nunca de hablar de sus obras con una profundidad y elegancia incre¨ªbles. Lo que hizo Proust fue intentar quitarse previamente de encima los moscones biografistas que luego vinieron a caer sobre su obra, desde Andr¨¦ Maurois a Painter, o de De Diesbach a Tadi¨¦. Pues la relaci¨®n entre el autor y su obra es lo que ha inspirado la mayor parte de la cr¨ªtica contempor¨¢nea. Y por ¨²ltimo se le ha acusado de no haber sabido valorar a algunos de los grandes de su tiempo, como Chateaubriand, Victor Hugo, Balzac, Stendhal o Baudelaire, mientras trataba mejor a otros mucho menores. Esto es no haberle le¨ªdo en profundidad, pues se entusiasm¨® con los principios de los dos primeros, aunque los criticara despu¨¦s por embusteros, Balzac nunca le gust¨® por "industrial"; se equivoc¨® con Stendhal, de quien apreci¨® m¨¢s su periodismo y sus libros de viaje que sus dos novelas, que acus¨® de artificiales; de Baudelaire fue un amigo y hasta su patr¨®n, pues el poeta, que le llamaba "Papa Beuve", muri¨® con sus versos en la mesilla de noche.
Entre nosotros se le respet¨®, hasta Men¨¦ndez Pelayo lo trat¨® con deferencia, pese a la falta de entusiasmo (de SB) por toda suerte de integrismos y se le tradujo mucho, hasta llegar a figurar en la vieja colecci¨®n Austral. Y ahora mismo, en su Francia natal, que nunca lo dej¨® morir, la recuperaci¨®n es total, subsisten dos de los cinco tomos que le dedic¨® La Pl¨¨iade, se han reeditado en un grueso volumen los Retratos Literarios y en otros dos su enorme Port-Royal ahora mismo en los c¨¦lebres Bouquins de Robert Laffont, as¨ª como los Retratos de mujeres y su Cuadro hist¨®rico y cr¨ªtico de la poes¨ªa y el teatro franc¨¦s en el siglo XVI. Aunque quiz¨¢ la mejor introducci¨®n sea un "canon" de los 60 mejores escritores franceses de los siglos XVI al XIX, elegidos y anotados por un equipo dirigido por Michel Brix (que asimismo ha publicado un SB o la libertad cr¨ªtica en el 2002) en un reciente Panorama de la literatura francesa (2004) de 1.500 p¨¢ginas en La pochoth¨¨que, una gran antolog¨ªa de sus miles de cr¨ªticas. Aunque, atenci¨®n, ¨¦ste no es un canon de Sainte-Beuve, que nunca hizo ninguno, sino que se limit¨® a recoger todas sus cr¨ªticas para que cada cual eligiera lo que quisiera. Ha habido otros estudios biogr¨¢ficos, como el de Nicole Casanova, Michel Cr¨¦pu (Retrato de un esc¨¦ptico, 2001), director ahora de La Revue des Deux Mondes, fundada en 1829 donde tambi¨¦n acaba de celebrar el bicentenario de quien fuera uno de sus m¨¢s distinguidos colaboradores. Sin contar la traducci¨®n del alem¨¢n del libro SB en el umbral de la modernidad (2002), de Wolf Lepennies, verdaderamente fundamental sobre el tema, as¨ª como el n¨²mero dirigido por Jos¨¦ Luis D¨ªaz de la revista Romanticismo (2000-3). Todo esto me da tanta envidia personal como colectiva, por lo que lo mejor es dejarlo as¨ª y callarse de una vez, perd¨®n y muchas gracias por todo.
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