Drogas, mucho sexo y 'rock and roll'

"La Ant¨¢rtida es claustrofobia y agorafobia a la vez. Como dos personas en una cama", dice la voz en off de Matt (Kieran O'Brien) en esta desconcertante pel¨ªcula, una m¨¢s para confirmar el talento esquinado y a contrapelo del brit¨¢nico Michael Winterbottom. Jam¨¢s una pel¨ªcula suya se pareci¨® a la anterior, y ¨¦sta, desde luego, no es ninguna excepci¨®n, y en nada se parece al conjunto de su producci¨®n hasta la fecha.

La Ant¨¢rtida ejerce en el filme el mero papel de cemento para pegar las secuencias que la anteceden, o que la preceden: es s¨®lo la ocasi¨®n para la met¨¢fora. Porque lo cierto es que 9 songs habla ante todo de otra cosa: de la cotidianidad de dos amantes, sexo (mucho sexo) incluido. Y sexo expl¨ªcito: como en la pel¨ªcula F¨®llame, por poner un ejemplo reciente, parecer¨ªa como si Michael Winterbottom tuviera como especial apuesta, a la hora de construir su discurso, la ruptura de los l¨ªmites habituales de lo que se puede decir en cine.

Por eso el filme viene precedido por una pol¨¦mica que cualquier moralista no dejar¨¢ nunca de encender: que si las felaciones, que si los cunilingus, que si las eyaculaciones... Y, sin embargo, la verdadera apuesta narrativa de la pel¨ªcula no es otra que el plasmar el d¨ªa a d¨ªa de dos amantes, de dos j¨®venes de hoy mismo (ella, muy joven, s¨®lo 21 a?os), su cotidianidad aplastantemente banal (?pero es que hay alguna que no lo sea?), s¨®lo apta para quienes la viven, no para quienes la contemplan.

Por eso el gancho de las (ocasionales) drogas y las canciones, las nueve del t¨ªtulo, otros tantos temas de rock (o no tanto: tambi¨¦n hay lugar para un concierto de Michael Nyman), que hilvanan la existencia de ambos.

Qui¨¦nes son los amantes, es lo de menos: de hecho, no sabemos pr¨¢cticamente nada de lo que va a hacer Matt en la Ant¨¢rtida, ni cu¨¢les son las expectativas vitales, incluso emocionales de Lisa (Margo Stilley, del todo nueva en estas lides), m¨¢s all¨¢ de alguna que otra rayita de coca, de los conciertos a los que va con su amante y, claro est¨¢, de sus m¨¢s o menos experimentadas performances sexuales.

Como si quisiera que sus dos amantes fueran los primeros amantes de la humanidad (de la misma manera que la Ant¨¢rtida es la memoria del planeta antes de la presencia humana en ¨¦l: lo dice en el off sonoro Matt, que es quien recuerda y ordena as¨ª el curso de la narraci¨®n), Winterbottom los libra de cualquier otra premisa, los deja a su suerte en el privilegiado escenario de una cama, y nada m¨¢s.

Cierto, su apuesta por lo cotidiano no siempre se revela lo rigurosa que pretende (hay una extraordinariamente h¨¢bil iluminaci¨®n cuya funci¨®n no es otra que estilizar esa cotidianidad: cualquier cosa menos lo que una c¨¢mara coger¨ªa si ese apoyo t¨¦cnico no existiera), y tal apuesta corre el riesgo de dejar fuera a quien pretenda saber algo m¨¢s de quienes lucen sus habilidades amatorias.

Pero enganchar¨¢ a buen seguro a quien se interese por el discurso paralelo entre acci¨®n y letra de las canciones, a quien se interese por la singular carrera de su creador o a quien simplemente necesite del esc¨¢ndalo para orientar sus pasos hacia una sala cinematogr¨¢fica.