En memoria de Germ¨¢n Jos¨¦ Bidart
"Las omisiones e incumplimientos que sin vacilaci¨®n calificamos como violaciones constitucionales hacen perder credibilidad social en las instituciones democr¨¢ticas y, lo que es peor, en la eficacia y el valor de la Constituci¨®n como Derecho con fuerza normativa" (Germ¨¢n Jos¨¦ Bidart Campos).
A los 76 a?os de edad, el pasado d¨ªa 3 de septiembre de 2004, fallec¨ªa en la ciudad de Buenos Aires Germ¨¢n Jos¨¦ Bidart Campos.
Quienes hemos tenido el placer de frecuentar su obra escrita, y aun deleitarnos con su discurso humanista, podemos enfatizar, sin duda ninguna, que su muerte nos ha privado de la presencia f¨ªsica del m¨¢s grande constitucionalista que la Rep¨²blica Argentina ofreci¨® a la consideraci¨®n de la comunidad jur¨ªdica iberoamericana. Pero, adem¨¢s, su desaparici¨®n f¨ªsica priva al distinguido n¨²cleo de los que fuimos honrados con su amistad, de la excelencia de su magisterio, y sus singulares calidades humanas. Si bien es cierto que todo ser humano es ¨²nico e irrepetible, esta regla se sublim¨® en quien fue en vida nuestro querido maestro.
Recuerdo haberlo conocido hacia el a?o 1984, en plena etapa de recuperaci¨®n democr¨¢tica en Argentina. ?l ya era considerado entonces un gran maestro, y comenzaba a ser referente de consulta en la consolidaci¨®n democr¨¢tica argentina. Desde entonces, y hasta su muerte, me honr¨® con su amistad, y pude admirar la inconmensurable calidad humana que desde siempre irradi¨® su condici¨®n de "hombre humilde" y "hombre bueno".
Desde su c¨¢tedra en la Facultad de Derecho de la Universidad Cat¨®lica Argentina -de la que fue Decano- y desde la direcci¨®n del Instituto de Investigaciones Jur¨ªdicas y Sociales de la Universidad de Buenos Aires, nos form¨® a m¨ª y a otros muchos, invit¨¢ndonos -aun desde la discrepancia- a considerar las m¨²ltiples opciones que pueden conllevar el ¨¦nfasis al respeto a la dignidad humana, intentando siempre imbricar al Derecho nacional e internacional de los derechos humanos, generando as¨ª un notable concepto democratizador, derivado del que caracteriz¨® como Derecho de la Constituci¨®n y su fuerza normativa.
Aun as¨ª, su esp¨ªritu docente excedi¨® la noble tarea de formaci¨®n de quienes fuimos sus disc¨ªpulos. Creo sinceramente que no habr¨¢ un solo estudiante de leyes en Argentina o en Iberoam¨¦rica que durante su tr¨¢nsito por los claustros universitarios no se haya enfrascado en la lectura de alguna de sus obras, que al cenit de su vida contaban casi tantas como sus a?os: en efecto, Germ¨¢n Bidart deja cerca de 70 monograf¨ªas -repartidas entre la Ciencia Pol¨ªtica, la Filosof¨ªa Jur¨ªdica, el Derecho Constitucional o los Derechos Humanos-, am¨¦n de un sinn¨²mero de art¨ªculos y notas -unos 3.000, calculamos- repartidos en libros colectivos, revistas y peri¨®dicos de Argentina y del resto del mundo hisp¨¢nico.
Los ¨²ltimos trabajos por ¨¦l realizados lo encontraron profundizando su reconocido sentir cristiano -v¨¦ase La Doctrina social de la Iglesia y el Derecho Constitucional (EDIAR, 2003)- y las proyecciones de aquel que nuestro maestro agudamente denomin¨® "orden socioecon¨®mico de la Constituci¨®n" (EDIAR, 1999), retomando as¨ª ideas ya vertidas en su Las obligaciones en el Derecho Constitucional (EDIAR, 1988).
Quiz¨¢ presintiendo su muerte, en el ¨²ltimo a?o de su vida se dej¨® homenajear profusamente, cosa que la comunidad jur¨ªdica argentina hizo con placer y devoci¨®n, reconociendo a su gran maestro, y venerando su sabidur¨ªa, siempre expresada con una gran humildad en el decir. Entre los galardones recibidos se cuentan -sin pretender agotar la lista- doctorados honoris causa por las Universidades Cat¨®lica del Per¨² y San Mart¨ªn de Porres de Lima, o nombramientos como profesor distinguido u honorario por la UNAM mexicana y la San Marcos de Lima.
Pero una tarde, promediando su siesta habitual, Germ¨¢n fue convocado a honrar la eternidad, y acept¨® raudo el nuevo convite. Nos dej¨® entonces solos, con su inconmensurable obra, su pr¨¦dica humanista y la necesidad de divulgarla.
Parafraseando a otro gran maestro argentino, Jorge Luis Borges, podemos en esta hora llorar como hombres, y sentir que por nuestras mejillas resbalan las l¨¢grimas, ya que a partir de la muerte de Germ¨¢n Bidart Campos, es forzoso entender que en la tierra no hay una sola cosa que sea mortal y que no proyecte su sombra.
Con su ejemplo de vida, el querido Germ¨¢n nos ha se?alado, aun en el final, una nueva ense?anza. Y es que -luego de transitar una existencia como la suya- de seguro debemos entrar en la muerte como quien entra en una fiesta.-
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