Pablo Hermoso de Mendoza, el extraterrestre
Pablo Hermoso de Mendoza es un extraterrestre que ha aterrizado por ventura en el planeta de los toros, ahora convertido en un planetoide -acaso un vulgar sat¨¦lite- donde habitan tipos tocados de castore?o y que arrumban toros por doquier, como el de tanda de Miguel Abell¨¢n (Soro se apellida), que ayer masacr¨® a un hermoso ejemplar de Montalvo que no ten¨ªa m¨¢s culpa que la de lucir dos pitones generosos, acaramelados y astifinos. Se llamaba Ali?ador, empuj¨® con fijeza y de largo en dos puyazos terribles en los que el de la acorazada, con la complicidad de su jefe de filas, le recet¨® un castigo sa?udo y brutal, exento de la m¨¢s m¨ªnima torer¨ªa e inadecuado por la ostensible flojera del pobre animal.
Murube, Montalvo / Hermoso, Abell¨¢n, Castella
Dos toros para rejoneo de Murube. El 1? devuelto. Sobrero de Los Espartales, ambos de buen juego. El resto de Montalvo, muy bien presentados, con nobleza y bravura, aunque flojos. Pablo Hermoso de Mendoza: silencio y dos orejas. Miguel Abell¨¢n: vuelta y gran bronca. Sebasti¨¢n Castella: dos orejas y palmas. Plaza de La Ribera, 23 de septiembre. 3? de feria. Lleno.
La plaza, la misma plaza que se hab¨ªa rendido ante el despliegue de Pablo Hermoso y la temeridad de Castella, se sinti¨® indignada ante la innecesaria crueldad y abronc¨® a Abell¨¢n como un solo hombre, puesta en pie y demostrando que el toreo es otra cosa y que el ventajismo no cabe en las leyes que durante siglos han regido el noble arte de la tauromaquia.
Despliegue de t¨¦cnica
Pero la tarde fue de Pablo Hermoso de Mendoza, que cuaj¨® al cuarto en una faena incre¨ªble y en la que roz¨® momentos inauditos. Hermoso no es de este mundo, y sus caballos, definitivamente, tampoco. Con el sobrero realiz¨® un despliegue de t¨¦cnica. Sin embargo, con el de su apoteosis, el estell¨¦s tore¨® a caballo con una profundidad ins¨®lita, con sobrenatural gallard¨ªa.
Es dif¨ªcil describir la forma en la que Pablo hermoso de Mendoza convierte a sus caballos en verdaderos enga?os vivientes, c¨®mo consiente las embestidas de los toros para dejarse rozar las cabalgaduras, a la vez que los equinos entrometen el hocico casi en el cuello ofreci¨¦ndose de frente, poniendo -no es ninguna exageraci¨®n- cara de torero, y no en cabriolas y piruetas, sino en verdaderos muletazos ligados y por derecho. Aquello no es rejoneo, aquello era el toreo mismo.
Pablo Hermoso se rebos¨® y emborrach¨® a una plaza que asist¨ªa at¨®nita ante dicha revelaci¨®n. Logro?o ayer parec¨ªa abducido por este gal¨¢ctico de los toros.
Sebastian Castella tambi¨¦n dej¨® momentos de emotiva entrega y de quietud. En el toro de las dos orejas aguant¨® sin enmendarse ni un tanto as¨ª el viaje de un morlaco que se le vino como un ob¨²s. No se movi¨® y fue capaz de ligar de primeras dos tandas plet¨®ricas de emoci¨®n. Al final de esa faena se introdujo materialmente entre los pitones con una serenidad pasmosa que asust¨® a una afici¨®n que a estas alturas ya no esperaba casi nada.
Babelia
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