El equilibrio de Garc¨ªa Lorca

La ingente literatura cr¨ªtica sobre Lorca ha sobrepasado hace tiempo la capacidad de absorci¨®n del lector especialista. F¨¢bula de fuentes es un libro particularmente valioso porque, en vez de a?adir otra cara al multifac¨¦tico poliedro lorquiano, despoja de faramalla y prestidigitaci¨®n ret¨®rica el enigma de su poes¨ªa, con la intenci¨®n no tanto de resolverlo cuanto de reducirlo a su nervadura esencial, tarea sin la que cualquier af¨¢n hermen¨¦utico es arar en el mar.

Con este prop¨®sito Andr¨¦s Soria Olmedo ha actualizado y reescrito los trabajos originarios de este volumen, dispuestos ahora con un argumento intelectual: el que arranca de la tradici¨®n heredada, indaga en su apropiaci¨®n a trav¨¦s de su sensibilidad gen¨¦tica y de la cultura adquirida, y analiza los textos en que mejor rinde la dial¨¦ctica entre lo recibido y lo generado, o -usando, pro domo mea, el t¨ªtulo del libro tomado de un verso de Guill¨¦n- entre la tradici¨®n (fuentes) y la poetizaci¨®n (f¨¢bula) que se nutre de ella tras enriquecerse del humus ambiental.

Tradici¨®n y vida literaria forman la encrucijada donde se aclara la po¨¦tica de Lorca, aunque ninguno de ambos vectores tenga una interpretaci¨®n un¨ªvoca. La tradici¨®n permite al artista ser ¨¦l mismo (Eliot); pero ya Croce hab¨ªa advertido que la obra literaria est¨¢ donde no est¨¢n las fuentes, pues no en vano el poeta da un quiebro a lo esperable y burla la codificaci¨®n del lenguaje heredado. Semejante desencuentro respecto de la tradici¨®n se da con la vida literaria, una realidad ambiental que contribuye a forjar, a despecho de los defensores de una "literariedad" que vive s¨®lo en el texto, la personalidad del escritor en contacto con los otros. Pues as¨ª como un autor puede resultar succionado por la tradici¨®n elegida -el andalucismo profesional del que abomin¨® sin ¨¦xito Villal¨®n, o el alhambrismo que Juan Ram¨®n imput¨® a Villaespesa y, con notoria injusticia, al propio Lorca-, tambi¨¦n puede ser engullido por un entorno tan rico como la Edad de Plata (1898-1936), acotada simb¨®licamente por los a?os de nacimiento y muerte del granadino. He ah¨ª D¨¢maso Alonso, quien confes¨® haber necesitado la sacudida de la guerra para liberarse de la asepsia purista de los a?os veinte.

Aparece aqu¨ª Lorca en el punto de equilibrio entre implicaci¨®n y alejamiento, como un diestro que mantiene las distancias arrim¨¢ndose, empero, cuanto es debido "al recortado toro de lo cursi, al viejo toro de lo popular, al toro imponente de lo culto, al abstracto toro de la vanguardia". Andr¨¦s Soria cree que lo consigui¨® y empe?a con lucidez y erudici¨®n su pluma en demostrarlo. Dal¨ª, Bu?uel o el desembarazado Borges, entre otros de menor fuste, no lo vieron as¨ª, seg¨²n lo evidencian los ya antiguos ataques a su Romancero gitano, o la m¨¢s reciente atribuci¨®n de su popularidad a la sublimaci¨®n de su muerte. Pero no importa: "Lorca vive en boca de sus detractores", subraya el autor. No s¨®lo, sino tambi¨¦n. Lo cual no deja de ser una bendici¨®n que contados poetas han merecido.