Vega hizo el toreo
La primera corrida de la feria se sum¨ªa en el pozo de la desesperaci¨®n; los toros de los hermanos Lozano correteaban por la plaza arreando tarascadas, como programados para no embestir m¨¢s que al aire de muletazos descompuestos. Al salir el tercero, la plaza ya empezaba a no poder m¨¢s con ese s¨®rdido descastamiento. Sin embargo, a Salvador Vega no le import¨® que el toro se frenara en el capote y que se viniera incierto cuando lo citaba. Aguant¨® dos puyazos casi por obligaci¨®n y en esto, cuando nadie se lo pod¨ªa esperar, tom¨® la muleta y se la ofreci¨® por bajo al burel, con firmeza y por derecho. El astado, que luc¨ªa un buido pit¨®n izquierdo, empez¨® a sentirse sometido por un enga?o poderoso que le exig¨ªa cada vez m¨¢s en cada tanda. El joven torero no tuvo ning¨²n reparo en irse al platillo, tomar la pa?osa por la izquierda y hacer el toreo, as¨ª como suena. La ligaz¨®n ten¨ªa que llegar porque no hab¨ªa enmienda posible entre pase y pase y el de pecho fue, por fin, obligado. Dos tandas resultaron excepcionales por su templanza y dominio, por esa profundidad que ofrece la lidia cuando se pisa el terreno m¨¢s comprometido que existe. Tore¨® muy despacio a un toro que empez¨® a pararse debajo de la barriga y la plaza estall¨® en clamor ante tanta belleza. Era el toreo eterno, y ayer, Vega lo hizo, aunque pareciera un espejismo.
Alcurruc¨¦n, Lozano / Ponce, Jim¨¦nez, Vega
Toros de Alcurruc¨¦n (2?, 3? y 4?) y Hermanos Lozano (1?, 5? y 6?), bien presentados, con pocas fuerzas. Algunos con genio. Enrique Ponce: aviso y pitos; dos avisos y saludos. C¨¦sar Jim¨¦nez: silencio en los dos. Salvador Vega: oreja; aviso y silencio. Plaza de La Ribera, 21 de septiembre. Primera de feria. Algo m¨¢s de tres cuartos de entrada.
Ponce tambi¨¦n lo bord¨® en el segundo de su lote, un toro de nobleza supina que necesitaba que lo acariciaran como s¨®lo lo hace el de Chiva, que por momentos embeles¨® a la afici¨®n con su parsimonia. No hab¨ªa la emoci¨®n anterior, pero el despliegue t¨¦cnico y cartesiano de Ponce fue todo un primor.
C¨¦sar Jim¨¦nez pech¨® con un primer toro peligroso con el que apenas pudo ensayar m¨¢s que intentos de faena, casi meros esbozos. En el quinto, otro animal de infausto recuerdo, recurri¨® a los fuegos de artificio de los rodillazos y del arrim¨®n.
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