Dioses
Si antes no archivan el caso definitivamente, se acerca el juicio por aquel videojuego llamado Matanza cofrade, nocturna representaci¨®n de la Semana Santa sevillana, con una pistola que apunta a un cortejo de zombis sin capirote y un fondo bamboleante de im¨¢genes sagradas (un Cristo y una Dolorosa), propaganda para un disco de la orquesta de rock Narco. La Fiscal¨ªa de Sevilla y las hermandades de la Macarena, San Bernardo y el Gran Poder entienden que merece multa y c¨¢rcel el inform¨¢tico que jug¨® electr¨®nicamente con las sagrados s¨ªmbolos.
Dicen que comete delitos contra la libertad de conciencia, los sentimientos religiosos y la propiedad industrial. Ofender los sentimientos de un creyente no tiene mucho castigo, s¨®lo pena de multa, y, si no hay pago, arrestos de fin de semana o alg¨²n trabajo en beneficio de la comunidad. Lo que cuesta c¨¢rcel es el ataque a la propiedad industrial, la usurpaci¨®n de marcas registradas, la imitaci¨®n o reproducci¨®n de signos distintivos y logotipos, Nike o Coca-Cola, la Macarena o Nuestro Padre Jes¨²s. Reconozco que, a pesar de la econom¨ªa religioso-tur¨ªstica tan esencial para el pa¨ªs, me llam¨® la atenci¨®n que Cristo pudiera ser considerado un bien sometido a explotaci¨®n industrial, a los derechos de autor, al copyright, como si Dios tuviera autor.
Pero todo lo que uno cree nuevo o ins¨®lito ya ha sido usado en otra parte. En Pakist¨¢n, donde el Islam es religi¨®n del Estado, los jueces utilizan argumentos semejantes a los de Sevilla para perseguir a la secta de los Ahmad¨ªes, disc¨ªpulos de Murza Ghulam Ahmed, a quien los suyos atribuyen poderes prof¨¦ticos, como a Mahoma. El Gobierno les niega el derecho a considerarse musulmanes y a emplear t¨¦rminos como "mezquita" o "llamada a la oraci¨®n". El Tribunal Supremo de Pakist¨¢n los acosa con la legislaci¨®n sobre marcas y derechos registrados: el Islam es un producto comercial y la religi¨®n se convierte en propiedad privada. Lo leo en la rese?a que Malise Ruthven dedica en el Times Literary Supplement (6 de agosto de 2004) al libro Following Muhammad, de Carl W. Ernst. El asunto es visto como un ejemplo de fanatismo isl¨¢mico ("an exemple of Islamic bigotry").
Una ofensa contra los sentimientos es dif¨ªcil de determinar: ?qui¨¦n sabe lo que hiere mis sentimientos? El art¨ªculo del C¨®digo Penal que protege la sensibilidad de los creyentes, y tambi¨¦n la de los descre¨ªdos, es una de esas amenazas dormidas que penden sobre el ciudadano para que se activen si el ambiente social llega a exigirlo. Nadie lo recordar¨¢ en periodos de tolerancia, pero, en ¨¦pocas autoritarias, funcionar¨¢ como pretexto para persecuciones quisquillosas, multas y detenciones. Virtuosos de cualquier religi¨®n o ate¨ªsmo circunstancialmente dominantes podr¨ªan manejarlo para molestar policialmente a todo aquel que, a su juicio (y no hay otro criterio para determinar si son ofendidos), veje sus ideas y sus s¨ªmbolos. Para que el asunto resulte m¨¢s objetivo, o racional, en Pakist¨¢n y Andaluc¨ªa los s¨ªmbolos religiosos son tratados como marcas registradas, y son castigados penalmente quienes toman en vano el nombre de los dioses.
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