Cautivos y armados
Antena 3 y Tele 5 llevan unos d¨ªas sacando provecho de sus respectivos La granja (de los famosos) y Gran Hermano 6. No son inventos nuevos, pero tampoco id¨¦nticos a sus antepasados. En el caso de LG, la evoluci¨®n afecta a t¨ªtulo y contexto. Primero la isla se hizo selva y ahora se ha quedado en una granja en la que famosos y adosados se enfrentan a un cautiverio presidido por el orde?o y la letrina. Respecto a paisajes anteriores, hemos perdido exotismo, terror intestinal y dos presentadoras de primera: Nuria Roca y Paula V¨¢zquez. Para compensar tanta ausencia, la cadena se encomienda a dos ap¨®stoles cat¨®dicos: Terelu Campos, ondulante anfitriona de las galas, y Jaime Bores, enviado a un territorio que a¨²n no ha deparado nada digno de pasar a la historia, a no ser que consideremos hist¨®rica su preocupante tendencia a re¨ªrse a destiempo. Ex deportistas, modelos, presentadores, actores y parientes de famosos deambulan por la granja superando pruebas y pullas con la esperanza de rentabilizar su martirio a corto plazo. Las andanzas de los granjeros son explotadas por otros programas de la cadena (Cada d¨ªa y A la carta) en un ejercicio parasitario muy parecido al que practica el comentarista televisivo.
En Tele 5 aprietan todav¨ªa m¨¢s las tuercas, y las broncas de GH, amenizadas con los sermones de Roberto Ontiveros y el maquinal entusiasmo de Mercedes Mil¨¢, alimentan D¨ªa a d¨ªa, Aqu¨ª hay tomate, A tu lado, Cr¨®nicas marcianas y Salsa rosa. Hace un tiempo, una fuente muy bien informada me cont¨® que el apoyo de otros programas a GH fue, en su primera temporada, una solicitud de aquellos que no estaban seguros de su ¨¦xito y rogaron ayuda externa para triunfar. Pero el embri¨®n se hizo Alien y estos programas han perdido espontaneidad, sentido del humor, emoci¨®n, y se han convertido en un desfile de egos entrenados para triunfar en un mundo que exige estrategias barriobajeras, sobre todo en el caso de GH. Al fin y al cabo, a casi todos los concursantes de LG se les conoce alguna remota actividad y, en caso de no tenerla, aportan por lo menos cierto linaje freak (desde Shangay Lily al expulsado David Meca). En el caso de GH, parece una f¨®rmula de reinserci¨®n social que atrae a, pongamos, un broncas que naci¨® mujer o al primer expulsado, un plasta adorador de su cuerpo. Estos reality shows, inicialmente cargados de cierta irresponsabilidad narrativa y atractivo conceptual, han dejado de ser un juego a causa del dinero y la fama que se disputan. Y cuando llevas a?os siguiendo las peripecias de unos y otros, contagi¨¢ndote de su acritud, sus delirios emocionales y su escasa imaginaci¨®n, te sientes m¨¢s c¨®mplice que espectador y constatas que lo que fue disparate entretenido es ahora fatigante epidemia.
[La granja cont¨® en la gala del pasado martes con una media de 2.947.000 espectadores (23,5% de cuota de pantalla), y la de Gran Hermano, el jueves, con 4.424.000 (30%)].
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