"Todas las novelas manifiestan una preocupaci¨®n ideol¨®gica"
Qu¨¦ hay en el lado fr¨ªo de la almohada? "Los sue?os que no se pueden cumplir y que, pareciendo no hacer da?o, nos quitan la firmeza y el ¨ªmpetu. Es decir, algunos modos a trav¨¦s de los cuales interiorizamos el ejercicio del dominio sobre nosotros y sobre otros. Puede que tambi¨¦n est¨¦ el fr¨ªo de aquel esp¨ªa que surgi¨® del fr¨ªo". Las palabras de Bel¨¦n Gopegui (Madrid, 1963) se ajustan bien a su nuevo libro -cuyo t¨ªtulo tom¨® de Jean Cocteau-, que utiliza el esquema de la novela de espionaje para narrar una historia de amor y pol¨ªtica con la revoluci¨®n cubana al fondo. Autora de cinco novelas, la escritora ha participado como guionista en pel¨ªculas como Las razones de mis amigos (2000) -basada en La conquista del aire, su propia novela- y El principio de Arqu¨ªmedes (2004), ambas de Gerardo Herrero, y en La suerte dormida (2003), de ?ngeles Gonz¨¢lez-Sinde. En una cafeter¨ªa cercana a su casa, en el barrio madrile?o de Moncloa, Gopegui saca un cuaderno en blanco y un rotulador, que no usar¨¢, "para pensar mejor las respuestas".
"En contra de lo que suele decirse, la literatura contribuye a hacer invisible lo visible. La explotaci¨®n, por ejemplo"
"Me gustar¨ªa que esta novela promoviera el debate sobre lo que le ha pasado a la izquierda para dejar de defender Cuba"
"Cada vez tengo m¨¢s claro en qu¨¦ sentido me gustar¨ªa trabajar y cada vez dudo m¨¢s de que la novela sea el m¨¦todo adecuado"
PREGUNTA. Hace 12 a?os ya que public¨® su primera novela. ?Qu¨¦ ha cambiado desde entonces en usted y en el panorama literario?
RESPUESTA. Cambia el momento y cambias t¨². Cuando empec¨¦ a escribir necesitaba ser reconocida, por as¨ª decirlo, ser admitida. Ya el hecho de publicar me parec¨ªa una batalla. Ni siquiera ten¨ªa demasiado claro lo que quer¨ªa contar. Respecto al panorama literario, un cambio llamativo quiz¨¢ sea la aparici¨®n de cierta desfachatez, de cierto cinismo. Cosas que hace a?os no se admit¨ªan o produc¨ªan malestar, hoy se consideran absolutamente normales.
P. ?Por ejemplo?
R. Por ejemplo, respecto a los temas que abordan las novelas de ahora, cierto regocijo en la riqueza que antes s¨®lo era propio del best seller. Como si la riqueza s¨®lo estuviera ah¨ª, como si fuera una cuesti¨®n de azar y qu¨¦ buena suerte tienen los que pueden disfrutarla.
R. Yo no veo tanta continuidad entre las anteriores, ni tanto cambio respecto a ¨¦sta. De La escala de los mapas a Lo real pas¨¦ por muchos sitios. El lado fr¨ªo de la almohada tal vez es la novela en donde m¨¢s me he acercado a rozar las fracturas, los golpes de rencor, de tristeza o de rabia que pueden abrir una brecha en una realidad aparentemente cerrada.
R. Es un elemento que cuestiona la propia narraci¨®n, que normalmente se presenta como transparente, como una mirada que ve algo y lo cuenta. Como si no hubiera mediaci¨®n. Pero narrar no es un acto neutral. Yo creo que siempre hay una mediaci¨®n orientada a un fin. Cada vez que describes una casa muy amplia en la que vive un personaje y no te preguntas de d¨®nde ha salido esa casa est¨¢s haciendo ideolog¨ªa de forma expl¨ªcita.
P. ?C¨®mo seguir escribiendo novelas sin cuestionarse su propia escritura?
R. En este momento no entiendo que se pueda escribir una novela sin romperla. A no ser, a lo mejor, una novela de mil p¨¢ginas absolutamente precisa que d¨¦ cuenta de c¨®mo el movimiento de cada personaje es condicionado por la historia. Pero quiz¨¢ no me siento capaz de hacer eso.
R. ?Y qu¨¦ hacer?
R. Yo tambi¨¦n me lo he preguntado. De hecho, cuando termin¨¦ Lo real estuve mucho tiempo pensando que no iba a escribir m¨¢s novelas. Ni siquiera quer¨ªa decirlo mucho porque con frecuencia los escritores...
P. Convocan una rueda de prensa para decirlo.
R. S¨ª, algo as¨ª. La cuesti¨®n es que la novela, por su propia constituci¨®n, pertenece a una determinada clase social. Es un g¨¦nero que est¨¢ pr¨¢cticamente condenado a contar historias de supuestos sujetos individuales.
P. Sin embargo, en las cartas de la protagonista de su novela hay algo de esperanza. "Amamos la literatura por lo que engendra", dice.
R. Pero se acaba desmintiendo, porque en general lo que engendra la literatura es un excedente.
P. ?Un excedente de qu¨¦?
R. Un excedente econ¨®mico. Al final, ?qu¨¦ estamos produciendo todos los que estamos trabajando, por as¨ª decir, en la sem¨¢ntica? Seg¨²n Pierre Bourdieu, capital simb¨®lico. Pero a m¨ª me cuesta pensar que ese capital simb¨®lico no sea tambi¨¦n capital. Cuantas veces has sido citado, las cr¨ªticas que te han hecho, se acaba traduciendo en beneficio. Quiz¨¢ tambi¨¦n sea un excedente ideol¨®gico. Aunque tengo dudas de que la literatura sea hoy capaz de poner en circulaci¨®n ideas que entren en conflicto con el discurso dominante.
P. Sus novelas siempre manifiestan una preocupaci¨®n ideol¨®gica muy expl¨ªcita. ?Cu¨¢l cree que es hoy el poder de intervenci¨®n social de la literatura?
R. Todas las novelas manifiestan, o son, una preocupaci¨®n ideol¨®gica expl¨ªcita. Lo que ocurre es que cuando esa preocupaci¨®n es la hegem¨®nica, lo expl¨ªcito no se ve. El poder de intervenci¨®n social es muy amplio, la literatura contribuye a naturalizar las condiciones de vida. Y en contra de la frase de Paul Klee que suele citarse -el arte hace visible lo invisible-, la literatura suele contribuir a hacer invisible lo visible: la explotaci¨®n, por ejemplo. Claro que cuando se pregunta por el poder de intervenci¨®n social, casi siempre se pregunta en realidad por el poder de intervenir de forma antagonista. Este ¨²ltimo poder hoy me parece escaso.
P. Uno de los personajes dice que quiere escribir un libro necesario. ?Qu¨¦ es hoy un libro necesario?
R. El personaje se refiere a una convenci¨®n seg¨²n la cual hay determinados libros que permiten a un autor pasar a formar parte de un hipot¨¦tico cielo de los escritores, en donde estar¨ªan Flaubert y Kafka, ya sabe. Sali¨¦ndonos de esa convenci¨®n, la pregunta es siempre: necesario para qu¨¦ y necesario para qui¨¦n. Necesarios para m¨ª son los libros que, como r¨¢fagas de un faro, impugnan los aspectos normales y aparentemente inevitables del dominio econ¨®mico.
P. ?Por ejemplo?
R. Por citar un libro reciente, El vano ayer, de Isaac Rosa.
P. ?Qu¨¦ camino cree que puede tomar su obra con estos presupuestos?
R. Lo que ahora me pregunto es: ?en el sentido en que a m¨ª me gustar¨ªa trabajar puedo hacerlo a trav¨¦s de la novela? Con el paso de los a?os tengo m¨¢s claro en qu¨¦ sentido me gustar¨ªa trabajar y con el paso de los a?os dudo m¨¢s de que la novela sea el m¨¦todo adecuado.
P. ?Y en qu¨¦ sentido le gustar¨ªa trabajar?
R. Supongo que lo que pase con esta ¨²ltima novela me ayudar¨¢ a perfilarlo a¨²n m¨¢s. Me gustar¨ªa que con ella surgiera alg¨²n debate sobre lo que le ha pasado a parte de la izquierda espa?ola para dejar de defender Cuba. Y me gustar¨ªa que surgiera sobre lo que le ha pasado a la izquierda, no sobre lo que le ha pasado a Cuba, que es un debate que se ha tenido constantemente.
P. ?Y qu¨¦ cree que le ha pasado?
R. Quiz¨¢ que ha sido derrotada de una forma brutal, y que en lugar de aceptar esa derrota como tal derrota la ha convertido en equivocaci¨®n propia. Cuando la derrota es tan fuerte, lo que consigue es que uno ni siquiera se vea como un derrotado, porque un derrotado todav¨ªa tiene capacidad de responder, sino que directamente uno pide que por favor le dejen estar en el sitio de los que han ganado. Y, en muchas ocasiones, no por inter¨¦s o por medrar, sino porque ha interiorizado ciertos l¨ªmites. Una cosa es no querer algo y otra, no querer quererlo.
P. ?No va unida la evoluci¨®n de Cuba a la actitud de la izquierda?
R. Va unida, pero esa evoluci¨®n no es la principal causa de esa actitud, creo. Eso es huir del tema. Se pueden considerar los errores y los aciertos de la revoluci¨®n cubana, pero otra cosa es no mirarse a uno mismo.
P. ?Pero no se puede atribuir a la evoluci¨®n de la revoluci¨®n el hecho de que alguien que la apoy¨® un d¨ªa deje de hacerlo?
R. Tengo la impresi¨®n de que hablar de la revoluci¨®n cubana es hacerlo siempre a la defensiva, pero no lo creo. No creo que los errores, aun existiendo, sean tales y tantos que avalen el rechazo, el anatema constante.
P. ?Usted ha estado en Cuba?
R. He estado en La Habana y en Matanzas, nada m¨¢s.
P. ?Cu¨¢nto tiempo?
R. No he estado el tiempo suficiente como para hacer un estudio como el que hizo, sobre el tema de la revoluci¨®n china, Jan Myrdal en su magn¨ªfico libro Una aldea en la China Popular.
P. ?Y en d¨ªas o meses?
R. He estado en dos ocasiones unos veinte d¨ªas cada vez.
P. ?Qu¨¦ impresi¨®n le caus¨® el pa¨ªs?
R. Me pareci¨® que atravesaban una situaci¨®n delicada, donde la necesidad de supervivencia y el mantenimiento del proyecto resultaban dif¨ªciles de conciliar, y me pareci¨® que estaban en ello, que eran conscientes de las dificultades.
P. ?Hasta qu¨¦ punto culpar al enemigo exterior no supone eludir la propia responsabilidad?
R. Depende de hasta qu¨¦ punto el enemigo limite las posibilidades de elecci¨®n.
P. ?C¨®mo valora usted la evoluci¨®n de la revoluci¨®n?
R. En un momento reaccionario de la historia como ¨¦ste, despu¨¦s de que la Uni¨®n Sovi¨¦tica perdiera la guerra fr¨ªa, valoro la importancia de las condiciones en Cuba, que son distintas del mero voluntarismo. Y valoro que Cuba no haya sido Espa?a en 1936, Guatemala en 1954 o Chile en 1973.
P. ?Vivir¨ªa voluntariamente bajo un r¨¦gimen como el de Castro?
R. Desde la burgues¨ªa, clase en la que inevitablemente estamos inmersos, deber¨ªa contestar: "Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio". Pero la intenci¨®n de la pregunta pide otro tipo de respuesta: s¨ª, vivir¨ªa voluntariamente en un estado donde se estuviera luchando por avanzar hacia el socialismo en medio de todas las dificultades que supone en s¨ª ese tr¨¢nsito, y m¨¢s en un contexto econ¨®mico, social y cultural absolutamente beligerante, en ese estado y en esa situaci¨®n que usted rotula como "bajo un r¨¦gimen como el de Castro".
P. ?Cree que compensa la ausencia de libertad?
R. Si se refiere a la libertad de crear partidos pol¨ªticos que requieren presupuestos astron¨®micos para participar en las elecciones con posibilidad de ganar, s¨ª compensa.
P. Me refiero a la libertad de movimientos, de entrada, de salida, de elecci¨®n de credo religioso, de credo pol¨ªtico, de opini¨®n.
R. Como en cualquier otro pa¨ªs, esas libertades est¨¢n reguladas. Se pueden discutir los t¨¦rminos de esa regulaci¨®n, pero discutiendo tambi¨¦n a qu¨¦ llamamos libertad. En este momento en Espa?a nadie te dice lo que tienes que decir pero todo el mundo con suficiente poder econ¨®mico te dice lo que no quiere que digas. En todos los ¨¢mbitos.
P. ?No es mejor una democracia imperfecta que cualquier dictadura?
R. ?Cualquier democracia imperfecta, la de Irak en estos momentos? ?Cualquier dictadura? ?Tambi¨¦n, como dijo Carrillo una vez, la del proletariado?
P. Pongamos la democracia espa?ola. Y lo digo como un ejemplo en absoluto ideal.
R. La pregunta es ?para qui¨¦n? ?Para qu¨¦ porcentaje de poblaci¨®n? Para un sector igual al de la poblaci¨®n de Cuba, de once millones de personas? Seguramente es mejor Cuba. Para el sector de los que estamos en la llamada clase media y en la actual coyuntura hist¨®rica, seguramente no. Seguramente estar¨ªamos all¨ª bastante inc¨®modos.
P. ?Cree que no hay nada que reprochar a la revoluci¨®n cubana?
R. Desde luego, no es la Inmaculada Concepci¨®n. Pero eso tiene que ver con lo que he intentado plantear en la novela: ?por qu¨¦ nos inquieta tanto que alguien intente tocar la intocable propiedad privada, tanto que necesitamos buscarle todos los defectos cuando esos mismos defectos, con otra cara y muchas veces multiplicados, est¨¢n aqu¨ª y no nos inquietan?
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