El malo de la pel¨ªcula
El historiador siempre tiene que lidiar con la propaganda, descodificarla y plantear al lector sus propias respuestas (relativas respuestas) y las inc¨®gnitas cuya resoluci¨®n queda pendiente. En el caso del conflicto que despedaz¨® Yugoslavia el peso abrumador y los ecos contumaces de la propaganda a¨²n persisten cotidianamente a lo largo del mundo globalizado: uno de los puntos nodales de esa megapropaganda es que no hay culpable m¨¢s culpable que Milosevic. La demostraci¨®n parece obvia: est¨¢ siendo juzgado por un tribunal internacional. El ¨²nico problema es que muchos en lo que era Yugoslavia no pueden evitar pensar que ese tribunal, el Tribunal Penal Internacional de La Haya, se cre¨® ex profeso para juzgar a ese acusado.
SLOBO. UNA BIOGRAF?A NO AUTORIZADA DE MILOSEVIC
Francisco Veiga
Debate. Madrid, 2004
577 p¨¢ginas. 21 euros
Francisco Veiga, profesor de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona, es uno de los mejores conocedores del contexto yugoslavo. Su La trampa balc¨¢nica (2001) es un t¨ªtulo de referencia. Tambi¨¦n deber¨¢ serlo esta biograf¨ªa de Milosevic, la primera sobre el malo de la pel¨ªcula. No es para id¨®latras de lo pol¨ªticamente correcto, es decir, de creyentes en el discurso propagand¨ªstico. El Milosevic que retrata Veiga no es un monstruo. Tampoco alguien a quien confiarle nada, ni una confidencia ni un pa¨ªs. Veiga coloca en su sitio a Milosevic, en una palabra, coloca al sitio de Milosevic (los Balcanes, Yugoslavia, Serbia, el cogollo del poder pol¨ªtico) en el sitio debido. Y, por extensi¨®n, desvela no s¨®lo los entresijos psicol¨®gicos, morales y p¨²blicos de ese personaje, sino del sinf¨ªn que compartieron responsabilidad en el desastre con ¨¦l.
Veiga, siempre con apoyatura de citas y documentos, no desde?a el recuento de las peque?as mezquindades del mediocre que va encumbr¨¢ndose, pero tampoco oculta el entramado de voluntades tribales e internacionales que empuja a ese mediocre al abismo. Especial inter¨¦s tienen las revelaciones pormenorizadas del tejemaneje entre el serbio Milosevic y el croata Tudjman (tan caudillo por la gracia de Dios) para repartirse los despojos de Yugoslavia: en definitiva para convertir Yugoslavia en picadillo y luego quedarse con los trastos de valor. E igualmente elogiable es el seguimiento que hace Veiga de las implicaciones y responsabilidades de Alemania y Estados Unidos en esa carnicer¨ªa y el correlato de impotencias y estulticias de la Uni¨®n Europea.
La conclusi¨®n de Veiga sobre el malo oficial de la pel¨ªcula es que quiso gobernar Yugoslavia como si se tratara de una superpotencia y ¨¦l fuese el ¨²nico hombre providencial; pero recuerda Veiga que un humilde cuatro ruedas tipo Zastava 600 no puede correr f¨®rmula 1. Durante unas vueltas a la pista puede parecer que incluso compite, pero luego las piezas se desbaratan y el resultado es el l¨®gico: el presunto b¨®lido salta en pedazos. Veiga no se deja en ning¨²n momento reblandecer por su protagonista, tan pulcro, tan esquinado. Pero precisamente ese distanciamiento y esa precisi¨®n es lo que le permite escribir un libro que no escatima acusaciones a quienes, pasando hoy por dem¨®cratas irreprochables y gal¨¢cticos, tiraron la piedra y escondieron la mano para que Yugoslavia ardiese.
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