Integrismo morm¨®n
Cuando Estados Unidos anexiona en 1848 el territorio que conforma el oeste de la naci¨®n por el tratado de Guadalupe Hidalgo, en los alrededores de Salt Lake se asienta una comunidad de fuerte car¨¢cter religioso, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los ?ltimos D¨ªas, cuyos miembros son conocidos como mormones. A esos colonos, que han llegado hasta all¨ª para huir del rechazo de los gentiles, se les concede el estatus territorial y se vuelven la piedra angular del futuro Estado de Utah. De ese modo, una religi¨®n nueva, pero con antiguos atributos, logra una valiosa consideraci¨®n. Desde entonces, no ha dejado de expandirse.
Esos antiguos atributos coinciden con los que se?ala Gibbon en Decadencia y ca¨ªda del Imperio romano al referirse a los cristianos primitivos: a) el celo inflexible, b) la doctrina de una vida futura, perfeccionada con toda circunstancia que pudiese dar mayor eficacia a esa importante verdad, c) la moral pura y austera y d) la uni¨®n y disciplina de la comunidad que fue formando un Estado independiente en el coraz¨®n del Imperio Romano. De acuerdo con este, a veces, muy ameno libro de Jon Krakauer, el mormonismo ha operado de igual modo, con el inter¨¦s a?adido de que sus or¨ªgenes y su historia est¨¢n perfectamente documentados. Como en otros cultos, la supervivencia de la comunidad se impone a sus or¨ªgenes irracionales. La ortodoxia se ir¨¢ adaptando al dictado de los tiempos seg¨²n su expansi¨®n e influencia, mientras a otros les queda el duro trabajo de vincular raz¨®n y fe, y un tercer grupo ir¨¢ volviendo a los fundamentos y a la literalidad de los libros sagrados seg¨²n arrebatos de ra¨ªz dudosa y, a veces, consecuencia tr¨¢gica. A estos ¨²ltimos, la Iglesia les excomulgar¨¢, pero tambi¨¦n ser¨¢n tomados por los agn¨®sticos como ejemplo del peligro de un sustrato religioso violento en la conducta humana.
OBEDECER? A DIOS
Jon Krakauer
Traducci¨®n de Jos¨¦ Manuel ?lvarez Fl¨®rez
Pen¨ªnsula. Barcelona, 2004
383 p¨¢ginas. 19,90 euros
El mormonismo tiene su Moi
s¨¦s en Joseph Smith, receptor de la buena nueva por boca del ¨¢ngel Moroni. Su sucesor, Brigham Young, ser¨ªa el equivalente a Josu¨¦. Joseph Smith condujo a su pueblo a un ¨¦xodo interrumpido. Brigham Young lleg¨® hasta Salt Lake y negoci¨® con el Gobierno un futuro estable. En su libro, Krakauer nos cuenta la historia con toda la emoci¨®n de un relato del Lejano Oeste, una cr¨®nica hist¨®rica con semejanzas a Los proscritos de Poker Flat, de Bret Harte, donde adem¨¢s resulta extravagante y na¨ªf ese choque del valor y la lucha en la frontera con mitos del Antiguo Testamento, modelados por una visi¨®n que es tambi¨¦n inequ¨ªvocamente americana. Los mormones, por tanto, forman parte del n¨²cleo de Estados Unidos. Sin embargo, para integrarse en el Estado constitucional han debido negociar dos puntos: la revelaci¨®n y la poligamia. La primera se ha mantenido oficialmente reservada para los jerarcas de la Iglesia, pero su esencia, no s¨®lo el hecho de hablar con Dios, sino que Dios te conteste, se halla tan arraigada que suele dar problemas por la inconveniencia de esas respuestas celestiales.
La iluminaci¨®n revelada y el ansia de poder que conlleva la poligamia han vencido a veces al inofensivo y m¨¢s honesto af¨¢n de pertenecer a una comunidad unida y al consuelo metaf¨ªsico, y han dado lugar a m¨¢s de doscientos cismas en el seno de la Iglesia mormona. Alguno de estos cismas y la conducta que de ellos se deriva han provocado, por orden divina, asesinatos, incesto y, lo que es m¨¢s inquietante, la posibilidad de que se sigan produciendo en cuanto un cretino oiga una voz que avale sus instintos m¨¢s bajos. La otra parte del libro de Krakauer cuenta y analiza unos de esos casos: el asesinato de una mujer y de su hija a manos de Dan y Ron Lafferty, y su juicio posterior. Esta narraci¨®n, con un regusto de A sangre fr¨ªa, quiz¨¢ sea demasiado minuciosa, y quiz¨¢ lo sea por imperativo legal: si los mormones acogen en su seno a cient¨ªficos para los que no supone un problema las contradicciones entre raz¨®n y fe, es seguro que cuentan con abogados. Esa minuciosidad ralentiza y debilita la verdad de los hechos y sus conclusiones. Una de ellas es el debate sobre si se debe considerar locura una revelaci¨®n divina, y la magn¨ªfica exposici¨®n del doctor Noel Gardner, testigo de la acusaci¨®n en el juicio, sobre lo contrario. El iluminado, el egomaniaco, no est¨¢ loco y debe rendir cuenta de sus actos. Otra conclusi¨®n es que los Lafferty no se distinguen demasiado del americano medio fuertemente religioso, y que la Iglesia oficial mormona, que nada tiene que ver con esos asesinatos, desde luego, se sit¨²a en la extrema derecha del Partido Republicano. Y, como dice Krakauer: "Al fin y al cabo, Estados Unidos es un pa¨ªs gobernado por un cristiano renacido, George W. Bush, que cree ser un instrumento divino y define las relaciones internacionales como un choque b¨ªblico entre el bien y el mal".
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