Delitos y culpas
No parece que la vida de Juan Jos¨¦ Garfia Rodr¨ªguez haya sido f¨¢cil. Preso tras cometer diversos asesinatos, experto en fugas incluido en los llamados FIES (ficheros de internos de especial seguimiento) carcelarios y condenado a varias d¨¦cadas de reclusi¨®n, su existencia transcurre a¨²n hoy entre rejas, a pesar de que durante sus entradas y salidas de la c¨¢rcel parece haber conocido por fin el amor, se ha casado con una mujer, Mar¨ªa del Mar Villar, a cuya constancia debe este filme austero y seco algo as¨ª como su mism¨ªsima raz¨®n de ser.
De esa relaci¨®n nace Horas de luz. Y tambi¨¦n, por qu¨¦ no, de una indisimulada admiraci¨®n que por la peripecia vital de Garfia y Villar parecen tener sus responsables, el director Manuel Matji y los guionistas Carlos L¨®pez y Jos¨¦ ?ngel Esteban.
HORAS DE LUZ
Direcci¨®n: Manuel Matji. Int¨¦rpretes: Alberto San Juan, Emma Su¨¢rez, Jos¨¦ ?ngel Egido, Vicente Romero, Andr¨¦s Lima, Ana Wagener, Aitor Merino, Daniel N¨²?ez, Paco Mar¨ªn. G¨¦nero: drama carcelario. Espa?a, 2004. Duraci¨®n: 98 minutos.
La vida de Garfia (un Alberto San Juan que tiene aqu¨ª la mejor ocasi¨®n de lucimiento de toda su vida profesional) arranca, en el filme, en 1987, el a?o en que cometi¨® sus salvajes asesinatos. Unas muertes, por lo dem¨¢s, que el filme no juzga: se limita a presentar, en un pr¨®logo tan r¨¢pido, directo y cortante como los disparos que acaban con los guardias civiles antes del minuto 10 de su desarrollo, sin opinar jam¨¢s sobre la raz¨®n de ellos... tal vez porque ni el propio autor es capaz de explicarlos, y si hay aqu¨ª una identificaci¨®n con alguien ¨¦sta no es otra que con Garfia.
De hecho, cuando su relaci¨®n con Villar (una Emma Su¨¢rez muy ajustada al personaje de mujer resuelta, libre y enamorada) est¨¢ en fase de consolidaci¨®n, uno de los hijos que ella ha tenido de una relaci¨®n anterior le pregunta: "?Por qu¨¦ los mataste?", y ¨¦l permanece mudo y sin capacidad de respuesta.
Ante todo, Horas de luz es un discurso sobre el arrepentimiento, sobre la redenci¨®n de un ser hosco y torturado por obra y gracia del amor; tambi¨¦n, una bienintencionada, compartible apuesta por la reinserci¨®n social de un recluso extremado y peligroso que, no obstante, ha demostrado con creces que por fortuna ya no es quien fue en el pasado. Es, como querr¨ªa la m¨¢s rigurosa ortodoxia del cine cl¨¢sico americano, una peripecia amorosa que se enmascara de discurso social, pero bien es cierto que sin hacer en ¨¦ste una denuncia primaria y estridente. Y es, en ¨²ltima instancia, una apuesta por la humanizaci¨®n: bien que tal vez un poco exagerada en sus formas (no bien puede nuestro hombre hacerse con un par de gafas, que le eran sistem¨¢ticamente negadas por sus carceleros, su vida pega un giro tan radical como para resultar punto menos que incre¨ªble), pero lo que el filme cuenta es la reconversi¨®n de un interno de por vida, vulgar carne de presidio, sencillamente en un ser humano.
Desaf¨ªo
Tiene muchas dificultades contar eso ateni¨¦ndose a las condiciones de reclusi¨®n que vivi¨® Garfia. Matji y sus guionistas se las apa?an, no obstante, para hacer de la necesidad virtud, y con un sentido del ritmo y de la elipsis ajustado, preciso y din¨¢mico al mismo tiempo, convierten un escenario ¨²nico con m¨ªnimas variaciones ambientales en una peripecia que se sigue siempre con inter¨¦s. El desaf¨ªo de c¨®mo mantener la atenci¨®n en una narraci¨®n en buena parte de cuyo desarrollo no ocurre nada es superado con nota por una c¨¢mara sensible y atenta a los menores detalles y por una interpretaci¨®n contenida y sin alharacas.
El resultado es una pel¨ªcula valiente por lo que tiene de apuesta personal por un personaje y por un entorno ("Nadie quiere o¨ªr hablar de c¨¢rceles", le recuerda su abogada a Marimar) que rara vez se ha visto as¨ª en el cine espa?ol. Y si de esta pel¨ªcula surge la ocasi¨®n de discutir a fondo sobre ciertos aspectos obsoletos, o sencillamente discutibles de la legislaci¨®n carcelaria espa?ola, pues miel sobre hojuelas: una vez m¨¢s el cine habr¨¢ demostrado su capacidad para conmocionar conciencias, para despertar intereses, para suscitar confrontaciones... No se puede esperar, en suma, un destino m¨¢s noble para una pel¨ªcula.
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