El Barranc dels Horts y el Mas de la Belladona
El autor recrea un paisaje y unas personas amenazados por la instalaci¨®n de un parque e¨®lico en la zona
Oto?o de 1989. El camino asciende suavemente por las vertientes del Barranc dels Horts desde la carretera que lleva de Alboc¨¤sser a Ares del Maestrat. El equipo Nikon al lomo para intentar imprimir en la pel¨ªcula el cromatismo de los robles de este barranco m¨¢gico. Bot¨¢nicos y bi¨®logos se refieren al Barranc dels Horts como un bosque mixto relicto; un ejemplo extraordinario de lo que fue en alg¨²n tiempo la vegetaci¨®n valenciana de rincones subh¨²medos hoy ya pr¨¢cticamente desaparecidos. Un lugar ¨ªntimo y acogedor desconocido por la mayor parte de la ciudadan¨ªa.
Emocionados por el silencio que envuelve el barranco y por la progresiva aparici¨®n de robles de dimensiones inimaginables, llegamos a la fuente dels Horts. Des de all¨ª parte un peque?o sendero que lleva hasta el popularmente conocido como roure Pare. Un ejemplar de Quercus sp realmente prodigioso. Hasta cinco se hicieron necesarios para abrazar por completo su tronco y corteza amable y desafiante a un tiempo. Las ramas, como brazos infinitos de ¨¢rbol padre que da cobijo a quien se acerca por all¨ª de manera respetuosa, nos cubr¨ªan de energ¨ªa a todo el grupo. Hubo un momento en que se instal¨® el silencio reverencial. Un instante en qu¨¦ nadie articulaba palabra. Cada cual intentaba medir el anciano roble y darle valor sentimental, guardando su recuerdo en la mochila an¨®nima y personal.
?Por qu¨¦ nuestro Consell no elabora un censo de la gente que vive en las monta?as?
Pero la magia del Barranc dels Horts no acaba en este venerable roble, ¨¦l es, m¨¢s bien, tan s¨®lo el umbral de de entrada a un bosque de robles encantado.
De manera sosegada y observadora fuimos remontando el viejo camino ganadero y forestal. Los robles iban dejando luz y aire a las encinas y las sabinas. Pronto superamos los 1.000 metros de altitud. El camino comenz¨® a llanear en direcci¨®n al mas de la Belladona. ?Alguna vez alguien hab¨ªa escuchado un nombre de mas¨ªa m¨¢s dulce y sonoro? ?Mas de la Belladona! A buen seguro que tiempo atr¨¢s vivi¨® en la mas¨ªa una mujer cautivadora y de belleza perturbadora, que hizo feliz a sus padres y al masover que la tom¨® por esposa y que acab¨® por dar nombre a la mas¨ªa. Quien sabe si la belladona fue la madre o la abuela de la mujer que nos recibi¨® aquel fr¨ªo d¨ªa de oto?o de hace dos d¨¦cadas. La llegada al mas de la Belladona nos transport¨® a otros tiempos. Lo apartado de su localizaci¨®n, fuera de las rutas actuales del circular con veh¨ªculos a motor, hab¨ªan convertido esta mas¨ªa y su entorno en un museo etnogr¨¢fico al aire libre.
Los masovers actuales (todav¨ªa viven all¨ª seg¨²n las ¨²ltimas noticias de amigos comunes), el tio Paco y Mar¨ªa, nos recibieron como si fu¨¦ramos de la familia. Habituados como est¨¢n a la soledad como ¨²nica compa?¨ªa, para ellos es una alegr¨ªa la llegada de personas con las que poder entablar conversaci¨®n. Repetimos visita en diferentes ¨¦pocas del a?o. Los momentos de m¨¢s emoci¨®n vinieron con la intimidad de una comida compartida al abrigo de una chimenea y cocina de trazas medievales que conforma su sala de estar. El se?or Paco nos contaba que su mujer Mar¨ªa (all¨ª presente) viv¨ªa de joven en Ares del Maestrat, distante de la mas¨ªa de la Belladona unos 10 kil¨®metros. Los cinco a?os que fueron novios ¨¦l iba pr¨¢cticamente cada d¨ªa a pie, a ver a su querida (a festejar que dec¨ªamos y la gente ya no dice). Eran 20 kil¨®metros de buen andar una vez finalizadas las duras y exigentes tareas del mundo ganadero y forestal del Maestrat en los a?os 50 del siglo XX. Pero tan s¨®lo hace falta ver la constituci¨®n del masover enamorado (incluso hoy, con m¨¢s de 70 a?os, impresiona su figura potente y dura, pero bondadosa al mismo tiempo), para entender que aquellos 20 kil¨®metros eran un paseo para nuestro amigo. ?l no se quejaba de los a?os de novios y de las zapatillas gastadas de tanto andar. Tan s¨®lo recordaba como insoportable el volver a la mas¨ªa, los d¨ªas de invierno con nieve y un viento del norte tan fr¨ªo que dejaba las manos a un punto de romperse. Mear por el camino era un calvario, o una liberaci¨®n seg¨²n se mire, puesto que las manos de tan fr¨ªas no le permit¨ªan sacar el pene y la orina mojaba su ropa las m¨¢s de las veces. En otras ocasiones consegu¨ªa aprovechar la caliente orina para hacer revivir las manos. El tio Paco contaba y no paraba de la vida a principios del siglo XX al mas de la Belladona...
Nosotros a penas pod¨ªamos creer que en la mas¨ªa de la Belladona todav¨ªa se conservaran las formas de vida de nuestros antepasados. Ellos contin¨²an con sus reba?os de vacas y ovejas, hacen huerta de verano y de invierno, mantienen en pie las paredes de piedra seca de los abancalamientos, recogen setas en oto?o, mantienen animales dom¨¦sticos como las siempre agradecidas gallinas... Paco y Mar¨ªa siguen viviendo como lo hac¨ªan sus antepasados hace siglos. En una de nuestras visitas, y vi¨¦ndoles de nuevo vivir en armon¨ªa con el medio, llegaron las reflexiones ?Por qu¨¦ nuestro gobierno aut¨®nomo no elabora un censo de toda la gente que todav¨ªa vive en la monta?a de manera tradicional y les hacen llegar rentas dignas a fondo perdido? Ellos han construido con su saber vivir del y en el campo, toda la cultura tradicional de nuestras monta?as, y contin¨²an hoy manteniendo con su laboriosa dedicaci¨®n unos paisajes rurales de gran calidad est¨¦tica y un mayor valor patrimonial. Estos paisajes son ofertados al nuevo turismo rural de manera banal, sin valorar que detr¨¢s de los mejor conservados tiene que haber personas como Mar¨ªa y Paco que son, en la sociedad de la virtualidad y de la telem¨¢tica actual, constructores y mantenedores de unos paisajes irrepetibles y valor incalculable. ?Para cuando una ecotasa por acceder a nuestras monta?as interiores?
Unos a?os despu¨¦s recorrimos en bicicleta el camino del noviazgo de Paco y Mar¨ªa entre la mas¨ªa de la Belladona y Ares. Probablemente el trayecto llevaba a Paco por el mas de Lloca a los cerros de la Marina y de Morral, la loma de Pal¨¤ (a buen seguro el lugar con m¨¢s ventisca y fr¨ªo de toda la comarca a 1.233 metros), la mas¨ªa de la Masada, la fuente de las Guitarras, la mas¨ªa de les Casetes, la fuente de Regatxolls, el corral de Artemia y, al fin, Ares, a los pies de su muela. Un recorrido fascinante todo ¨¦l, siempre por encima de los 1.100 metros de altitud. A cada paso que d¨¢bamos intu¨ªamos el que hizo nuestro admirado masover en muchos de los viajes de noviazgo: en las fuentes el tio Paco refrescaba la nuca y beb¨ªa en abundancia, en las mas¨ªas descansaba y recobraba energ¨ªas los d¨ªas de temporal de invierno, al resguardo de los muros realizaba sus necesidades... Unos paisajes para ¨¦l cotidianos y que las m¨¢s de las veces observaba con indiferencia, ya que todav¨ªa no se hab¨ªa inventado esto del turismo rural en el mundo en el que ¨¦l se enamor¨® (bastante ten¨ªa el se?or Paco con subsistir el d¨ªa a d¨ªa). Aunque a buen seguro que m¨¢s de una vez se dej¨® seducir por las limpias luces de los atardeceres, por el cristal blanco del roc¨ªo al despuntar el d¨ªa. Medido con los par¨¢metros y valores actuales, es tal la belleza de este trayecto del noviazgo, que cincuenta a?os despu¨¦s se nos muestra como un itinerario de un valor cultural y natural incalculable. Y de gran parte del valor cultural tiene la culpa el tio Paco, su mujer Mar¨ªa, sus padres y hermanos, sus abuelos, sus y nuestros antepasados... Una parte relevante de este trayecto de enamorado corresponde hoy al sendero GR-7, el m¨¢s veterano de los valencianos. Si alg¨²n valenciano o valenciana quiere conocer lo m¨¢s verdadero y secreto de nuestro pa¨ªs, deber¨ªa pasear su cuerpo y su alma por los alrededores de Ares, camino del mas de la Belladona, si es posible en un atardecer de esos en que el sol pinta de color dorado las incontables paredes de piedra seca que bajan, inalcanzables y vertiginosamente, hacia el lecho del Barranc dels Horts. Y este es el entorno de mi memoria m¨¢s ¨ªntima donde se quiere ejecutar un parque e¨®lico de la zona 4. Antes de que se levanten las torres e¨®licas en la zona del Barranc dels Horts y el mas de la Belladona y se acceda a ¨¦l destrozando robles y vida animal invertebrada, antes..., les pido a los pol¨ªticos implicados sea cual sea su color pol¨ªtico, a los empresarios inversores, a las entidades bancarias avaladoras, a las instituciones publicas que conceden las subvenciones... les pido, dec¨ªa, que calcen zapatillas y se acerquen sin prisas hasta el Barranc dels Horts y el m¨¢s de la Belladona. Una vez all¨ª, si les queda algo de dignidad...
Paco Tortosa es doctor en Geograf¨ªa.
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