Los mundos de Buda
Cuando, en 1740, en su Tratado de la naturaleza humana, David Hume se propuso demostrar la insustancialidad del yo, no sab¨ªa que un pensador indio, de nombre Nagarjuna, lo hab¨ªa hecho con el mismo rigor y desde planteamientos similares, unos quince siglos antes. Tampoco sab¨ªa Kant que aquel fil¨®sofo hab¨ªa reducido al absurdo las cuestiones metaf¨ªsicas desarrollando las mismas antinomias que ¨¦l hab¨ªa utilizado en su primera Cr¨ªtica (1789) para demostrar la inoperancia de la raz¨®n en ese ¨¢mbito. Y, por supuesto, Wittgenstein estaba lejos de suponer que el tal Nagarjuna hab¨ªa desarticulado el lenguaje metaf¨ªsico diecisiete siglos antes de que ¨¦l enunciase la frase lapidaria que concluye el Tractatus: "De lo que no se puede hablar, mejor es callarse".
Estos textos nos acercan a una tradici¨®n que ha hecho so?ar a los occidentales con para¨ªsos ex¨®ticos que reemplazaran a los nuestros
Los Fundamentos de la v¨ªa media (Mulamadhyamakakarika) es el texto m¨¢s importante del Mahayana, una corriente de pensamiento budista que se inici¨® a principios de nuestra era. El Mahayana introdujo, frente a la figura del sravaka, la del bodhisattva, el iluminado que no se contenta, como el anterior, con lograr su propia liberaci¨®n, sino que se preocupa por la de los dem¨¢s. Liberarse significa, tanto en el hinduismo como en el budismo, salir del estado de ignorancia en el que estamos con respecto a la naturaleza del mundo, erradicando el sufrimiento que resulta de la identificaci¨®n con los estados pasajeros y del apego a la existencia. Liberarse supone lograr la comprensi¨®n de la impermanencia de todo cuanto existe y la condici¨®n ilusoria de la identidad.
El budismo primitivo hab¨ªa apuntalado la doctrina de la impermanencia mediante la teor¨ªa de los dharmas, part¨ªculas elementales en incesante devenir, semejantes en cierto sentido a las homeomer¨ªas de Anax¨¢goras. Irreductibles como los ¨¢tomos (a-tomos: indivisible) de Dem¨®crito o Epicuro, los dharmas duran apenas el tiempo que tarda una chispa en surgir y apagarse. En el universo budista no hay cosas, no hay entes, tan s¨®lo dharmas en perpetua producci¨®n y desaparici¨®n. Si nada permanece, nada hay que tenga "ser". La cuesti¨®n del "ser" es, a fin de cuentas, aquello en lo que m¨¢s se diferencia la filosof¨ªa de Occidente del pensamiento indio. El "ser" es un concepto que se define por su permanencia. Donde no hay permanencia no hay "ser"; todo lo m¨¢s hay un estar siendo que ni tan siquiera es de "algo", pues el algo, para poderse definir, ha de permanecer id¨¦ntico a s¨ª mismo al menos el tiempo necesario para que pueda decirse algo de ¨¦l. La duraci¨®n hace al ente porque nos permite enunciarlo. Cuesti¨®n de lenguaje, la metaf¨ªsica. ?Podr¨ªan acaso no reparar en ello los fil¨®sofos budistas?
La doctrina de los dharmas desemboca en la idea de la insustancialidad del yo. El individuo, definido como una corriente de dharmas, viene a ser un concepto ilusorio. La r¨¢pida sucesi¨®n en cadena de las part¨ªculas produce la impresi¨®n de una continuidad, de ah¨ª la idea de un yo, pero no existe ning¨²n sustrato permanente, s¨®lo la ilusi¨®n de que lo hay, de la misma manera que la proyecci¨®n de una secuencia de im¨¢genes en una pantalla nos produce la ilusi¨®n de unos personajes en movimiento. De lo que se trata, para el budismo, es de realizar el proceso inverso: comprender la inexistencia del individuo, contemplar la impermanencia de todo cuanto existe, empezando por nuestros estados mentales. "Os voy a ense?ar el estado de no-muerte", dijo el buddha Sakyamuni. ?Qui¨¦n puede morir, en efecto, si no existe nadie?
?Sofisma? Tal vez. Tengamos en cuenta que, en los primeros siglos de la era cristiana, exist¨ªa en India la costumbre arraigada de las disputas escol¨¢sticas. La necesidad de fijar las argumentaciones incentiv¨® la redacci¨®n de tratados doctrinales de una tradici¨®n que, hasta entonces, se hab¨ªa transmitido oralmente. Nagarjuna, que, seg¨²n cuenta la leyenda, pose¨ªa un inigualable talante argumentativo, emprendi¨® la tarea de sistematizar la nueva doctrina frente a sus adversarios, reforz¨¢ndola mediante un aparato dial¨¦ctico s¨®lido. Los Fundamentos de la v¨ªa media (Madhyamaka) fueron los cimientos de la escuela del mismo nombre. Con ello, el Mahayana dio una vuelta de tuerca m¨¢s al concepto de vacuidad y el lenguaje se inutiliz¨® para dar cuenta de una supuesta realidad en s¨ª. Ni ser ni no-ser, ni existencia ni no-existencia, la realidad est¨¢ m¨¢s all¨¢ de las dualidades con las que la mente necesariamente procede. Se vaciaban no s¨®lo los entes, sino tambi¨¦n los conceptos, la doctrina y el propio Buda. Y as¨ª, el nirvana (cese de la agitaci¨®n de la mente) no se diferenciar¨ªa del samsara (rueda de las existencias), pues de la nada a la nada no hay camino que recorrer y, si todo es vac¨ªo, nada hay que deba alcanzarse.
El Mahayana se extendi¨® pronto por toda India, especialmente en Ceil¨¢n, y se difundi¨® en China, donde tuvo mucha aceptaci¨®n por su proximidad con el tao¨ªsmo. Numerosos sutras fueron traducidos al chino en los primeros siglos, aligerados de sus tradicionales redundancias y adaptados conceptualmente. Kumarajiva, un indio nacido en lo que ser¨ªa el actual Turquest¨¢n chino, fue uno de los m¨¢s renombrados traductores. Durante trece a?os, hasta su muerte en el 413, se dedic¨® a traducir textos budistas. De sus ense?anzas surgi¨® otra forma de budismo en el que el "despertar" se entend¨ªa m¨¢s como un acto s¨²bito de la conciencia que como el resultado progresivo de esforzadas pr¨¢cticas. La inmediatez de la "sabidur¨ªa de la otra orilla" (praj?a-paramita) ser¨ªa parad¨®jicamente uno de los temas favoritos de las nuevas disquisiciones escol¨¢sticas que terminar¨ªan, en el budismo Chan, con la separaci¨®n en dos ramas diferentes.
El sutra de Vimalakirti fue uno de los textos de los que, sin duda, Nagarjuna se sirvi¨® para elaborar su doctrina de la v¨ªa media. La traducci¨®n que Laureano Ram¨ªrez nos ofrece es la versi¨®n china de Kumarajiva y sus valiosos comentarios. Junto a la traducci¨®n del s¨¢nscrito del texto fundacional de la escuela Madhyamaka estos textos, ahora vertidos al castellano, nos dan la oportunidad de acercarnos a las fuentes de una tradici¨®n que nos ha hecho so?ar, a los occidentales, con para¨ªsos ex¨®ticos que reemplazaran a los nuestros.
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